LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

viernes, 27 de abril de 2012


ECOLOGÍA Y SOCIEDAD
Organismos Genéticamente Modificados (OGM)


No podemos olvidarnos de los transgénicos. No podemos porque llegan inquietantes noticias desde India y Estados Unidos, a cuenta del algodón OGM. En el norte de India, el cultivo del algodón ha caído en manos de las multinacionales y sus semillas modificadas genéticamente. Desde su introducción en 2002,  las semillas creadas por la firma Bayer tuvieron un fulgurante éxito. Pero después, año tras año, los rendimientos de las cosechas empezaron a descender. La última cosecha, la de 2011, ha sido tan mediocre que las autoridades judiciales del estado de Madhya Pradesh han impuesto una multa de 850.000 euros a Bayer, por engaño en los rendimientos de su producto. En el vecino estado de Andra Pradesh las cosas tampoco han ido bien y la ira contra la multinacional es un rumor bronco.



El algodón transgénico agota el suelo de India. Es un tipo de cultivo que necesita más agua y, últimamente, requiere de más fertilizantes artificiales. Es resistente a ciertas plagas, pero ha empezado a mostrar debilidad hacia bacterias, virus e insectos chupadores. Al necesitar enriquecer la tierra, las familias campesinas hindúes se endeudan comprando abonos químicos. 

Al parecer, en 2006 miles de campesinos arruinados de la provincia de Vidarbha se suicidaron ingiriendo pesticidas. Los técnicos que venden las semillas OGM en India critican la ignorancia del campesino hindú en el manejo de su producto, lo que puede ser rigurosamente cierto. Pero también es cierto que se está perdiendo la sabiduría tradicional del agricultor local y que empiezan a desaparecer las semillas naturales. Es un empobrecimiento cultural extremadamente peligroso para las futuras generaciones.

En Estados Unidos, los cultivadores de algodón transgénico pasaron de los 34.000 registrados en 1997, a los 19.000 de 2007. Dicen que por la lógica concentración de tierras, la automatización y racionalización de los cultivos. Lo cierto es que el algodón Bt impide los destrozos de una voraz oruga, pero ha dejado vacío un nicho ecológico que ahora ocupan otras oruguitas, poco conocidas y que prosperan sin rivales a la vista. La solución es usar más pesticidas, algo que ya sucede en USA y en China, lo que invalida uno de los factores que más utilizan los defensores de los OGM.

Los rendimientos del algodón transgénico bajan en India y también en los Estados Unidos. Es un cultivo complejo, que necesita de una tecnología fuera del alcance de la mayoría de los campesinos pobres. La dependencia respecto de los proveedores de semillas se amplia con una asistencia técnica costosa y permanente, porque las sorpresas son continuas. Por ejemplo, los herbicidas tradicionales empleados en los campos de algodón transgénico ya no funcionan. En Georgia (USA) se producen fenómenos de resistencia masiva y es necesario arrancar las malas hierbas a mano, y después quemarlas para evitar la propagación de semillas, recurriendo a la contratación de mano de obra hispana y barata.


Los OGM, siguen en el punto de mira de los defensores de la naturaleza y ahora están mostrando la cara oculta. Nunca se puso en duda su beneficio inmediato (¡la revolución verde!), pero empezamos a conocer su capacidad de destrucción agrícola, ambiental, social y cultural, a medio y largo plazo.


PESCA Y MEDIO AMBIENTE
Asalto a la Antártida – 1


Hace veinte años, rodaba un documental sobre la pesca española en aguas del cono sur americano. Después de navegar en tangoneros argentinos frente a Comodoro Ribadavia, capturando langostinos, cruzamos hasta Punta Arenas. Allí visitamos las instalaciones portuarias de una gran empresa pesquera, donde nos mostraron el último grito del mercado mundial de peces. El interfecto yacía sobre una gran mesa y medía metro y medio de longitud. Era muy negro, grueso y feo, con ojos grandes y opacos. La piel era viscosa y las aletas flácidas. El gran pez podía tener 50 años de edad y vivía parsimoniosamente en llanuras abisales donde reinaba la oscuridad. Sus carnes no tenían grasas, sino ceras que no se congelaban en el frío extremo de las profundidades.

