LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

martes, 10 de abril de 2012

LA ÚLTIMA MAJADERÍA CON EL AGUA
¡Ahi va!,...¡Las desaladoras!

Con tanta crisis nos habíamos olvidado de las desaladoras mediterráneas. Normal... en el fondo no son nuestras. Pagadas por los Fondos estructurales y de cohesión de la Unión Europea (hasta el 85% de subvención), nos importaban poco ¡Para desaladoras estamos ahora!. Pero los verdaderos dueños, los europeos del norte que las han estado pagando con su IVA, no las tenían olvidadas y nos han llamado a capítulo. Dicen que nos han mandado ya 1.500 millones de euros para hacer desaladoras. Nosotros, respondemos que llevamos gastados 1.664 millones, pero resulta que hemos hecho mal los números y nos faltan 700 millones más. 

Unos señores de Murcia, bien situados,  han dicho que lo mejor es vender a  los árabes esas desaladoras pagadas por los alemanes y que ya no valen para nada. Los alemanes se han mosqueado una barbaridad y le han echado una bronca bíblica al ministro del ramo. El señor ministro, que es muy valiente, se ha puesto el hábito de nazareno en el ánimo. Cubierto de ceniza penitencial, ha peregrinado al Banco Europeo de Inversiones en cuya ventanilla le esperaba una vicepresidenta ex-ministra, socialista y gaditana, para pedir prestados unos 500 millones. Se los ha dado. Con ellos promete terminar las desaladoras "alemanas" que buenamente pueda. Todo muy dantesco. Porque lo que se cuece en las áreas surorientales de la península suele ser así de truculento.


Bastidores con racks para ósmosis inversa
en la desaladora de Carboneras. Durante años, esta potente desaladora (inaugurada por D. Jaume Matas  siendo ministro de Medio Ambiente), tuvo grandes retrasos de procedencia externa,
a cuenta del tendido de las tuberías previstas para la distribución del agua

Una penosa historia

Hace ya un tiempo filosofaba con un amigo, también socio en temas de política ambiental, que el sistema económico mundial siempre fue una pugna entre dos variables: el capital y el trabajo. Pero que el siglo XX inauguraba una Era donde, a esas dos variables, se añadía por primera vez una tercera: la variable del medio ambiente y los recursos naturales. Este tercer factor era una bomba muy gorda que, más tarde o más temprano, haría saltar por los aires nuestros esquemas económicos. El caso del agua en la España seca es un buen ejemplo.

Año 2001. España va bien. En el árido sureste se afianza un modelo de especulación inmobiliaria, corrupción, sobreconsumo y conflictividad. La caricatura de la vorágine constructora que empieza a inundar España está en Murcia. En medio de la sequedad, se proyectan miles de viviendas inmersas en extensos Resorts cerrados y destinados a estabular a miles de británicos jubilados. La región ya sufre una sobreexplotación de agua, con extracciones ilegales y bajos costes del recurso. En todo el sureste se practican, artificialmente, cultivos no adaptados al medio. La urbanización es galopante y cubre una franja de 15 kilómetros paralela a la costa. Se planifican autopistas, aeropuertos, complejos comerciales, campos de golf, parques temáticos, puertos deportivos,...

La moderna desaladora de Torrevieja, de alta tecnolgía española, paralizada
por el enfrentamiento con las administraciones locales y regionales a cuanta de
las conexiones con el exterior (agua potabilizada y rechazos de salmueras)

Para todo eso se necesita agua, mucha agua, y se propone el Plan Hidrológico Nacional 2001. La base del Plan es un trasvase de 1000 hm3/año desde el Ebro hasta el sureste. Se enciende una guerra entre regiones. La Unión Europea desiste financiar el trasvase del Ebro con sus Fondos. No lo ve claro, y sin el dinero europeo el Plan se viene abajo. En 2003 llega otro gobierno, dispuesto a atender las demandas del sureste y su modelo insostenible. En vez de trasvase les propone desaladoras. Pero esas regiones, que se han quedado sin el trasvase y con gobiernos de signo político diferente, están berreonas y no quieren desaladoras. Es otra guerra, esta vez de mentiras, pellizcos y zancadillas administrativas.

Año 2008. España no va bien. El modelo urbanístico se derrumba y ya no hace falta tanta agua. Los promotores no venden un ladrillo. La construcción de desaladoras se detiene. Las pocas plantas terminadas están atascadas, funcionan bajo mínimos y no son rentables, salvo si suben el precio del metro cúbico a unos agricultores (regantes, se llaman) acostumbrados a pagar precios ridículos. Llega, atronadora, la Directiva Marco del Agua obligando a repercutir todos los costes del agua, incluidos los ambientales, en el usuario final. Mal porvenir.

Una urbanización murciana escacharrada

Año 2012. España va peor. La desalación había sido una huída hacia delante. No era cuestión de trasvase sí, trasvase no. De desaladoras caras o baratas. El error era mucho más profundo. No se habían tenido en cuenta el medio ambiente y los recursos naturales. Se empujaba un carro lleno de ladrillos, en lugar de lleno de I+D+i. Ya casi nadie habla del trasvase, pero los alemanes están con un cabreo de mil demonios y exigen que esas desaladoras se completen. No es de extrañar que un alto cargo de la Comisión Europea diga que no entiende lo que pasa con España. Pero Vds, inteligentes lectores, seguramente lo saben.

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