POLITICA AMBIENTAL
El papel del Estado
En los últimos días me ha interesado
el debate que un grupo de filósofos españoles entretiene sobre el papel del
Estado en nuestra sociedad. Para una las partes en conflicto (conflicto intelectual
y muy educado, se entiende), el Estado sería una necesidad antropológica y una
exigencia de la razón. Gracias al Estado es posible la coexistencia de las
libertades individuales, si bien con limitaciones jurídicas pactadas. En pocas palabras,
el Estado existe porque el hombre no es capaz de auto organizarse y protegerse
de, por ejemplo, las fuerzas de la naturaleza o la escasa racionalidad que
muestran numerosos humanos, forzándonos a vivir bajo una ley común.
Por el contrario, la otra parte del debate sostiene que, hoy día, el Estado es una realidad separada de la sociedad
civil. Siguiendo el pensamiento de Althusser, el Estado sería un aparato de represión
que representa el dominio del soberano o de una casta sobre la población. En
nuestra sociedad occidental el Estado representaría el capitalismo y la propiedad,
ya que la propiedad es fundamento de la política y del derecho. Los filósofos de
este lado del debate reclaman otra clase de Estado, aventurando el basado en la
democracia radical, el derecho común de la multitud y la salvaguarda de los
bienes y medios de producción comunes, lo que nos devuelve a la base ideológica
del comunismo.
Como señala mi querido primo y
filósofo Juan Domingo Sánchez, en filosofía no existe la verdad, ya que la
filosofía no es una ciencia, sino un debate que, a buen seguro, veremos
acrecentarse en los próximos años. De hecho, en estos tiempos de neoliberalismo
radical y destrucción de los bienes comunes a través de las privatizaciones, de
dominio financiero y declive de las industrias, el Estado y su arquitectura aparecen
cada vez más alejados de la realidad social.
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Seres humanos en busca de un Estado mejor. La emigración ambiental será el azote del siglo XXI. |
Cuando los medios de comunicación
se hacen eco en Europa de un creciente desafecto de los ciudadanos respecto de
sus “representantes” políticos, con caída de la confianza en los gobiernos, en
sus líderes e incluso en la propia democracia, en realidad estarían expresando
un sentimiento más hondo. Es la extensión de la desconfianza hacia un Estado
que parece haber perdido su sentido de protección universal para desembocar en
un “aparato” puesto al servicio de los intereses económicos e ideológicos de un
sector de la sociedad. De ser así, se estaría dando la razón a Althusser y
sería lícito reclamar “otra” forma de Estado o un retorno a situaciones
anteriores.
Estado y Medio Ambiente
Sin embargo, el interesante debate
merece ser enriquecido. Si el Estado justifica su propia existencia al protegernos
de las fuerzas de la naturaleza, al defendernos de la estupidez y la maldad humanas
o al intentar salvaguardar el derecho y los bienes comunes, cabe preguntarse si
está cumpliendo esos objetivos.
La lectura del avance del 5º Informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (AR5 - IPCC Assessment Report 5 - Resumen - 27 de septiembre de 2013), con su alarmante diagnóstico, puede colocar a los Estados
en situación incómoda o bien esperanzadora. Para los Estados que conservan un
mínimo de coherencia con sus fundamentos constitutivos, hacer frente a las
consecuencias de la anunciada Catástrofe Climática podría ser una nueva y
poderosa justificación de su propia existencia. Para otros Estados, para aquellos
en proceso de degradación por desarraigo social, por extendida corrupción o por
su claudicación y abandono en brazos del neoliberalismo depredador, la
Catástrofe Climática aparece, lógicamente, como un fenómeno negado, rechazado o
incomprendido.
En cualquier caso, hacer frente a
la Catástrofe es una tarea hercúlea que supera el ámbito de los Estados
nacionales, tanto de los más responsables como de los más embrutecidos. Ya no
parece caber duda de que a mediados del siglo XXI la humanidad se enfrentará a
un hito histórico. Dentro de cuarenta años los efectos biogeográficos de la
Catástrofe Climática empezarán a sentirse por todo el planeta. Los combustibles
fósiles y algunos recursos esenciales para la vida (tierra fértil y agua
potable) empezarán a escasear y la demografía alcanzará cifras difíciles de
gestionar, apareciendo movimientos migratorios tan extraordinarios que las
tragedias que se viven en aguas de Lampedusa serán una anécdota.
El drama para nuestros hijos y
nietos es que algunos de los Estados más significativos de la Tierra, la
mayoría asentados en el hemisferio norte, se encuentran en proceso de
degradación. Los Estados que dejan de lado la protección de los bienes comunes
de la sociedad son claramente incapaces de entender y mitigar las amenazas que
se ciernen sobre el principal bien común: nuestro planeta y sus recursos. Las
resistencias de numerosos Estados a la hora de implementar soluciones eficaces al
efecto invernadero son abundantes. No se trataría de actitudes erróneas o
de un mal cálculo de previsiones: sencillamente es una estrategia ideológica que defiende
la desregulación de casi todos los ámbitos socioeconómicos en beneficio de unos
pocos.
