ECOLOGÍA Y
SOCIEDAD
Organismos Genéticamente Modificados (OGM)
No podemos olvidarnos de los transgénicos. No podemos
porque llegan inquietantes noticias desde India y Estados Unidos, a cuenta del
algodón OGM. En el norte de India, el cultivo del algodón ha caído en manos de
las multinacionales y sus semillas modificadas genéticamente. Desde su
introducción en 2002, las semillas
creadas por la firma Bayer tuvieron un fulgurante éxito. Pero después, año tras
año, los rendimientos de las cosechas empezaron a descender. La última cosecha,
la de 2011, ha sido tan mediocre que las autoridades judiciales del estado de
Madhya Pradesh han impuesto una multa de 850.000 euros a Bayer, por engaño en los
rendimientos de su producto. En el vecino estado de Andra Pradesh las cosas
tampoco han ido bien y la ira contra la multinacional es un rumor bronco.
El algodón transgénico agota el suelo de India. Es un
tipo de cultivo que necesita más agua y, últimamente, requiere de más
fertilizantes artificiales. Es resistente a ciertas plagas, pero ha empezado a
mostrar debilidad hacia bacterias, virus e insectos chupadores. Al necesitar enriquecer
la tierra, las familias campesinas hindúes se endeudan comprando abonos
químicos.
Al parecer, en 2006 miles de campesinos arruinados de la provincia de Vidarbha
se suicidaron ingiriendo pesticidas. Los técnicos que venden las semillas OGM en
India critican la ignorancia del campesino hindú en el manejo de su producto,
lo que puede ser rigurosamente cierto. Pero también es cierto que se está
perdiendo la sabiduría tradicional del agricultor local y que empiezan a desaparecer
las semillas naturales. Es un empobrecimiento cultural extremadamente peligroso
para las futuras generaciones.
En Estados Unidos, los cultivadores de algodón
transgénico pasaron de los 34.000 registrados en 1997, a los 19.000 de 2007. Dicen que por la lógica
concentración de tierras, la automatización y racionalización de los cultivos. Lo cierto es
que el algodón Bt impide los destrozos de una voraz oruga, pero ha dejado vacío un
nicho ecológico que ahora ocupan otras oruguitas, poco conocidas y que prosperan
sin rivales a la vista. La solución es usar más pesticidas, algo que ya sucede en
USA y en China, lo que invalida uno de los factores que más utilizan los
defensores de los OGM.
Los rendimientos del algodón transgénico bajan en India y
también en los Estados Unidos. Es un cultivo complejo, que necesita de una
tecnología fuera del alcance de la mayoría de los campesinos pobres. La
dependencia respecto de los proveedores de semillas se amplia con una asistencia
técnica costosa y permanente, porque las sorpresas son continuas. Por ejemplo,
los herbicidas tradicionales empleados en los campos de algodón transgénico ya
no funcionan. En Georgia (USA) se producen fenómenos de resistencia masiva y es
necesario arrancar las malas hierbas a mano, y después quemarlas para evitar la
propagación de semillas, recurriendo a la contratación de mano de obra hispana
y barata.
Los OGM, siguen en el punto de mira de los defensores de
la naturaleza y ahora están mostrando la cara oculta. Nunca se puso en duda su
beneficio inmediato (¡la revolución verde!), pero empezamos a conocer su
capacidad de destrucción agrícola, ambiental, social y cultural, a medio y
largo plazo.