INTERRUPTORES HORMONALES
Naciones Unidas se pronuncia
Ha tardado más de la cuenta pero,
finalmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) vuelve a informar sobre las
hormonas sintéticas que nos matan. La OMS, timorata y escurridiza, utiliza el
IOMC (Inter–Organization Programme for
the sound Management of Chemicals), un organismo de cooperación científica
entre diversas agencias de Naciones Unidas, la OCDE y el Banco Mundial. El
título del informe es “Evaluación Global sobre Disruptores Endocrinos Químicos 2012” y
acaba de ser hecho público.
Desde que la Asociación Europea
de Pediatría Endocrina, la Agencia Europea de Medio Ambiente y la propia OMS empezaran a alarmarnos desde 2002 con las substancias químicas que interfieren con nuestras
hormonas, han pasado más de diez años. Tiempo suficiente para que la OMS y sus
socios de la IOMC constaten algunas novedades recogidas en este nuevo informe:
- La calidad y cantidad de los espermatozoides humanos a nivel mundial ha descendido. En algunos países, baja una media superior al 40%.
- Aumentan las malformaciones genitales en recién nacidos (Cryptorquidia e Hypospadia)
- Aumentan los nacimientos de bebés bajos de peso y los partos problemáticos.
- Aumentan los desórdenes neuronales asociados a la glándula tiroides.
- Aumenta la incidencia de cánceres hormonales en la población mundial (Pecho, matriz, ovario, próstata, testículo y tiroides)
- Aumentan los casos de desarrollo mamario precoz y adelanto de la pubertad en niñas, creciendo el riesgo de cáncer
- Aumenta la obesidad (En 2012 había 1.500 millones de seres humanos obesos)
- Aumenta la diabetes en el mundo (153 millones de diabéticos en 1980; 347 millones en 2008).
Junto a esta lista de certezas
epidemiológicas, con mayor incidencia en las sociedades más desarrolladas, el
informe sugiere el protagonismo de los disruptores endocrinos en el asma, la
hipertensión arterial, los ictus, el Alzheimer, el Parkinson, las infecciones
resistentes y las enfermedades auto-inmunes.
Algunos de los disruptores endocrinos se desprenden de los plásticos que usamos como recipientes de comida |
El informe calcula que unos 800
productos o moléculas químicas fabricadas por el hombre pueden actuar como perturbadores
hormonales, pero solo una mínima fracción de esos productos ha sido investigada.
Apenas se han estudiado los efectos a medio y largo plazo de los químicos más frecuentes
en el comercio y que someten a la población a una exposición global y
permanente.
Esa exposición llega a través de
los pesticidas de uso corriente, los ingredientes de productos farmacéuticos, en
aditivos y contaminantes presentes en los alimentos, en productos de cuidado
personal y de cosmética, plásticos, textiles y materiales de construcción. Al
atravesar sin problemas las estaciones de depuración de aguas residuales, las
substancias pseudo-hormonales pueden estar presentes en el agua del grifo.
Las sociedades más civilizadas ofrecen recipientes de plástico libres de Bisfenilo A (BPA) |
¿Dónde están? Esos venenos son
los parabenes (Metilparaben, Etilparaben, Propilparaben, Butilparaben) que
encontramos en la pasta de dientes, el champú o las cremas de belleza. Son los
BPA (Bisfenilo A) de los policarbonatos y las resinas epoxy que recubren el
interior de las latas de conserva, las etiquetas termoimpresas o el papel film
de cocina. Son los plastificantes (ftalatos) y retardadores de llama disueltos en
botellas de agua o refrescos y los objetos de uso corriente, como salpicaderos
de coches, ordenadores, moquetas, fundas de asientos o recipientes plásticos para comida.
¿Qué hacer? La erradicación de
otras substancias peligrosas ha funcionado. Basta recordar el DDT, el
plomo de las gasolinas, el amianto, el pesticida Clorpyrifo o el
Tributylin usado en la pintura de los buques. Ahora, los consumidores se
enfrentan a substancias que penetran en sus hogares escondidas en la bolsa de
la compra, para terminar en su cocina, en sus platos y en el cuarto de baño.
La única protección es lograr erradicar estos venenos de la industria química
internacional.
Los gobiernos saben que los
disruptores hormonales amenazan a la especie humana porque destruyen a nuestro
sistema reproductivo. Saben que la plaga del cáncer está alimentada con basura
química. Detrás de esa basura están las empresas químicas y las industrias.
Prohibir una sustancia que mata o enferma molesta a las industrias porque las obliga a cambiar sus procedimientos. Estamos ante un delito tipificado como
“crimen consentido y organizado” contra el derecho a la vida y la salud de las
personas. Esto se nos va de las manos y los jueces deberían empezar a decir algo.