CAMBIO CLIMATICO
Novedades del verano
Si descubre un viticultor de
Surrey (Reino Unido) con aspecto feliz no hace falta que pregunte la razón de
su alegría: el cambio climático le está haciendo un maravilloso regalo. Cada
año sus tierras se parecen más a la Champagne
francesa, produciendo un vino chispeante y fresco. Pronto veremos los caldos
británicos achampañados compitiendo en el mundo con el cava del Penedés
(España).
Mientras las Islas Británicas
regresan a una especie de primavera medieval, aunque inundada, este mes de
agosto está martirizando las Islas Canarias con temperaturas superiores a los
41ºC (San Bartolomé de Tirajana – isla de Gran Canaria – 12 de agosto). No es
otra de esas olas de calor africano que van y vienen cada año con mayor
frecuencia. Es algo más. Si las Islas Canarias nunca renegaron de su
africanismo formal, también la península Ibérica empieza a formar parte del
clima sahariano y los embolsamientos de aire tórrido se instalan sobre La
Mancha con la misma desenvoltura que sobre Ouagadougou.
Sábado 17 de agosto de 2013 en
la costa occidental de Cantabria (España). Sol y moscas. El Mar Cantábrico es
un lago suizo. Los años pasan implacables y los estudios científicos, iniciados
diez o doce años, atrás empiezan a ofrecer resultados sobre las consecuencias
del cambio climático. Uno de los más recientes analiza el progresivo
desplazamiento de las especies marinas hacia áreas más frescas de los océanos,
huyendo del agua recalentada de los trópicos. Nada que señalar al respecto,
salvo que la naturaleza es sabia y busca soluciones. Pero se observa que la
emigración hacia los polos se efectúa a diferentes velocidades, según las
formas de vida. El más rápido en emigrar es el phytoplancton (algas verdes unicelulares),
que avanza a unos 470 km cada decenio. Le siguen en esa escapada los peces
óseos, con 277 km por década, y el zooplancton con 142 km. Los más lentos en viajar
hacia el frescor son las poblaciones de peces cartilaginosos (tiburones, rayas,
torpedos,…), los crustáceos, las algas y los moluscos, que emigran al pausado ritmo
de 6 km cada diez años.
Muestra de phytoplancton . Los más pequeños son los más rápidos en escapar del calor |
Si la emigración preocupa, por
sus imprevisibles implicaciones pesqueras, lo verdaderamente importante es la
marcada diferencia de velocidades. Mezclar lentitud y rapidez entre los diversos
componentes de un ecosistema tan complejo como el oceánico es un cataclismo
ecológico. Se puede llegar a una desestabilización y posible reconfiguración de
las relaciones entre los seres vivos del mar. Si el phytoplancton emigra, los
peces que lo comen disminuyen (peces herbívoros – peces “forraje”). Si los
peces herbívoros mueren de hambre o se van, los peces carnívoros pasan hambre o
desaparecen. Al rediseño del ecosistema se suma la acidificación de los océanos,
al disolverse en el agua marina más cantidad del CO2 acumulado en la
atmósfera. Además, el recalentamiento del océano no es uniforme, sino
estratificado (“termoclinas”). La traducción es menos oxígeno disuelto en amplias
capas de agua, hasta generarse “zonas muertas” o anóxicas. La pesca y los
pescadores tienen serio un desafío por delante.
Pero ¿es verdad que los
océanos se están calentando? En el año 2003 comenzó el programa de instalación
de radiobalizas ARGOS que mide la temperatura de los océanos mundiales. Desde
entonces, miles de radiobalizas (sondas) anotan los cambios en la temperatura
del agua en mares y océanos en los primeros 700 m. de profundidad y hasta los
2.000 m. Para hacerse una idea de lo que está sucediendo, algunos científicos explican
que el aumento registrado de las temperaturas equivale al calor acumulado por
una bomba termonuclear, como la de Hiroshima, explotando cada segundo en el
seno de los océanos desde el año 2003. Los datos del programa ARGOS son
recopilados por la norteamericana NOAA, a través de su National Oceanographic Data Center.