El pez no tenía un nombre perfectamente definido, pero los japoneses y coreanos empezaban a llamarlo “Mero” (para despistar) y nosotros “Bacalao de profundidad”. Hoy se le conoce internacionalmente como “Toothfish” y como Mero, lo que induce a engaño. Su pesquería tiene un mercado bien establecido y es perseguido por buques especializados en peces de los grandes fondos y elevado valor. Esos peces cuyas poblaciones son tan frágiles, por el lento crecimiento y la complicada reproducción.

El toothfish antarctico o "Mero" (Dissotichus mawsoni) figura
en la Lista Roja de especies amenazadas (Greenpeace), desde 2010.
¡Atención en el mercado y el restaurante a un pescado fileteado o en lomo con el nombre MERO!
No suele tratarse del Mero que conocemos en nuestras aguas.
Es importante analizar la etiqueta y comprobar si procede
de Chile, Argentina, Australia o cualquier nación asiática. 

Ya conocemos al “Mero” y ahora conoceremos a uno de sus depredadores, ya fallecido. Se llamaba “Taruman” y era un buque de pesca grandote que se dedicaba, bajo bandera de Camboya y según las autoridades de Australia, a la pesca ilegal, no regulada y no comunicada (IUU), o pesca pirata, en aguas cercanas a la Antártida. En junio de 2005 fue detenido por un guarda-pescas australiano (El “Vicking Ocean”) y obligado a fondear en el estuario de Macquaire, en Hobart. Sus tripulantes españoles (gallegos), arrestados y sancionados con una multa de 150.000 dólares australianos, anduvieron protestando en la prensa de Galicia contra las injusticias australianas. La carga del pesquero, consistente en varios cientos de toneladas de “Mero” capturado sin licencia, fue confiscada por el Gobierno y vendida por 1,5 millones de dólares.

El "Taruman" azote del Mero, seguido y escoltado por el guarda pescas australiano
 "Vicking Ocean" tras su apresamiento en junio de 2005 por pescar sin licencia

El “Taruman” se quedó anclado en Hobart tres años seguidos, esperando un desguace que nunca llegó por la fuerte caída del precio de la chatarra en esos años de estallido de la crisis. Estaba acompañado en su prisión por otro buque pirata, el “Kape Farvel”, especializado en pescar Pez Reloj (Orange Roughy) de profundidad y había sido apresado por las autoridades de Nueva Zelanda por practicar pesca IUU. En noviembre de 2008, un armador hindú (¡) compró el oxidado “Taruman” por cuatro perras y lo abanderó en… ¡Corea del Norte! Los dos buques piratas salieron de Hobart, uno a remolque del otro, y los dos se hundieron, casi simultáneamente y de forma misteriosa, al oeste de Tasmania. Ahora reposan a 4.000 metros de profundidad.

La del “Taruman” es una de esas historias inquietantes sobre pesca ilegal, con buques abanderados en exóticas naciones y hundidos a destiempo y sin testigos, tripulados por pescadores gallegos en lugares muy equivocados y haciendo cosas feas. Historias de un asalto constante y agresivo a la Antártida y sus riquezas, propiedad del conjunto de la humanidad a través del Tratado Antártico. 

jueves, 26 de abril de 2012


SOMOS LO QUE COMEMOS
Pero,...¿sabemos lo que comemos?

Viajaba ayer en coche hacia Santander, perfectamente empujado desde la popa por la ventolera de la borrasca Petra, cuando, a la altura de Lerma, tuve una especie de “shock”. Escuchaba por la radio la cuña publicitaria de unos grandes almacenes españoles (aunque su nombre despista porque parecen británicos). El locutor tenía el tono alborozado de quien lanza una noticia maravillosa. Más o menos decía así: “¡Como siempre, nuestra pescadería recibe a diario el pescado más fresco y variado, directamente llegado desde nuestras Lonjas! ¡Hoy, el filete de Panga, a cuatro euros y medio el kilo!”. 

