ELECCIONES EN ESPAÑA
Cosas de la política
Ha pasado un año, era en junio
de 2015, cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicaban sendos estudios
sobre la desigualdad de los ingresos (salarios) individuales en 100 países
(FMI) y en las 31 naciones más desarrolladas del mundo (OCDE).
Las conclusiones de ambos estudios
coincidían señalando que, entre los años 1980 y 2010, es decir, en los treinta
años de imperio del neoliberalismo, las desigualdades individuales habían
aumentado fuertemente y que seguían incrementándose, confirmando ser un freno
para el desarrollo económico de los países concernidos. El FMI llegaba a pedir
excusas por los errores cometidos y que tanto sufrimiento estaban causando a
los más débiles y desprotegidos.
Los gobiernos, mayoritariamente
dominados por la descerebrada doctrina neoliberal, no reaccionaron. En enero de
2016, la OCDE volvía a insistir en el error de unas políticas económicas que,
dominadas por la volatilidad y la estupidez de los “mercados”, seguían
profundizando en las desigualdades sociales y económicas de los ciudadanos
europeos. La economía occidental se había convertido, definitivamente, en un casposo
Casino de capital de provincia.
En febrero de 2016, la OCDE se
dirigía expresamente a uno de los grandes gurús del neoliberalismo europeo, un
tal George Osborne que ocupa el cargo de “canciller” de Hacienda del gobierno
británico, aconsejándole renunciar a las políticas de recortes y aumentar el
gasto público, en un intento de escapar de la espiral de pobreza que sume a
buena parte de la población inglesa y europea. Hace apenas unos días, la OCDE
ha vuelto a la carga. Un nuevo informe ponía de manifiesto la estúpida política
económica imperante, pidiendo poner fin a la austeridad y a los recortes.
Termino de leer la última
publicación de tres economistas franceses titulada “L´entreprise liquidée” (La
empresa liquidada). Profesores en las universidades de París y Lille, los
autores (Aubrey, Dallery, Rigot) analizan los esfuerzos del gobierno neoliberal-socialista
de Francia, y sus necias propuestas en defensa de las empresas. Manteniendo el sistema
neoliberal, en Francia se ofrecen cataplasmas llamadas Crédito de Impuesto para
la Competitividad y el Empleo, Pacto de Responsabilidad, Ley del Trabajo o la Ley
Macron, que tienen a buena parte de los trabajadores franceses en pie de guerra.
Craso error, balas de fogueo
para enmascarar la realidad. Si se desea proteger a la empresa para que siga
siendo una herramienta de creación y distribución de riqueza y empleo, las políticas
neoliberales no sirven mientras continúen siendo protegidos los peores enemigos
de las empresas: las finanzas.
Desde hace 36 años, justo el
período de tiempo analizado por el FMI y la OCDE en su estudio sobre la
desigualdad, los mercados financieros (las finanzas) han impuesto su visión
cortoplacista a las empresas, se han dedicado a presionar a las empresas para
que distribuyan más dividendos, han reducido los proyectos de inversión y
mantenido, solamente, los más rápidamente rentables, ha destruido el
crecimiento y el empleo engendrando una sucesión de burbujas y crisis que han
favorecido las desigualdades.
¡Vaya! Pues parece que ya
tenemos identificados a los responsables de tanta miseria. Entre la Ruleta
imbécil de la “economía financiera” y la estupidez de la contención del déficit
y de los recortes, los idiotas de siempre han logrado estancar la economía de
Europa.
¿Tiene solución? Siempre la
tiene, si se conocen las causas del problema. La respuesta es volver a colocar
a los economistas financieros y sus mercados en el asiento de atrás del coche
(mejor en el maletero) y no volver a permitir que se hagan con las llaves de
contacto y, muchísimo menos, que ni rocen el volante. Pero antes del traslado hay
que entregar el finiquito a los políticos que cedieron las llaves a los croupiers del Casino a cambio de propinas
personales.
Otras reflexiones europeas
profundizan en los actuales devaneos y demencias. Suelo seguir de cerca al
periodista francés Jean Quatremer (Nancy 1957). Corresponsal en las
instituciones comunitarias desde hace décadas, conoce al dedillo las majaderías
de la Comisión y vive de cerca el imparable desplome de la Unión Europea, profundamente
infectada de neoliberalismo.
