LA MARCHA POR EL CLIMA
Y REINO DE ESPAÑA
Con los peores de la clase
Planta termosolar de Abengoa. Tecnología española censurada |
La mayor quiebra empresarial
española, la de la ingeniería Abengoa, forma parte del lodazal energético
nacional. Con una deuda abultada y una gestión empresarial infumable, Abengoa tenía
los días contados desde 2010. Su sentencia de muerte fue firmada cuando el
gobierno de entonces (socialista) empezó a reducir las subvenciones a las energías renovables.
A partir de 2011, el nuevo
gobierno (derechista) remató esas subvenciones y arruinó a toda
empresa que trabajara en energías renovables y en sistemas sostenibles. Abengoa es la mayor de
todas y su "calculada" quiebra nos demuestra que las políticas energéticas nunca son
inocentes. Lo de quiebra "calculada" parece evidente, ya que sus directivos no son idiotas y, al parecer, empezaron a vender sus más valiosos muebles hace varios años y a sacar su propiedad y gestión fuera del país. Un "alzamiento preventivo de bienes", como expresaría un jurista.
Independientemente de cómo se defiende o se protege el Capital de las acechanzas de otros rivales, el embrollo financiero de Abengoa nos muestran que, cuando beneficias fuertemente a los combustibles fósiles, enfermas y acortas la vida de los ciudadanos, aceleras en cambio climático, creas un severo déficit democrático, fuerzas la quiebra de empresas y contribuyes a enriquecer a los criminales de Oriente Medio
Independientemente de cómo se defiende o se protege el Capital de las acechanzas de otros rivales, el embrollo financiero de Abengoa nos muestran que, cuando beneficias fuertemente a los combustibles fósiles, enfermas y acortas la vida de los ciudadanos, aceleras en cambio climático, creas un severo déficit democrático, fuerzas la quiebra de empresas y contribuyes a enriquecer a los criminales de Oriente Medio
El plan estaba claro. En el
Reino de España, potenciar energías diferentes a la nuclear y a la obtenida mediante
combustibles fósiles atacaba los intereses de tres corporaciones muy concretas:
el lobby eléctrico, el lobby petrolero y el lobby de la automoción. Las tres habían encontrado en los
sucesivos gobiernos pseusocialistas y de la derecha aliados complacientes y
agradecidos.
Los resultados de la política
energética española perpetrada desde hace más de una década, se muestra a plena
luz en vísperas de la apertura de la COP 21 en París. En los encuentros
internacionales que protegen el medio ambiente, la España “oficial” nunca tuvo
una figura tan triste. Ni una propuesta, ni una sugerencia o iniciativa. Solo
un arrastrar los pies con infinita desgana, tratando de pasar desapercibida
mientras incumple los compromisos europeos en la materia y se sitúa como el
estado miembro con más infracciones a la normativa ambiental europea.
Al lado de la oscura presencia
española, otros son los protagonistas que brillará con luz propia en la COP 21
de París. Uno será la denominada Sustainable
Development Solutions Network (SDSN) que, bajo el amparo de Naciones
Unidas, moviliza a expertos y científicos del mundo universitario, de la
sociedad civil y del sector privado para encontrar soluciones al desarrollo
sostenible a nivel global.
Su proyecto DDPP (Deep Decarbonization Pathways Project) engloba
a personalidades de 16 naciones, responsables del 70% de las emisiones
globales: Australia, Brasil, Canadá, China, Francia, Italia, Alemania, India,
Indonesia, Japón, México, Rusia, Sudáfrica, Corea del Sur, Reino Unido y Estados
Unidos. El Reino de España no aparece en la lista, y con razón.
En estas semanas, la conocida
consultora Pricewaterhouse Coopers (PWC) publicaba el informe “El cambio climático en España, 2033. Hacia una economía baja en carbono”. Un documento de 120 páginas que sitúa a
España a la altura de nación europea sucia y atrasada en materia de emisiones,
con una previsión de aumentos de los gases de efecto invernadero hasta 2033 de
un 83%. La cifra señala que estamos ante un escenario de emisiones muy superiores
a los objetivos de la Unión Europea.
El fracaso español es
desmenuzado por PWC, calculando que en el año 2020, el Reino de España superará
en un 9% los objetivos comunitarios de emisiones de gases de efecto
invernadero. Lo verdaderamente inédito es estar ante un país en recesión, deflación,
estancamiento, con crecimientos de PIB mínimos o negativos y que, sin embargo, está
aumentando sus emisiones a tan elevado ritmo.