La tensión arterial me subió unas décimas. En una simple frase los grandes almacenes españoles de nombre británico me habían lanzado cuatro mentiras, un puñado de desprecio a la inteligencia del consumidor y un insulto al honor de nuestros pescadores. Sentí vergüenza ajena.

Días atrás, un estremecedor documental emitido por la cadena franco-alemana ARTE desvelaba a los ciudadanos europeos las miserias del comercio de ese pescado llamado Panga. Apañado en Vitnam (observen que digo “apañado”, en lugar de criado o producido), el pez de agua dulce denominado Panga llega hasta los arcones del supermercado fileteado y congelado. El documental, que debería calificarse de “interés público” y de obligada emisión en todas las cadenas de televisión de la Unión Europea, era una producción alemana. El equipo de rodaje se hacía pasar por un grupo comercial europeo para adentrarse en el delta del Mekong en busca de las granjas de Panga. Era una pesadilla. 

Panga (Pangasius hypophthalmus). Pez asiático de agua dulce

En las marismas del Mekong, rodeado de poblaciones cuyas aguas fecales vertían directamente al río, se extendían docenas de balsas cargadas de Pangas. Las aguas del gran río, rebosantes de contaminantes humanos,  eran bombeadas a estanques donde los peces, unos encima de otros, morían por docenas. Los cadáveres de Pangas panza arriba se amontonaban por los bordes y nadie se molestaba en retirarlos. El pienso, administrado sin control, se amontonaba y pudría en el fondo de los estanques impregnando el aire de la zona de un olor nauseabundo. El equipo de rodaje, incluidos sus acompañantes vietnamitas, se cubrían la nariz con pañuelos.


El "panga-farming" prospera en China y Vietnam. Europa aumenta
 progresivamente las importaciones de este alimento de baja calidad,
distribuido en comedores y cocinas colectivas.




La cosecha de peces, someramente recogida a paletadas, era truculenta. Las Pangas, evisceradas y descabezadas, eran introducidas en cubas parecidas a hormigoneras llenas de amoniaco para destruir bacterias y dejar la carne convertida en una pasta blanducha y blanquecina de sabor indefinido. La pastiforcia insípida con forma de filete es lo que dan a nuestros hijos en el comedor del colegio, a nuestros abuelos en la residencia y a nuestros enfermos en los hospitales. Hasta la OCU, tan prudente, se ha quejado de esta basura.
Es lo que algunos quieren colarnos como “pescado de nuestras costas y nuestras lonjas”. Otros, con menos escrúpulos, anuncian como "Lenguadina", "Solla" o "Platija" lo que no es otra cosa que Panga. Ellos pagan unos céntimos por la Panga del Mekong que luego pretenden vendernos a cuatro euros y medio, como si fueran merluzas del El Cabo. Nosotros somos tan bobos que compramos ese alimento de quinta categoría, cargado de mercurio, trifluoralina, amoniaco, bacterias, arsénico y antibióticos, despreciando las exquisitas caballas y sardinas frescas del Cantábrico y el Mediterráneo, más baratas, sabrosas y repletas de salud. En incontables ocasiones, se ha solicitado a China y Vietnam que las granjas productoras de Panga con destino a Europa se sometan  a las normas sanitarias de la Unión Europea, pero sin resultado. Alguien se está forrando a nuestra costa. 


La Panga prácticamente carece de Omega 3, pero no sabe a nada y no tiene
espinas. Ideal para niños, ancianos y enfermos.

