ECOLOGÍA Y SOCIEDAD
Medio ambiente y religión
Solo el título incomoda
¿verdad?... ¿Qué tendrán que ver las religiones con el entorno natural y su
conservación? Aparte de que las dos terminan en “ología” ¿hay relación entre
ecología y teología? Seamos valientes y entremos al tema sin temor porque las
relaciones de las diferentes religiones con la Naturaleza es asunto muy entretenido y que ocupa a los antropólogos, arqueólogos y etnógrafos desde siempre.
Tengo dos justificaciones. La primera es la malsana curiosidad. La segunda, tiene más
enjundia. La humanidad se enfrenta al hambre crónica, a la escasez de agua
potable y de recursos, a la penuria energética, a la explosión demográfica y
(lo peor) a una alteración de los mecanismos que regulan la vida en el planeta
y que puede organizar una buena zapatiesta en décadas venideras. Son desafíos tan
deprimentes que invitan a dirigir la mirada hacia referentes morales y éticos.
Y, según parece, las religiones reclaman esos referentes de manera insistente y
exclusiva.
Un recorrido por la historia de
las religiones nos enseña que cuanto más primitivas son, más se lían mezclando el
mundo físico con el espiritual. Pero ese primitivismo convertía a la especie
humana en una pieza más del complejo universo (una fibra más del tejido de la
vida). Por su parte, las religiones “modernas” brotadas de los libros (Biblia,
Corán) despegan al individuo del entorno y lo elevan a niveles sobrenaturales, que es donde el ser humano encontraría su verdadero destino. Por tanto, la vida terrestre
es accesoria, transitoria, molesta: un castigo y un valle de lágrimas. La lógica
consecuencia es un distanciamiento de la naturaleza.
¿Sabemos usar el planeta en el
que vivimos? ¿Traía prospecto o manual para usuarios y en varios idiomas? Para
las religiones derivadas de la Biblia, el “fabricante” de la Tierra dejó
escrito, en el apartado titulado Génesis, un manual de uso y gestión que dice,
de forma muy resumida, más o menos así: “Creced y multiplicaos, extenderos sobre la
faz de la tierra y dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y las
criaturas que se arrastran sobre la tierra”.
¿Alguna advertencia sobre las
consecuencias de un mal uso del planeta y sus piezas sueltas? ¿Recomendaciones
sobre garantías de duración? No consta. Por si existían dudas acerca de la licencia plenipotenciaria del hombre para explotar la Tierra a su antojo, en el siglo XVIII surgieron
tímidas inquietudes sobre la debilidad de ciertos animales ante la presión del
hombre. Ni que decir tiene que fueron rápidamente acalladas. Eran las primeras voces conservacionistas, preocupadas porque
determinadas especies de peces llegaran a extinguirse.
Uno de los hombres
sabios de la Iglesia, San Agustín, explicó que cualquier insinuación sobre el poder del
hombre para alterar o destruir la Creación divina, por excesiva
explotación, era sospechosa de blasfema. Quien así pensaba, ponía en duda la
perfección del acto creador y erigía al ser humano a la altura del mismo Dios.
Lo que es absolutamente inaceptable. “Dios proveerá”, es el resumen de un
concepto de la Tierra, forzosamente fértil y obligatoriamente suficiente para acogernos
a todos.
El estado de la cuestión
Para los estrictos guardianes de
la doctrina, la posible intromisión del hombre en la Creación resulta
insoportable. No hay cambio climático (salvo el diseñado por Dios y nunca por
causa de las actividades humanas), no mengua la biodiversidad (sin permiso de
Dios), hay petróleo para siempre (Dios proveerá). De todas formas, si acaso
sobreviene una situación catastrófica, no sería fruto de la ambición o la
estupidez humanas, sino por voluntad de Dios.
Decir que la especie humana es
depredadora y que destruye por simple placer, no desvela ningún secreto. Semos ansín. Si encima dispone de
autorización divina para saquear, tenemos ante nosotros el perfecto
“Terminator”. En esta coyuntura se entiende que algunos iluminados nos
reconozcan como una plaga indeseable. En cualquier caso, la llamada "civilización occidental", cristiana por definición, está imbuida de una idea recurrente: estamos aquí de paso. Lo que se traduce en un "saca lo que puedas" y los que vengan detrás que arreen.
La pregunta es si esas
religiones que nos aúpan por encima de los simples cuadrúpedos (no a todos,
evidentemente), servirían para contener nuestra furia destructiva. Indagar si la
religión nos podría impulsar a pensar en el porvenir de la humanidad. Hubo un
tiempo cercano, cuando la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro - 1992) reflexionó
sobre asuntos como el cambio climático, la desertización galopante, la penuria
de agua potable o la pérdida de biodiversidad (la sexta extinción masiva), en
el que algunos ingenuos se volvieron hacia las religiones en busca de
complicidad y ayuda.
No encontraron respuestas. Algunas
religiones son intrínsecamente incompatibles con la protección de la
naturaleza. Otras están muy ocupadas ampliando áreas de influencia,
controlando al personal, haciendo caja o mirándose extasiadas el ombligo.