PESCA Y MEDIO
AMBIENTE
Privatizar los peces
Cuando tecleo estas palabras, el Consejo de Ministros de Pesca de la Unión Europea reunido en Luxemburgo ha terminado de debatir un tema trascendente para el futuro de los mares europeos: la implantación de los Derechos Individuales y Transferibles de Pesca. En otras palabras, ha debatido la privatización de los peces del mar, como si fueran acciones de Iberia o de Telefónica. La idea forma parte de la reforma de la Política Pesquera Común (PPC), fracasada en los últimos 30 años a no haber sabido, o querido, evitar el agotamiento del mar.
Hoy, el 82% de los stocks de
productos marinos comerciales del Mediterráneo, y el 63% de los del Atlántico,
están en situación de sobrexplotación. A pesar de haber gastado una fortuna
(2.730 millones de euros entre 1994 y 2004) para desguazar buques europeos de
pesca sobrantes, la capacidad de pescar ha venido subiendo un 3% cada año. Destruir
barcos para luego remplazarlos por modernas unidades dotadas de tecnologías
avanzadas es una contradicción. Pero las contradicciones están por todas
partes, incluso en Bruselas.
La actual privatización
consiste en otorgar, a cada armador de una embarcación de más de 12 metros de
eslora, una cuota personal de pesca durante 15 años para que siga pescando en
su caladero habitual los kilos de cada especie que se le concedan. Cuota o
concesión que puede alquilar o vender a otro. En resumidas cuentas, la Unión
Europea arroja la toalla y deja la gestión de los recursos vivos del mar en
manos de los mercados. Dinamarca adoptó este sistema en 2003, lo que condujo a
que su flota y número de pescadores se redujera a la mitad.
España desea que la medida se
aplique al conjunto de las aguas comunitarias, de forma que un armador español
pueda comprar los derechos de pesca de un colega británico, francés o irlandés.
Y también viceversa. Francia protesta y se opone a este método, al temer que
sus pescadores vendan derechos y los recursos caigan en manos extranjeras. Peor:
temen que el esfuerzo pesquero, ahora repartido entre muchos pequeños buques,
se concentre en pocos y grandes buques, con pérdida de empleo y ruina de las
comunidades del litoral. Sería la muerte de su pesca artesanal, algo que
ninguna nación desea porque forma parte del patrimonio cultural.
Desde remota antigüedad, los
seres vivos del mar pertenecieron al rey. Eran los peces de la Corona… ¿Por
qué? Por la sencilla razón de que las aguas formaban parte de la “soberanía” de
la nación, y la soberanía recaía en el rey. Después de la Revolución Francesa
de 1789, la soberanía nacional recayó en el pueblo, y los peces fueron un "bien común" de toda
la sociedad. Ahora, en estos tiempos de neoliberalismo y capitalismo sin complejos,
la soberanía ha pasado del pueblo a los mercados (que organizan gobiernos y dictan políticas) y su
doctrina exige la privatización de todo, incluidos los rapes y las anchoas.
¿Invertirán las empresas privadas
en investigación pesquera? ¿Seguirán los propietarios de cuotas el consejo de
los científicos? ¿Se traerán a tierra todos los peces, o bien se cubrirán las
cuotas con bichos grandes y de buen precio, tirando al mar lo que no interese?
¿Ayuda la privatización a eliminar o a estimular los descartes? ¿Qué será de
los pescadores deportivos? ¿Serán expulsados del mar por los propietarios de
los derechos y de los peces? ¿Quién vigilará la pesca? ¿Policía privada
marítima? ¿Buscarán los propietarios el máximo beneficio y, una vez agotada una
cuota, comprarán otra practicando el sistema de “tierra/agua quemada”?
Un modelo ambiental y un
concepto de los recursos naturales vivos terminan. Comienza otra que no sabemos
dónde nos conducirá. Se terminaron los peces subvencionados y tendremos que deglutir
Panga repugnante o aflojar la cartera para olfatear una rodaja de merluza. Es el
cambio más radical que ha experimentado la pesca marítima desde que el hombre
se lanzó al mar en busca de sustento.
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