Con motivo del “Brexit” del Reino
Unido, que será votado en referéndum el día 23 de junio, su reflexión sobre la eventual
salida británica de Europa llega cargada de racionalidad. No puedo reprimirme
ofrecer, traducida libremente, su irónica reflexión sobre este eventual “Brexit”
Amigos ingleses:
En vista de que sois los únicos tentados por el “Brexit”, no os dejéis
convencer por los argumentos de los partidarios de quedaros y votad por salir
el 23 de junio. Aunque debo ser honesto: en realidad, a vosotros no os interesa
en absoluto abandonar la Unión Europea. Es evidente que los partidarios del “Brexit”
os mienten al intentar haceros creer que, en solitario, os defenderéis mejor en
un mundo ya dominado por Estados Unidos, Asia y, mañana, por África. Sobre
todo, teniendo en cuenta que la Europa que detestáis está ya entre vuestras
manos ideológicas, hasta el punto de gobernar a 28 naciones en vuestra lengua.
Pero eso no importa. Yo defiendo aquí el punto de vista de la Unión. Y
es por su interés por lo que debéis largaros de ella. Si os quedáis nos vais a
envenenar la vida más que nunca. ¿Por qué? Porque David Cameron será el único
líder europeo capaz de haber ganado un referéndum sobre Europa y jugará entonces
un papel mucho más central en el juego comunitario. Él y sus sucesores
negociarán concesión tras concesión hasta enterrar, para siempre, el sueño
federalista de los padres de Europa y completar la transformación del Viejo
Continente en una zona de Libre cambio cada vez más entregada.
Toda esperanza de un renacer europeo quedará definitivamente sepultado.
De hecho, la Unión se está muriendo, carente de la voluntad de los líderes europeos
de llegar más lejos. Los escenarios nacionales están ya dominados por
soberanistas que confiscan el debate, e incluso el poder, como sucede en la Europa
del Este.
Los valores europeos han volado en pedazos, como lo demuestra el
abandono del derecho de asilo, y los partidos de gobierno piensan que unas
elecciones solo pueden ganarse desde el euroescepticismo, a pesar de que la
última elección presidencial en Austria ha mostrado justamente lo contrario…
Si votáis quedaros con nosotros, el temor de un inmediato hundimiento
de la Unión, muy costoso política y económicamente, desaparecerá. Entonces
¿Para qué correr riesgos electorales cediendo los estados miembros más soberanía,
como pasó durante la crisis de la Zona Euro? Sobre todo, teniendo en cuenta que
estas cesiones de soberanía no producen efectos que años más tarde. Es mejor
quedarnos cómodamente instalados en las conquistas europeas, cada día más
atacadas.
En definitiva, amigos ingleses, vuestra permanencia en la Unión Europea
evitará una crisis inmediata, pero frenará permanentemente el proyecto europeo
hasta su desaparición final. Europa, que deseaba pesar sobre un mundo donde
Occidente terminará siendo un apéndice desdeñable, no será otra cosa que un
proyecto fallido que hará sonreír a los dirigentes chinos, hindúes o americanos.
Únicamente vuestra salida estruendosa permitirá a Europa rebotar,
aunque yo nunca confié en las “crisis saludables”. Europa está ya en estado de
coma y solamente un fuerte choque podría despertarla y obligar a los dirigentes
más visionarios (si es que nos queda alguno) a reaccionar para evitar el
desmoronamiento.
Vuestro sacrificio por el bien común europeo tendría un aura de
grandeza. Un sacrificio que, lo reconozco, podría desembocar en la desaparición
del Reino Unido, ante una Escocia y una Irlanda del Norte tentadas por la
independencia. En el fondo, sería la cuarta vez que acudiríais en auxilio de las
divididas tribus europeas, después de vuestra lucha contra el Imperio francés y
contra los dos Reich alemanes, al precio de grandes sacrificios.
Entonces, amigos ingleses ¡un poco de valor! Dejaos convencer por esos
brillantes líderes, como Nigel Farage o Boris Johnson, que, en el fondo, solo
buscan el bien de los europeos. Os prometemos que dentro de veinte años os
dejaremos volver. Eso sí, con la condición de regresar con una cuerda al cuello
y con hábito de penitente: un pequeño precio a cambio de salvar el sueño europeo.
Jean Quatremer