COMILLAS Y EL JARDÍN DE SOBRELLANO
Relato corto de una miseria
Parque de Sobrellano. A la izquierda, la zona vallada delimita una parcela privada, protegida y cuidada |
El lunes 29 de julio, el
diario regional de mayor tirada en Cantabria publicaba una reseña de su corresponsal
en Comillas. Al parecer, a petición de un grupo de vecinos de la villa y bajo imposición
del Excmo. Ayuntamiento de Comillas, se había procedido al desbroce de una de
las parcelas privadas anexas al Palacio del marqués de Comillas o de
Sobrellano. No fue una limpieza jardinera, sino industrial, sin concesiones, propia
de esas excavadoras del Amazonas que se llevan por delante todo lo que
encuentran, incluidos indios aborígenes.
La espeluznante fotografía que
ilustraba el artículo mostraba un páramo de ramas tronchadas que, gracias a la diligencia de los
operarios, permitía disfrutar de nuevas vistas sobre el complejo palaciego.
Efectivamente, al fondo del desaguisado se atisbaba un trocito de la fachada
posterior del Palacio. Solo un trocito, porque todavía quedaba una pantalla de
hermosos árboles que, a buen seguro, están en el punto de mira de desbrozadores
y creadores de nuevas perspectivas. Hay que reconocer que el camino del Pelazo,
desconocido hasta ahora por los Tour Operadores, debería ser una senda más
frecuentada por el turismo en Comillas. Además de la trastienda del Palacio,
visitarían el aljibe del agua potable y una colección de antenas de telefonía
móvil de lo más sugerentes.
¿Vertedero? En absoluto. Ee trata de la parcela privada del Jardín del Palacio, desbrozada para ahuyentar los osos pardos que en ella se escondían |
Según el mencionado artículo,
las razones esgrimidas por los demandantes del estupendo pelado vegetal fueron
el riesgo de incendio, la apertura de nuevas vistas y, sobre todo, la presencia
entre la espesura de una fauna silvestre agresiva, como varios modelos de culebrillas,
zorrerío y ratonerío campestre. El resultado de la intervención ha sido espectacular,
ya que el conjunto arquitectónico del Palacio, antes recortado sobre una zona
verde y tupida, ahora se dibuja sobre una calva amarillenta perfectamente rapada
al cero. Una deferencia a los visitantes de Palencia que se sentirán como en su
casa.
El Jardín Histórico de
Sobrellano no es ni la sombra de lo que fue. Sus límites se han venido
recortando con los años hasta quedar reducido a un mezquino cinturón de grava polvorienta
y algo de hierba, salpicado de extrañas esculturas que siguen preguntándose qué
hacen en semejante lugar. Todo cercado por una verja metálica de polígono
industrial. La última depredación, la peor, data de finales del siglo XX y sus
efectos han sido demoledores. Antes de ser declarado Bien de Interés Cultural
(BIC), lo poco que quedaba del primitivo Parque y Jardín, que recubría y
arropaba la zona posterior del Palacio y de su Capilla panteón, fue troceado sobre
plano en una mesa un despacho y vendido. La idea era construir en esas parcelitas
un hotel de cinco estrellas y un puñado de casas de lujo. Unos cuantos sacarían
tajada a costa del patrimonio cultural e histórico de la villa. Pocos en
Comillas se alarmaron. Era un negocio “privado” y el primer admirador y promotor
de la estúpida idea fue un alcalde, ex taxista, experto en urbanismos avanzados.
Sin embargo, tras la
declaración oficial del BIC las parcelas quedaron incluidas dentro de sus
límites, perdiendo valor inmobiliario. Fue un loco ejemplo de descoordinación entre
autoridades y promotores. Afortunadamente, ese tipo de lamentables
desencuentros desapareció posteriormente, gracias a las engrasadas normas establecidas
entre alcaldes y constructores de Cantabria, con el premio de varias docenas de
sentencias judiciales de demolición. Pero, en el caso de Sobrellano los
compradores de las parcelas se enfadaron una barbaridad. Algunos decidieron
deforestar (arrasar, machacar, triturar) sus terrenos, quizá por despecho, quizá
para que nadie pudiera jamás argumentar sobre la presencia de árboles a
proteger o quizá con la gran excusa de la prevención de incendios, según parece
muy habituales en los húmedos jardines urbanos de Cantabria.
Magnífica vista de la trasera del Palacio, obtenida por el reciente desbroce. Sobran algunos árboles. |
Un vecino de Comillas, infectado
con una rara enfermedad llamada “sensibilidad cultural”, severamente complicada
por otra grave dolencia llamada “aprecio al patrimonio natural”, viendo el
sesgo que tomaban los acontecimientos, adquirió una de las parcelas. La idea
era rehabilitar su masa forestal original, protegerla y potenciarla en lo
posible. Al encontrarse justo en medio del resto de las parcelas, se convertía
en un obstáculo ante futuras aventuras inmobiliarias. Evidentemente los
enamorados del cemento, que son legión por estas latitudes y tienen horror a la
faunilla silvestre y a los árboles, no les miraron con buenos ojos. No
obstante, ese vecino enfermo se dedicó a limpiar, reforestar y cuidar su
exuberante y saneada parcela en beneficio de la comunidad y del patrimonio. Para
ello recurrieron a jardineros y paisajistas de renombre internacional, como
Manuel Gómez Anuarbe o Narciso Maisterra.
