LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

jueves, 31 de mayo de 2012

ECOLOGÍA Y SOCIEDAD
San Agustín está aquí. URGENTE


San Agustín de Hipona
El pasado mes de marzo de 2012, el senador por Oklahoma de los Estados Unidos de América, Mister James Inhofe, efectuó unas sentidas declaraciones a la emisora de radio Voice of Christian Youth America (La Voz de la joven y cristiana América), durante el programa Crosstalk (Charla cruzada). Hace unos mil seiscientos años, otro prócer, de origen africano y conocido como Agustín de Hipona (San Agustín,  Padre de la Iglesia Latina. Numidia 354 - Roma 430),  señaló como escandalosa blasfemia el sugerir que el hombre pueda alterar, de alguna manera, la Creación divina, ya que la Obra de Dios es perfecta.

El senador republicano, siguiendo la límpida estela científica y teológica de San Agustín, informó a los micrófonos de la emisora que "Dios no permitirá el Cambio Climático", refiriéndose seguramente al Dios reconocido por la confesión Protestante y Evangelista. Además, y de forma tajante, Míster Inhofe aseguró a los radioyentes lo siguiente:


Mister James Inhofe
"God´s still up there. The arrogance of people to think that we, human beings, would be able to change what He is doing in the climate is to me outrageous"
Traducción: "Dios sigue allá arriba. La arrogancia de esa gente que piensa que nosotros, seres humanos, seamos capaces de cambiar lo que Él hace con el clima es escandaloso (ultrajante) para mí"

El senador es el autor de un muy meditado libro que lleva por título "The greatest hoax" (La gran falsedad, o La gran mentira), y por subtítulo esclarecedor "How the Global Warming Conspiracy threatens your future" (Cómo la conspiración del cambio climático amenaza su futuro). 

miércoles, 30 de mayo de 2012

ECOLOGÍA Y SOCIEDAD
Deseos irrefrenables de vomitar


Entre los escombros del sector inmobiliario español, abriéndose paso entre cascotes y pegotes de cemento, el ladrillo asoma la cabeza. No viene para levantar viviendas sociales dignas, ni una escuela o un ambulatorio. Llega para golpear uno de los espacios más bellos y vírgenes de la costa española. En el término municipal de Tarifa (Cádiz) hay mucho espacio donde levantar 350 viviendas y 1.400 plazas hoteleras. Bajando desde El Bujeo se ven extensas áreas donde levantar, tras la playa de Los Lances, miles de chalets. Pero el ladrillo quiere "vistas", "exclusividad", "privilegio". Por eso desea desparramarse sobre la ensenada de Valdevaqueros, entre el asentamiento romano de Baelo Claudia y la playa de Los Lances. Un espacio único e irrepetible.

Valdevaqueros

En estas ultimas semanas, hoy mismo, España y Europa se inclinan, tapándose la nariz, sobre las llagas que el ladrillo ha abierto en nuestra economía. El ladrillo es el Lehman Brothers español y la versión castiza de las hipotecas "ninja" norteamericanas. Es la viva imagen de nuestra enloquecida mafia del pelotazo y la especulación. El ladrillo ha deslumbrado a los políticos más estúpidos, ha reunido a los empresarios más torpes y les ha confabulado con los banqueros más ambiciosos y sin escrúpulos. Con el viento de la especulación soplando en el culo, el ladrillo español de los últimos quince años es un monumento a la vivienda de baja calidad, innecesaria, ineficiente, insostenible y fea.  

Urbanización abandonada cerca de Estepona (Málaga)

El ladrillo ha sido la coartada de un mísero desarrollo de pies de barro, sin ideas y sin innovación. Por culpa del ladrillo, acaparador de fondos y de energías, España ha perdido trenes y se ha quedado en el andén, rodeada de casas vacías, pufos y ruinas. El ladrillo se decía patriota, pero no tenía otro futuro que vender España por parcelas. 

El ladrillo ha destruido nuestra costa y nuestros paisajes, ha compactado y esterilizado suelos, ha consumido ingentes cantidades de energía y creado empleos sin mañana. El ladrillo ha fragmentado nuestros campos, ha justificado absurdas autovías sin coches y justificado aeropuertos sin aviones. 

