LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

miércoles, 13 de febrero de 2013


CRISIS ENERGÉTICA
Derrumbe en Chernobil


El desplome esta semana de una parte del sarcófago que recubre la destruida central ucraniana nos viene a recordar pasados eventos nucleares y sus perspectivas más recientes. El de Chernobil, celebrado el inolvidable 26 de abril de 1986, es el más luctuoso que se recuerda, sin mencionar los de Nagasaki e Hiroshima en 1945. 

Los científicos y tecnócratas soviéticos anteponían el progreso y el desarrollo a la protección del medio ambiente y de sus criaturas. Es una forma de pensar y actuar que coincide con las recientes políticas de China, literalmente envenenada por su industria y desfigurada por sus infraestructuras Con esta ideología marcando el paso, la torpeza humana cometida durante un ensayo rutinario en Chernobil hizo volar por los aires las 2.000 toneladas de acero y hormigón que recubrían el reactor nº 4 de la central.


El actual sarcófago de Chernobil, insuficiente y deteriorado

El balance fue el que conocemos. Radiación proyectada a 1.200 metros de altura; 12.000 millones de bekerelios puestos en libertad instantánea; 100.000 kilómetros cuadrados contaminados y prohibidos (“La Zona”); 600.000 liquidadores trabajando a cuerpo limpio, vomitando y soltando la piel a tiras; 16.000 muertos de cáncer (estimados); y 5.000 toneladas de arena, arcilla, boro y plomo vertidas sobre el núcleo para tratar de taponar la salida de la radiación. Que nadie piense que Chernobil está apagado y muerto: el reactor se encuentra al rojo vivo, descontrolado aunque contenido a duras penas y dispuesto a seguir emitiendo radiación mortal durante varios miles de años. Lo único que somos capaces de hacer es encerrarlo en una poderosa cueva para que no termine por devorarnos. Una cueva que se fisura y se derrumba.


La sala de control, desde donde se originó el accidente, hace unos meses.

Desde hace unos cuantos meses, empresas francesas construyen el nuevo sarcófago que cubrirá Chernobil. Más fuerte y más grande para dominar a la bestia. Cuando lo terminen será un tosco monumento a la tecnología del siglo XX que, como las pirámides de Cheops, Kefrén y Micerinos,  legaremos a la posteridad. Solo que las pirámides son inertes y Chernobil mata. Entre tanto, el prestigio de la energía nuclear para usos pacíficos está en sus momentos más bajos.

En abril se cumplen 26 años desde que un individuo con bata blanca pulsó la tecla equivocada en el panel de la sala de control de Chernobil. Los occidentales señalaron que el accidente era fruto de la basura técnica soviética y del incompetente sistema estatal comunista. No les faltaba cierta razón. A nosotros no nos pasaría jamás nada parecido, aseguraban con suficiencia estúpida. Hasta que llegó lo de Fukushima y casi todos comprendimos que a nosotros también nos podía pasar cualquier cosa, fruto del descontrol capitalista y de la incompetencia empresarial.


Aspecto que tendrá el nuevo sarcófago al concluirse

Japón, Suiza, Alemania y Bélgica han puesto fecha de salida a la aventura nuclear. Francia anuncia que en el año 2025 su energía eléctrica de origen nuclear pasará del actual 75% al 50%. Los defensores de esta fuente de energía han venido esgrimiendo últimamente dos grandes razones para su mantenimiento: Uno, no emite carbono. Dos, es barata. La  tercera y vieja razón, ”es una energía segura”, ha sido ya borrada del discurso por un tsunami nipón.

El más reciente argumento de defensa era de índole económica. Los “nucleares” afirmaban que es mucho más caro abandonar (salir) la energía nuclear que permanecer en ella. Tenían puestas todas sus esperanzas en los nuevos reactores EPR (European Pressure Reactor) que Francia intenta poner a punto. El resultado es decepcionante. El presupuesto del EPR de Francia, en Flamanville, era de 3.300 millones de euros al comienzo de los trabajos en 2007. En el año 2012 llevaban gastados 8.500 millones de euros. El EPR de Finlandia sigue el mismo camino. La rentabilidad ha desaparecido y nadie comprará ese reactor, a precio de oro de 24 quilates con incrustaciones de diamantes como garbanzos.


Aspecto de las obras del EPR en Flamanville (Francia) en septiembre de 2012.
Las dos cúpulas grises y los edificios negros a ellas enfrentadas son los viejos reactores preexistentes.
El EPR se ubica a la izquierda del complejo.

La energía nuclear es demasiado cara y lo será aún más, porque las exigencias en seguridad crecen con los refuerzos, redundancias, paradas, vigilancia o extracción de uranio en parajes tan problemáticos como Níger. Es demasiado arriesgada porque, en caso de accidente, sus efectos duran milenios y no hay garantía de seguridad total. Es demasiado sucia porque sus residuos son casi eternos y contaminarán a cientos de generaciones de seres humanos. Es demasiado problemática porque no es aceptada por amplios sectores de la población. No hay cifras exactas sobre la totalidad del coste económico que supuso la explosión de Chernobil.  Sabemos que el nuevo sarcófago tiene un presupuesto de partida cifrado en 1.500 millones de euros que, a la vista de los recientes acontecimientos, puede fácilmente multiplicarse.

Sobre todo, aumenta la certeza de que la energía nuclear, su mantenimiento a ultranza, bloquea y absorbe ingentes cantidades de dinero que podrían usarse para desarrollar energías alternativas. Por ejemplo, para desarrollar la energía solar fotovoltaica o térmica, o bien para la prometedora energía geotérmica de profundidad. El problema es nuestra obsesión por quemar carbono, que las energías "democráticas" y autosuficientes asustan al poder y que fuertes intereses particulares emponzoñan el debate nuclear.

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