CHORIZOS Y SALUD
El maldito Grupo 1
La mayoría de los carcinógenos englobados
en el Grupo 1 del IARC (International
Agency for Research on Cancer) son de la quinta de 2012. Al año siguiente,
en 2013, debieron organizar una bonita fiesta para acoger en su peña a las partículas
emitidas por los motores Diesel (PM). Las partículas fueron agasajadas por
todos los asociados al Grupo 1, no faltando las tapas de pescado salado al “estilo
chino”, abundantes cigarrillos y perfumes de asfalto, todo ello dentro de una
acogedora atmósfera de Plutonio, benceno, berilio y potente radiación solar.
En este templado otoño de 2015,
los festejos de bienvenida a nuevos miembros carcinógenos al Grupo 1 se
multiplican. Nos referimos a los nuevos radionucleidos, a las bebidas
alcohólicas, los bifenilos (BPA) y los glifosatos (Monsanto). Pero lo que no se
esperaba la pandilla cancerígena era incorporar en sus filas a todo el clan de la
charcutería, incluyendo a exquisitos líderes como los jamones de bellota, la
panceta y la mortadela.
No nos atrevemos a imaginar la
que se armará en este selecto Grupo 1 cuando llamen a su puerta los cafés, el
mate y las bebidas muy calientes (Reunión
de evaluación de IARC – Mayo 2016). En cuanto estos brebajes se añadan a la
pandilla, los festejos del Grupo 1 serán amenizados con tacos de jamón de
calidad, rodajas de salchichón, café, copa y puro.
Según declaraciones efectuadas
por el amianto, uno de los grandes capos del Grupo 1, los embutidos
carcinógenos son una bendición para los 118 asociados. El Treosulfano y el
cadmio, amantes declarados del salchichón, suspiran por captar en la pandilla a
otros colegas carcinógenos, como la Hidracina (posible incorporación en 2016),
y asegurarse la presencia de los chuletones de buey, de momento asignados al
Grupo 2.
La que están liando las carnes
Hace años que la FAO mira con gran
recelo a las pacientes vacas. Si su vida es un despropósito rumiante, el
anuncio de que el consumo de sus rojas carnes ayuda a conseguir un hermoso
cáncer de colon llueve sobre mojado. Por eso, la reciente inclusión de las
carnes rojas del ganado bovino entre las substancias cancerígenas aconseja
recordar algunas de sus circunstancias vitales.
Esas circunstancias son las que
afianzan el nuevo lema adoptado por los grupos conservacionistas y ecologistas
que aspiran a crear un planeta más habitable y justo: comer menos carnes y menos lácteos. Repasemos algunas cifras para
ponernos al día:
En el año 2014 fueron
sacrificados 65.000 millones de animales domésticos (mamíferos y aves) en el
mundo, para ser convertidos en comida de humanos y de otros animales. Entre
1950 y 2000, el consumo de carnes se ha multiplicado por cinco en el planeta.
Para producir un kilo de carne de vacuno se necesitan 15.500 litros de agua; para
un kilo de cerdo, 4.900 litros; para un kilo de pollo, 4.000 litros; para un
kilo de tomates, 184 litros; para un kilo de zanahorias, 130 litros. Las vacas
empiezan a ser un problema “hidráulico”.
El 70% de las tierras cultivables
del mundo se destina a producir comida para animales, como trigo, maíz y soja
transgénica. Cada kilo de carne (todas las especies sumadas) necesita entre 10
y 14 kilos de cereales. Unos cereales que vendrían estupendamente a 1.000
millones de humanos con hambre crónica. Desde el punto de vista ambiental, la
producción de carnes genera excesivos nitratos y fosfatos (estiércoles y
purines) que contaminan gravemente las aguas.
La cría de animales para alimento
de los humanos es responsable del 14,5% del efecto invernadero que destruye
nuestro clima, con las vacas generando el 9,7% del total y generando el 50% del
metano que llega a la atmósfera (el metano es 300 veces más potente que CO2 a
la hora de recalentar la Tierra). Otra vez las vacas sacando los cuernos.
Los animales criados para ser devorados,
de forma mayoritaria y lamentable sufren una vida corta y cruel encerrados en una
especie de barracones de engorde y exterminio donde son emborrachados con
hormonas y antibióticos que luego llegan a los consumidores y hacen ineficaces
los tratamientos en las infecciones.
Ahora nos dicen que, después de
envenenar el entorno, agotar el agua y fomentar hambrunas, robando los cereales
que necesitan 1.000 millones de personas muy pobres, sus carnes procesadas producen
cáncer. Esto no hay quien lo entienda y esta sociedad occidental va camino a la
perdición, entre tapas de chorizo a la barbacoa y aromáticas lonchas de jamón
de Jabugo.