El ladrillo, a pesar de la penuria de miles de familias españolas incapacitadas para vivir en una hogar digno, ha entrado en borrachera delirante, subiendo sus precios hasta cifras indecorosas e inabordables. El ladrillo ha sido antisocial, ha dañado las estructuras familiares y ha perjudicado a la familia, negando un hogar propio a los jóvenes. No ha sido dirigido (por quien debe hacerlo) hacia el cumplimiento del precepto constitucional que exige viviendas decentes para todos los españoles. 

Urbanización abandonada en Cartagena

Pero lo anterior no es su peor legado. El ladrillo ha corrompido y ensuciado, manchando la poca ética que nos queda. Ha comprado conciencias y mancillado leyes. Ha pisoteado derechos, llegando a promover normas regionales que luego ha tenido que abolir la Unión Europea, sin que ninguno de sus promotores dimitiera de inmediato. El ladrillo ha roído hasta el hueso el pudor, la decencia y la moralidad, mostrando el camino del dinero fácil y rápido en el que han caído miles de personas.

El ladrillo ha socavado los cimientos del Estado de Derecho. En el huracán de la falsa prosperidad, ha construido miles de viviendas ilegales, atascado los juzgados con cientos de denuncias y forzado sentencias de demolición por toda España. El ladrillo, hoy, contamina a ministerios (como el de Fomento), que pretende legalizar construcciones ilegales mediante una maniobra que descorazona y deprime a quienes, como buenos ciudadanos, han cumplido con todos los requisitos y ven premiado al infractor.  

Los desmanes del ladrillo han escandalizado al Parlamento Europeo. Desde la promulgación de aquella maldita Ley del Suelo que hacía urbanizable toda España, los recursos económicos e intelectuales de la nación se diluyeron en las hormigoneras. Hoy, en buena parte gracias al ladrillo, tenemos a la ciencia arrinconada, a la educación empobrecida, a las entidades bancarias arruinadas, a los sacerdotes silenciosos, a los políticos despreciados y al país sin horizonte.

Urbanizacion abandonada en Murcia

Hoy, por Tarifa asoma el ladrillo otra vez. Y regresa con la estupidez de siempre. Esgrimiendo la necesidad de crear empleo en una provincia especialmente golpeada por la crisis, un grupo local de políticos de izquierdas y de derechas, sin más porvenir que la jubilación (la mínima, por favor), ha aprobado un Plan. No un plan para atraer industria verde y de bajo impacto, no un plan cultural que centralice en Tarifa la gigantesca historia del Estrecho. El grupo local ha aprobado un plan urbanístico. 

No es el camino. No se trata de crear empleos temporales de baja cualificación, subido en un andamio, para construir residencias secundarias. Así hacen a la economía de Tarifa cautiva del capricho de sus propietarios (Cariñooo... ¿Vamos este fin de semana a Tarifa?). Del proyecto, lo único justificable es el hotel, aunque los de la zona están medio vacíos casi todo el año. En cualquier caso, ese no el lugar. Valdevaqueros es el atractivo, es la razón del turismo.    

Escuchar al alcalde en televisión es retroceder veinte años atrás, de cuando tantos incapaces defendían al ladrillo como el único motor, el gran camino hacia el desarrollo, el porvenir, el empleo eterno,... la felicidad. Luego, me entero que detrás del Plan hay un arquitecto - promotor de atentados similares y esposo de una popular presentadora de la televisión basura. Esto es lo que hay, les guste o no les guste a los "izquierdistas de salón" que despotrican contra los que ellos llaman "ambientalistas de salón". 

martes, 29 de mayo de 2012


ECOLOGÍA Y SOCIEDAD
Medio ambiente y religión


Solo el título incomoda ¿verdad?... ¿Qué tendrán que ver las religiones con el entorno natural y su conservación? Aparte de que las dos terminan en “ología” ¿hay relación entre ecología y teología? Seamos valientes y entremos al tema sin temor porque las relaciones de las diferentes religiones con la Naturaleza es asunto muy entretenido y que ocupa a los antropólogos, arqueólogos y etnógrafos desde siempre.