Enfrentarse a la Catástrofe Climática pasa por limitar, regular y legislar,
algo ideológicamente detestado por el sistema neoliberal. En ocasiones, como en
el Estado del Reino de España y su reciente salto atrás en la implantación de
energías renovables o con la aprobación del “fracking”en el Senado, la
resistencia es lógica si consideramos los estrechos lazos que unen al Estado
con las corporaciones privadas energéticas.
El lector avisado argumentará que el
Estado moderno y capitalista "debe" saber que la sociedad industrial y la economía de mercado se basa en el consumo intensivo de bienes y servicios, con empleo
masivo de energía y recursos naturales, muchos de ellos finitos. Debería saber, por tanto, que
la sociedad de consumo es un callejón sin salida. En realidad, todo esto era
rigurosamente cierto hasta hace treinta años. Porque, actualmente, el Estado moderno y
capitalista se aleja del modelo industrial que proporciona abundante empleo y fuerte consumo. Su nuevo ideal es una sociedad feudal (elitista), con escaso empleo y
con los menguantes recursos naturales acaparados por unos pocos privilegiados.
¿Dudas? Las últimas actuaciones
Estatales y Supraestatales occidentales, con su apoyo sin fisuras a la banca internacional, con
la masificación de un desempleo que será estructural y no coyuntural, con la reducción
a la situación de pobreza estable de millones de ciudadanos europeos y
norteamericanos, nos aportan ideas de hacia dónde nos encaminamos. Parece claro
que si las corporaciones privadas infiltran y socavan la esencia de los Estados
soberanos, con mayor facilidad contaminan vaporosas instituciones
internacionales, como la Unión Europea.
Pero hay otra lectura posible. El
escenario de futuro que se dibuja ante nosotros sería acorde con un planeta sumido
en crisis energética y ambiental, apareciendo la actual situación como una toma
de posiciones previas. ¿Nos están preparando? ¿Es la actual crisis el ensayo general
de un futuro ineluctable? En este contexto, el debate sobre la función del
Estado ante la Catástrofe Climática queda pendiente de precisar, si es que llega a definirse algún día.
Tres pequeñas muestras
La presión que las industrias y corporaciones ejercen sobre los Estados y las instancias internacionales en materia de lucha contra la Catástrofe Climática se suceden.
UNO. El primer ministro de Australia, el neoliberal M. Tony Abbott, eliminará la tasa sobre el carbono que afecta a las 500 mayores industrias contaminantes y emisoras de gases de la nación. Después de pregonar que la responsabilidad humana en la Catástrofe en una "absoluta gilipollez" (con perdón), anuncia que suprimirá varias agencias estatales relacionadas con el seguimiento del Cambio Climático, para ahorrar dinero a unos contribuyentes que soportan veranos abrasadores, pavorosos incendios regionales e inundaciones bíblicas .
DOS. En Europa, el Consejo de Transportes acaba de retrasar hasta 2024 la fecha en la que los automóviles deberán emitir menos de 95 gr/km de CO2, medida prevista para 2020. La presión de los fabricantes de automóviles de alta cilindrada sobre Alemania ha sido decisiva, haciendo caso omiso de una decisión del Parlamento Europeo. En este asunto, se ha desvelado que la familia Quandt, propietaria del 46,7% del capital de BMW, entregó 690.000 euros al partido de la canciller Angela Merkel (CDU) cinco días antes del Consejo.
TRES. La "tasa de carbono" sobre el transporte pesado por carretera, que debía entrar en vigor en octubre de 2013 en Francia, ha sido aplazada a 2014. La tasa, para camiones de más de 3,5 toneladas, se aplica para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y compensar la degradación de las carreteras. La presión de las corporaciones de transportistas ha pesado en el retraso y puede que posponga la aplicación de la tasa.
Tres pequeñas muestras
La presión que las industrias y corporaciones ejercen sobre los Estados y las instancias internacionales en materia de lucha contra la Catástrofe Climática se suceden.
UNO. El primer ministro de Australia, el neoliberal M. Tony Abbott, eliminará la tasa sobre el carbono que afecta a las 500 mayores industrias contaminantes y emisoras de gases de la nación. Después de pregonar que la responsabilidad humana en la Catástrofe en una "absoluta gilipollez" (con perdón), anuncia que suprimirá varias agencias estatales relacionadas con el seguimiento del Cambio Climático, para ahorrar dinero a unos contribuyentes que soportan veranos abrasadores, pavorosos incendios regionales e inundaciones bíblicas .
DOS. En Europa, el Consejo de Transportes acaba de retrasar hasta 2024 la fecha en la que los automóviles deberán emitir menos de 95 gr/km de CO2, medida prevista para 2020. La presión de los fabricantes de automóviles de alta cilindrada sobre Alemania ha sido decisiva, haciendo caso omiso de una decisión del Parlamento Europeo. En este asunto, se ha desvelado que la familia Quandt, propietaria del 46,7% del capital de BMW, entregó 690.000 euros al partido de la canciller Angela Merkel (CDU) cinco días antes del Consejo.
TRES. La "tasa de carbono" sobre el transporte pesado por carretera, que debía entrar en vigor en octubre de 2013 en Francia, ha sido aplazada a 2014. La tasa, para camiones de más de 3,5 toneladas, se aplica para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y compensar la degradación de las carreteras. La presión de las corporaciones de transportistas ha pesado en el retraso y puede que posponga la aplicación de la tasa.
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