Por su parte, la parcela que
albergaba el Jardín simbólico, con todos sus elementos románticos y esotéricos,
con sus especies forestales (grandes encinas cantábricas, palmeras exóticas, hayas
purpúreas, robles, tejos,…), con su reproducción de una gruta prehistórica, de una
ruina romántica, con el estanque, el mirador belvedere y sus columnatas
romanas, sus paseos y recorridos, había sido comprada por un especulador de
Santander, cayendo después en el más abyecto abandono. El saqueo de esta
maravillosa muestra de Jardín ochocentista y romántico fue paulatino… y aún
sigue.
Zona de la gruta prehistórica en el Jardín Histórico de Sobrellano (Comillas) |
Cubierto de malezas y zarzas, el
Jardín pronto adquirió un aspecto preocupante. Sus senderos, bancos y rotondas
se desdibujaron. Su gruta artificial, el espacio donde el señor marqués
mostraba sus hallazgos arqueológicos, se llenó de preservativos, latas,
cristales, botellas de plástico y pintadas que recubrían las réplicas de
pinturas rupestres. El Belvedere, al que ascendía el señor marqués para ver el
mar y su Seminario, fue asaltado. Las columnas romanas que lo adornaban,
traídas desde Julióbriga, fueron sustraídas o tiradas cuesta abajo con gran
regocijo de mozos asilvestrados. Los árboles más nobles de la parcela y más
próximos al camino público fueron convertidos en astillas para chimenea,
obligando al propietario enfermo de “sensibilidad” a vallar su terreno para
intentar disuadir a los leñadores espontáneos. Leñadores que vivían
peligrosamente cerca del Jardín, fuente gratuita de combustible, y habían sido favorecidos
por el moderno asfaltado del camino que secciona el Parque y Jardín.
Por éstas y otras
inconfesables razones, el barrido amazónico llevado a cabo en una de las
parcelas del Palacio sería una noticia ridícula, de no ser por lo que
representa. Sin embargo, está llena de mensajes. Nos recuerda la destrucción
del Parque y Jardín de Sobrellano como muestra de desprecio a la cultura y la historia
por parte de una comunidad que, en un claro caso de esquizofrenia social, vive
de un turismo que es atraído por esa cultura y esa historia. El despiece y
venta del Parque y Jardín, además de un estúpido error, empobreció el
patrimonio monumental de Comillas. A cambio de tan continuado destrozo, los
responsables directos e indirectos del mismo nos han dejado una colección de
casas vulgares, plantada entre el Palacio y el barrio de Rubárcena, que podía
haber afeado cualquier otro lugar.
El expolio del Parque y el Jardín
incluso significó perder para siempre una bella columna de piedra, coronada por
un león sedente, que marcaba el límite occidental del Parque original. La pieza
fue retirada de su histórico emplazamiento por el alcalde ex - taxista,
golpeada, desmochada y luego tristemente almacenada. Una lamentable copia de
aquella pieza adorna hoy una rotonda en el barrio comillano de Estrada como
recuerdo de la barbarie. La supuesta réplica debería disponer de una gran placa
en piedra que explicara, en varios idiomas, la absurda presencia de esa especie
de chucho subido en una columna, para información a las futuras generaciones de
comillanos.
En otras regiones de Europa,
los jardines históricos tienen idéntico o mayor valor que los edificios a los
que abrazan y embellecen, no entendiéndose los unos sin los otros. La realidad
es que los grandes jardines europeos de los siglos XVII al XIX atraen un turismo
de enorme calidad y en todas las épocas del año. Pero en Comillas y su entorno,
comarca mucho más avanzada que el resto de Europa en materia de depredación
inmobiliaria, los Jardines históricos son considerados, salvo honrosas y
extrañas excepciones, como solares edificables.
Los años y las décadas pasan
sobre una joya de Cantabria sin que las autoridades locales y regionales muevan
un solo dedo para recuperarla en su
integridad. La ecléctica y exagerada arquitectura del Palacio de Sobrellano se
convierte así en una mueca plantada en un entorno sometido a lenta degradación.
Sin su Jardín, sin su gran Parque, con su pradera transformada en eventual
aparcamiento o escenario de ferias donde se vende comida, chuches o saltos en
colchoneta, el Palacio está amputado. Si la degeneración continúa y el Palacio pierde
su ropaje verde el conjunto quedará reducido a un decorado pseudogótico de
cartón piedra, un adorno cateto y recargado que se ilumina de noche con luces
de colores. Será otra de las víctimas, quizá tardía, de la feroz especulación
inmobiliaria que hoy nos tiene instalados en la miseria.