Pero lo hace porque suspende
en todas las políticas energéticas sectoriales. En la del transporte, ya que
potencia el transporte por carretera y el coche privado en las ciudades, al
tiempo que reduce o congela el desarrollo del ferrocarril convencional. En la construcción,
dejando en mínimos la rehabilitación energética de viviendas y despreciando la
adopción de normas técnicas de construcción avanzadas. En la industria,
abandonando las tecnologías limpias en favor del desarrollo sucio. En la agricultura, con uso intensivo de fertilizantes y agroquímicos que potencian las emisiones.
Pero es en el sector
energético donde el fracaso ha sido más abultado, al castigar el necesario impulso
masivo a las energías renovables, favoreciendo la continuidad de las
subvenciones a las energías fósiles. Hasta el carbón se ha visto beneficiado a
causa de sus bajos precios en Australia e Indonesia, potenciando las importaciones
españolas con destino a centrales térmicas eléctricas.
El resultado es un incremento
del 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero registradas en el año
2014, cifra puesta de manifiesto hace una semana escasa. El dato coloca a
España en el pelotón de los idiotas de clase, junto a Bulgaria, Letonia y
Chipre, estados miembros de la Unión Europea que también brillan por sus
incumplimientos y sus crecientes emisiones.
Al mismo tiempo, el Plan de
Energías Renovables propuesto por el Reino de España hasta 2020, sigue
apostando por alcanzar los 84 GW instalados, básicamente mediante energía solar
y eólica. En realidad se trata de un sueño imposible pues ahora mismo estamos
en 33 GW y no hay datos que induzcan a pensar en la intención de instalar los 51
GW que faltan.
Hace unos días, en la
efervescencia que precede a la COP 21, la Fundación Nicolas Hulot recordaba los
650.000 millones de dólares empleados cada año, en todo el mundo (el G20 lo
cifraba en 450.000 millones) para subvencionar el carbón, el petróleo y el gas
en el planeta. Una escalofriante cifra que podía emplearse en potenciar las energías
renovables a lo largo y ancho del mundo, especialmente en las sociedades más
contaminantes.
Planta solar fotovoltaica en las colinas de Ruanda |
La posición del Reino de
España en París será incómoda. Si yo fuera su representante seguiría las
sesiones desde la barra del bar, lejos de las miradas. Así no sentiría
vergüenza ante el brillo de naciones como Marruecos y sus prodigiosos avances
en energía solar térmica. También destacarán Portugal y Escocia con sus
energías marinas, la paupérrima Ruanda y su planta solar fotovoltaica, la más
grande de África, o Kenia y su programa solar autosuficiente, que abastecerá al
50% de la población el electricidad fotovoltaica.
Mejor no sonrojar al personal con la proeza de Uruguay, una nación que actualmente obtiene el 94,5% de su energía eléctrica de fuentes renovables (hidroeléctrica, solar, geotermia, biomasa y eólica). Precisamente la firma española Abengoa fue la responsable de fabricar e instalar el campo eólico Peralta I, en el centro del país, al que seguirá el Peralta II, esta vez con ingeniería alemana. En Uruguay se acabaron hace tiempo las subvenciones al carbón y hoy mira por encima del hombro a los idiotas españoles y su podrido sistema energético.
Mejor no sonrojar al personal con la proeza de Uruguay, una nación que actualmente obtiene el 94,5% de su energía eléctrica de fuentes renovables (hidroeléctrica, solar, geotermia, biomasa y eólica). Precisamente la firma española Abengoa fue la responsable de fabricar e instalar el campo eólico Peralta I, en el centro del país, al que seguirá el Peralta II, esta vez con ingeniería alemana. En Uruguay se acabaron hace tiempo las subvenciones al carbón y hoy mira por encima del hombro a los idiotas españoles y su podrido sistema energético.
La mejor marca que podría
exhibir el Reino de España en la materia es el incremento del 10,23% registrado en
el precio de la factura de la electricidad entre los años 2011 y 2015. Poca
cosa, comparado con el incremento del 83% ya soportado desde 2003 hasta ahora y que va seguir
creciendo. Aumentará aún más, porque las compañías comercializadoras de energía
eléctrica en España anuncian que subirán sus márgenes el 30%, gracias al nuevo y
estupendo sistema de recibo de la luz, organizado por el gobierno y los lobbies
eléctricos.
Hay que estar presente en la
Marcha del Clima del 29 de noviembre organizada en cada ciudad del planeta.