Calor almacenado en los océanos desde 1955 (NOAA). El línea roja, en los primeros 700 metros. En línea negra, hasta los 2.000 metros de profundidad. |
A pesar de estos sudores, los
clima-escépticos siguen a su bola, quizá porque detrás de la bola hay dinero
fresco. Últimamente, el más abundante en manifestaciones es el Dr. Henrik
Svenmarck y su teoría de los rayos cósmicos como creadores de nubes y como los
“verdaderos” motores del cambio climático. El científico danés acaba de hacer
dos cosas divertidas. La primera, asegurar que “los miles de boyas desplegadas desde 2003 para medir la temperatura de
los océanos no han registrado elevaciones”. Un embuste que deja estupefactos
al programa ARGOS, a sus radiobalizas, a sus satélites asociados, a toda su
informática y a los cientos de científicos que, a lo largo del ancho mundo, lo analizan
y coordinan. La segunda cosa que ha hecho el científico danés ha sido explorar
otra vía de confusión climática al anunciar que la Tierra se encamina hacia un
nuevo “Mínimo Solar” de actividad y, en consecuencia, hacia otra “Pequeña Era
Glaciar” (LIA - Little Ice Age). Esto
requiere una breve aclaración.
Como es sabido, el Sol es un desmesurado
reactor nuclear de fusión que tiene pequeños altibajos en su producción de
energía. El número de manchas solares (Sunspots)
es un indicador de mayor o menor actividad solar y, como consecuencia, de la
cantidad de radiación solar que llega a la Tierra. Cuando las manchas solares
disminuyen en número, frecuencia o extensión, disminuye la actividad solar y se
genera un período de enfriamiento del clima terrestre. Los LIA, coincidentes
con épocas de pocas manchas solares, pueden durar décadas y se denominan
períodos “Minimum”. Los dos más señalados y bien conocidos fueron el período Maunder Minimum, entre 1645 y 1715, y el
Dalton Minimum, entre 1790 y 1830.
El primero fue causado por un
descenso del 0,26% de la radiación solar, mientras que en el segundo la bajada
fue del 0,08%, suficiente para fastidiar la invasión de Rusia por las tropas de
Napoleón, literalmente congeladas por unos inviernos memorablemente gélidos. En este
último caso, la temperatura media de la Tierra descendió una media de -0,8º C.
La experiencia de los últimos milenios muestra que nuestro Sol, afortunadamente, es muy estable en su
actividad. Si sobreviene una nueva LIA, la bajada media de las temperaturas
mundiales sería de -0,3º C y no rebasaría, en el peor de los casos, la cifra de
-1º C. Es un descenso alejado de los -5º
C necesarios para formar una nueva
Glaciación, e insuficiente para compensar los +3º C que nos anuncia el escenario
de cambio climático actualmente más realista (+6º C en la variante más
pesimista).
En todo caso, verdaderos
calentamientos globales o fantasiosos enfriamientos globales son igualmente
catastróficos para la sociedad humana y para la vida en extensas zonas de la
Tierra. Porque, salvo en el caso de las Eras Glaciales, la actividad solar
puede provocar oscilaciones en el clima medio terrestre de entre +1ºC y -1ºC. Gracias
a esa estabilidad climática, en los últimos 10.000 años “interglaciares” la
humanidad dejó de nomadear, creó la agricultura y se desarrolló hasta los
niveles actuales. Ciertamente, la estabilidad del Sol ha permitido que el ser
humano se haya convertido en una plaga.
Resumiendo, con embustes y con
fantasías se puede alcanzar cierta notoriedad, imitando así la manera de actuar
de tantos políticos, pero no se conjuran las amenazas que pesan sobre el futuro
de nuestros hijos y nietos a causa de la acumulación de los gases de efecto
invernadero. De momento, Nueva York empieza a desarrollar su costoso proyecto
de diques que detengan el océano (20.000 millones $), ante el aumento de los
huracanes y la subida de nivel del Atlántico. En España, el cambio climático
nos cogerá como a todos los idiotas: con los calzoncillos bajados a la altura
de las rodillas.