Pienso en la catástrofe ecológica y sanitaria de la Panga, alimentada con soja transgénica y dopada con hormonas femeninas extraidas de orina de mujeres. Con la cabeza repleta de Pangas, llegando a Burgos me entran ganas de vomitar. Pienso que podría hacerlo encima de algún responsable de compras de los grandes almacenes españoles con nombre británico. Pero la culpa no la tienen los ellos y tampoco los cultivadores vietnamitas que sobreviven gracias a la Panga. La culpa la tiene el consumidor desinformado y analfabeto, convertido en consumidor saqueado y explotado. Hay que espabilar un poco más.

martes, 24 de abril de 2012

PESCA Y MEDIO AMBIENTE
El pachucho Mar del Norte

De todas las áreas marinas afectadas por el Convenio OSPAR, para la protección del medio ambiente marino en el Atlántico Noreste, la del Mar del Norte es la segunda más problemática. La primera, no hay duda, es el Mar Báltico,  encauzado en una senda de axfisia y contaminación que hará de él, como no aprieten las tuercas las autoridades correspondientes, un mar tan "muerto" como el de Galilea. Con todo, el Mar del Norte va bien servido, según los informes emitidos por el citado Convenio internacional.

Rodeado de naciones fuertemente industrializadas, el Mar del Norte padece sobrepesca, amontonamiento de población en sus costas, explotación de graveras que erosionan el litoral,  explotaciones "off shore" de petróleo y gas, eutrofización por acumulación de nutrientes y tráfico marítimo intenso. Hace muchos años, allá por 1970, el Mar del Norte era un rico caladero que suministraba hasta el 5% de las capturas mundiales. En sus aguas abundaban los arenques, bacalaos, eglefinos y lenguados, enriqueciendo a las flotas pesqueras de Noruega y Dinamarca.

El arenque ahumado forma parte de la
cultura danesa, holandesa y alemana. En 1970, la sobrepesca estuvo a punto
de terminar con los stocks del Mar del Norte. Si en 1930, Francia capturaba
50.000 toneladas anuales, en 2011 la cifra estaba en 3.000 Tm 

En la actualidad, las cosas evolucionan lentamente. Los niveles de mercurio, cadmio, plomo, HAP (hidrocarburos aromáticos policíclicos) y PCB (Policloro bifenilos) detectados en áreas costeras siguen siendo inaceptables y lo serán durante siglos, ya que son persistentes. Como muestra, a pesar de haberse prohibido hace 40 años, los niveles de DDT en las aguas del Mar del Norte siguen altos, mientras que aumenta la presencia de compuestos "retardadores de llama" a base de Bromo, llegados al mar a través de la atmósfera, la lluvia y los ríos. 

Los interruptores endocrinos disueltos en el agua (bromatos y PCB) están disminuyendo la fecundidad de algunas especies de moluscos (Murex) y peces (malformaciones genitales), haciendo aún más complicada la recuperación de la pesca. Hace años que no se ven por allí tiburones, ostras planas, grandes bacalaos y atunes. Uno de los contaminantes más extendidos sigue siendo el TBT (Tributilestaño), usado como antiincrustante en los cascos de los buques hasta su prohibición en 2008. A pesar de la erradicación, el TBT sigue acumulado en los sedimentos de estuarios próximos a puertos y en zonas de elevado tráfico de buques.


En su corta vida, el arenque no tiene tiempo de acumular metales
pesados y productos tóxicos. Gracias a las severas medidas adoptadas por
la Unión Europea, el arenque del Mar del Norte se ha recupera, aunque sus capturas están
en la mitad de lo que solía ser habitual antes de la II Guerra Mundial.

¿Qué es lo que mejora? Hay la mitad de fosfatos en el agua y se han reducido algo los nitratos. Hay mucho menos petróleo flotando y llegan menos envases de plástico a las playas. En los años ochenta, la práctica totalidad de las aves marinas del Mar del Norte estaban manchadas con petróleo, mientras que hoy se ven afectadas la cuarta parte. Hay más conciencia cívica y las normas surten efecto. La legislación ambiental europea e internacional está limpiando el mar, eliminando lo más visible y grosero. Desgraciadamente, los químicos van a seguir por una eternidad.