LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

miércoles, 19 de marzo de 2014

BLABLACAR Y EL SISTEMA
Panda de retrasados


Blablacar en Europa
Parece ser que vivimos inmersos, desde hace años y con nefastas consecuencias para amplios sectores de la ciudadanía española, en el onírico universo de los mercados y el neoliberalismo económico. Digo que “parece ser”, porque quienes supuestamente gestionan el sueño liberal, ya sean políticos o empresarios, no dudan en arrinconar el adorado liberalismo cuando les viene mal para el bolsillo.

Uno de los numerosos ejemplos de esa incapacidad acaba de surgir de una asociación española denominada FENEBUS. Nacida en el año 1924, este grupo de empresarios del transporte de viajeros en autobús por carretera lleva un tiempo con problemas. Desde hace diez años no levanta cabeza y ahora se le viene encima la iniciativa de la sociedad civil llamada Blablacar.

El inteligente lector/lectora, sabe que Blablacar es una red social que ofrece viajes en coche privado compartiendo los gastos del combustible. Una iniciativa  (Covoiturage – Carsharing – Consumo corporativo) que tiene millones de adeptos en el continente y es empleada por gente joven y comprometida con la cohesión social, el medio ambiente, la limitación de los recursos no renovables y la solidaridad.


FENEBUS en uno de sus encuentros, acompañados por el Presidente del Congreso de Diputados de España.
Resaltan la juventud y la ingente cantidad de mujeres

Para los agrupados en FENEBUS, la página web de Blablacar debe ser cerrada de inmediato por orden gubernativa. La razón es que representa una insoportable competencia para su negocio de transporte, incapaz de ofrecer la comodidad, flexibilidad, sostenibilidad, sociabilidad y agilidad del sistema de compartir coche. Un sistema que prospera en Europa y que recibe el apoyo de gobiernos comunitarios (Ministerio de la Ecología y el Desarrollo Sostenible - Francia) por sus beneficios sociales y ambientales.

Con las denuncias presentadas ante varios organismos, entre los que se encuentra el ¡¡Defensor del Pueblo!!, FENEBUS nos integra velozmente en el inigualable ámbito de Corea del Norte y su maquinaria económica. De prosperar, su iniciativa nos haría colegas del KOMINTERN de la República Popular de China y su gobierno totalitario, que censura Internet a su antojo y que antepone el desarrollo sucio y la pasta a la salud y la libertad de sus ciudadanos. También sería un giño de complicidad y mutua simpatía hacia el régimen islamista de Turquía, bloqueando Twitter, YouTube o Facebook porque denuncian corrupciones en el gobierno. 


Una muestra del estancamiento y declive de las empresas
de transporte de viajeros por carretera en España. Blablacar no existía en España
antes de 2012 y su verdadera implantación data de 2013. Lo que dice mucho de su desplome histórico.

En la actitud de FENEBUS hay un trasfondo de empresas rancias, de gesto fascistoide y franquismo cateto, de desprecio al ciudadano e incompetencia. El mal empresario, ante una dificultad para su negocio, en lugar de innovar para competir con éxito exige que el competidor sea expulsado del mercado. Con Blablacar argumentan razones fiscales, licencias gubernativas o control de seguridad. Pero no son razones coherentes. Según ese criterio yo no podría hacer mermelada de moras en mi cocina sin que me viniera con amenazas la asociación nacional de conserveros. Así que, renunciando al sagrado “neoliberalismo” y la sacrosanta libertad de los mercados, FENEBUS lloriquea al gobierno, tan afín y tan cómplice, para que censure una página web.  

Esta solución, fruto de la desesperación propia de los más memos, produce rubor. Al calificar la actitud de FENEBUS de fascista tan sólo se pone de manifiesto una manera de resolver los conflictos con la violencia. En el caso empresarial,  cerrando negocios rivales. En el caso de la política, encarcelando o asesinando al opositor. Además, solo un cretino puede pensar que clausurar portales web en España (Unión Europea) cerraría el paso del ciudadano a páginas web abiertas en Francia, en Portugal, en Alemania o Italia. La inciativa de los gobernantes islamo - fascistas de Turquía, cerrando Twitter, está en esa senda y ha mostrado su ineficiencia: Twitter ha seguido funcionando por otras vías y recorridos. Los FENEBUS existentes en las naciones europeas deben estar profundamente avergonzados de la estulticia de sus colegas hispanos.  Es lo que trató de hacer el infame Mubarak en Egipto o el bandido ex - presidente de Túnez, intentado clausurar Internet y las redes sociales, antes de ser adecuadamente expulsados o encarcelados. 

Hay una lectura que, quizá, han realizado los empresarios de FENEBUS y podría justificar su desvarío. Deben comprender que detrás de Blablacar, Airbnb y otros sistemas de intercambio entre particulares reside el rechazo al capitalismo empresarial y al sometimiento a los mercados, demostrando que la sociedad civil, en democracia, mantiene viva la libertad del ciudadano de crear su propia economía de subsistencia en tiempos de crisis. 

Si no les gustan los pacíficos gestos de autodefensa del ciudadano,  deberían haber previsto hacer una sociedad menos injusta, más próxima y solidaria con los débiles, menos corrupta, más participativa. Gracias a la democracia nos hemos liberado de los totalitarismos políticos. Gracias al laicismo, nos hemos liberado de los totalitarismos religiosos. Ahora, aparecen formas liberadoras del totalitarismo corporativo y empresarial, donde la libertad de mercados parece una broma de mal gusto y donde las Comisiones de Defensa de la Competencia son instituciones detestadas por el capitalismo salvaje y ninguneadas desde los propios gobiernos liberales que desearían olvidar las regulaciones y normas. 


Imagen de Blablacar en el Reino Unido

La actitud de FENEBUS no debe considerarse como una majadería más o una salida de tono. Muy al contrario, es una muestra de la ineptitud de cierta clase empresarial española ante fenómenos sociales imparables. Mejor haría el Estado renovando sus estrategias sociales y ambientales para el transporte de personas en el territorio, estimulando y facilitando cosas como Blablacar y poniendo muchos más trenes de corta y media distancias, en lugar de cerrar líneas de ferrocarril y clausurar estaciones. Así nos va con esta gente.

Al final, será difícil impedir que las personas suban a su coche a quien les dé la gana, invitando a compartir los gastos del viaje. Si lo que desean las autoridades es seguridad, recomienden que los invitados a bordo disfruten de un seguro de ocupantes y aconsejen al ciudadano no subirse a coches conducidos por malos conductores. En cualquier caso, esos asuntos son ya tomados en cuenta por los viajeros, al establecerse valoraciones de los conductores en la página web de Blablacar. Lo demás son ganas de tomar el rábano por las hojas. 

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