Tengo dos justificaciones. La primera es la malsana curiosidad. La segunda, tiene más enjundia. La humanidad se enfrenta al hambre crónica, a la escasez de agua potable y de recursos, a la penuria energética, a la explosión demográfica y (lo peor) a una alteración de los mecanismos que regulan la vida en el planeta y que puede organizar una buena zapatiesta en décadas venideras. Son desafíos tan deprimentes que invitan a dirigir la mirada hacia referentes morales y éticos. Y, según parece, las religiones reclaman esos referentes de manera insistente y exclusiva.

Un recorrido por la historia de las religiones nos enseña que cuanto más primitivas son, más se lían mezclando el mundo físico con el espiritual. Pero ese primitivismo convertía a la especie humana en una pieza más del complejo universo (una fibra más del tejido de la vida). Por su parte, las religiones “modernas” brotadas de los libros (Biblia, Corán) despegan al individuo del entorno y lo elevan a niveles sobrenaturales, que es donde el ser humano encontraría su verdadero destino. Por tanto, la vida terrestre es accesoria, transitoria, molesta: un castigo y un valle de lágrimas. La lógica consecuencia es un distanciamiento de la naturaleza. 

¿Sabemos usar el planeta en el que vivimos? ¿Traía prospecto o manual para usuarios y en varios idiomas? Para las religiones derivadas de la Biblia, el “fabricante” de la Tierra dejó escrito, en el apartado titulado Génesis, un manual de uso y gestión que dice, de forma muy resumida, más o menos así: “Creced y multiplicaos, extenderos sobre la faz de la tierra y dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y las criaturas que se arrastran sobre la tierra”.

¿Alguna advertencia sobre las consecuencias de un mal uso del planeta y sus piezas sueltas? ¿Recomendaciones sobre garantías de duración? No consta. Por si existían dudas acerca de la licencia plenipotenciaria del hombre para explotar la Tierra a su antojo, en el siglo XVIII surgieron tímidas inquietudes sobre la debilidad de ciertos animales ante la presión del hombre. Ni que decir tiene que fueron rápidamente acalladas. Eran las primeras voces conservacionistas, preocupadas porque determinadas especies de peces llegaran a extinguirse.

Uno de los hombres sabios de la Iglesia, San Agustín, explicó que cualquier insinuación sobre el poder del hombre para alterar o destruir la Creación divina, por excesiva explotación, era sospechosa de blasfema. Quien así pensaba, ponía en duda la perfección del acto creador y erigía al ser humano a la altura del mismo Dios. Lo que es absolutamente inaceptable. “Dios proveerá”, es el resumen de un concepto de la Tierra, forzosamente fértil y obligatoriamente suficiente para acogernos a todos.

El estado de la cuestión

Para los estrictos guardianes de la doctrina, la posible intromisión del hombre en la Creación resulta insoportable. No hay cambio climático (salvo el diseñado por Dios y nunca por causa de las actividades humanas), no mengua la biodiversidad (sin permiso de Dios), hay petróleo para siempre (Dios proveerá). De todas formas, si acaso sobreviene una situación catastrófica, no sería fruto de la ambición o la estupidez humanas, sino por voluntad de Dios.

Decir que la especie humana es depredadora y que destruye por simple placer, no desvela ningún secreto. Semos ansín. Si encima dispone de autorización divina para saquear, tenemos ante nosotros el perfecto “Terminator”. En esta coyuntura se entiende que algunos iluminados nos reconozcan como una plaga indeseable. En cualquier caso, la llamada "civilización occidental", cristiana por definición, está imbuida de una idea recurrente: estamos aquí de paso. Lo que se traduce en un  "saca lo que puedas" y los que vengan detrás que arreen.

La pregunta es si esas religiones que nos aúpan por encima de los simples cuadrúpedos (no a todos, evidentemente), servirían para contener nuestra furia destructiva. Indagar si la religión nos podría impulsar a pensar en el porvenir de la humanidad. Hubo un tiempo cercano, cuando la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro - 1992) reflexionó sobre asuntos como el cambio climático, la desertización galopante, la penuria de agua potable o la pérdida de biodiversidad (la sexta extinción masiva), en el que algunos ingenuos se volvieron hacia las religiones en busca de complicidad y ayuda.

No encontraron respuestas. Algunas religiones son intrínsecamente incompatibles con la protección de la naturaleza. Otras están muy ocupadas ampliando áreas de influencia, controlando al personal, haciendo caja o mirándose extasiadas el ombligo.