LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

miércoles, 30 de mayo de 2012

ECOLOGÍA Y SOCIEDAD
Deseos irrefrenables de vomitar


Entre los escombros del sector inmobiliario español, abriéndose paso entre cascotes y pegotes de cemento, el ladrillo asoma la cabeza. No viene para levantar viviendas sociales dignas, ni una escuela o un ambulatorio. Llega para golpear uno de los espacios más bellos y vírgenes de la costa española. En el término municipal de Tarifa (Cádiz) hay mucho espacio donde levantar 350 viviendas y 1.400 plazas hoteleras. Bajando desde El Bujeo se ven extensas áreas donde levantar, tras la playa de Los Lances, miles de chalets. Pero el ladrillo quiere "vistas", "exclusividad", "privilegio". Por eso desea desparramarse sobre la ensenada de Valdevaqueros, entre el asentamiento romano de Baelo Claudia y la playa de Los Lances. Un espacio único e irrepetible.

Valdevaqueros

En estas ultimas semanas, hoy mismo, España y Europa se inclinan, tapándose la nariz, sobre las llagas que el ladrillo ha abierto en nuestra economía. El ladrillo es el Lehman Brothers español y la versión castiza de las hipotecas "ninja" norteamericanas. Es la viva imagen de nuestra enloquecida mafia del pelotazo y la especulación. El ladrillo ha deslumbrado a los políticos más estúpidos, ha reunido a los empresarios más torpes y les ha confabulado con los banqueros más ambiciosos y sin escrúpulos. Con el viento de la especulación soplando en el culo, el ladrillo español de los últimos quince años es un monumento a la vivienda de baja calidad, innecesaria, ineficiente, insostenible y fea.  

Urbanización abandonada cerca de Estepona (Málaga)

El ladrillo ha sido la coartada de un mísero desarrollo de pies de barro, sin ideas y sin innovación. Por culpa del ladrillo, acaparador de fondos y de energías, España ha perdido trenes y se ha quedado en el andén, rodeada de casas vacías, pufos y ruinas. El ladrillo se decía patriota, pero no tenía otro futuro que vender España por parcelas. 

El ladrillo ha destruido nuestra costa y nuestros paisajes, ha compactado y esterilizado suelos, ha consumido ingentes cantidades de energía y creado empleos sin mañana. El ladrillo ha fragmentado nuestros campos, ha justificado absurdas autovías sin coches y justificado aeropuertos sin aviones. 

El ladrillo, a pesar de la penuria de miles de familias españolas incapacitadas para vivir en una hogar digno, ha entrado en borrachera delirante, subiendo sus precios hasta cifras indecorosas e inabordables. El ladrillo ha sido antisocial, ha dañado las estructuras familiares y ha perjudicado a la familia, negando un hogar propio a los jóvenes. No ha sido dirigido (por quien debe hacerlo) hacia el cumplimiento del precepto constitucional que exige viviendas decentes para todos los españoles. 

Urbanización abandonada en Cartagena

Pero lo anterior no es su peor legado. El ladrillo ha corrompido y ensuciado, manchando la poca ética que nos queda. Ha comprado conciencias y mancillado leyes. Ha pisoteado derechos, llegando a promover normas regionales que luego ha tenido que abolir la Unión Europea, sin que ninguno de sus promotores dimitiera de inmediato. El ladrillo ha roído hasta el hueso el pudor, la decencia y la moralidad, mostrando el camino del dinero fácil y rápido en el que han caído miles de personas.

El ladrillo ha socavado los cimientos del Estado de Derecho. En el huracán de la falsa prosperidad, ha construido miles de viviendas ilegales, atascado los juzgados con cientos de denuncias y forzado sentencias de demolición por toda España. El ladrillo, hoy, contamina a ministerios (como el de Fomento), que pretende legalizar construcciones ilegales mediante una maniobra que descorazona y deprime a quienes, como buenos ciudadanos, han cumplido con todos los requisitos y ven premiado al infractor.  

Los desmanes del ladrillo han escandalizado al Parlamento Europeo. Desde la promulgación de aquella maldita Ley del Suelo que hacía urbanizable toda España, los recursos económicos e intelectuales de la nación se diluyeron en las hormigoneras. Hoy, en buena parte gracias al ladrillo, tenemos a la ciencia arrinconada, a la educación empobrecida, a las entidades bancarias arruinadas, a los sacerdotes silenciosos, a los políticos despreciados y al país sin horizonte.

Urbanizacion abandonada en Murcia

Hoy, por Tarifa asoma el ladrillo otra vez. Y regresa con la estupidez de siempre. Esgrimiendo la necesidad de crear empleo en una provincia especialmente golpeada por la crisis, un grupo local de políticos de izquierdas y de derechas, sin más porvenir que la jubilación (la mínima, por favor), ha aprobado un Plan. No un plan para atraer industria verde y de bajo impacto, no un plan cultural que centralice en Tarifa la gigantesca historia del Estrecho. El grupo local ha aprobado un plan urbanístico. 

No es el camino. No se trata de crear empleos temporales de baja cualificación, subido en un andamio, para construir residencias secundarias. Así hacen a la economía de Tarifa cautiva del capricho de sus propietarios (Cariñooo... ¿Vamos este fin de semana a Tarifa?). Del proyecto, lo único justificable es el hotel, aunque los de la zona están medio vacíos casi todo el año. En cualquier caso, ese no el lugar. Valdevaqueros es el atractivo, es la razón del turismo.    

Escuchar al alcalde en televisión es retroceder veinte años atrás, de cuando tantos incapaces defendían al ladrillo como el único motor, el gran camino hacia el desarrollo, el porvenir, el empleo eterno,... la felicidad. Luego, me entero que detrás del Plan hay un arquitecto - promotor de atentados similares y esposo de una popular presentadora de la televisión basura. Esto es lo que hay, les guste o no les guste a los "izquierdistas de salón" que despotrican contra los que ellos llaman "ambientalistas de salón". 

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