¿ECOESCÉPTICO?
Residuos al límite
de la paciencia
Bellos y occidentales recicladores en Ecoembes |
Al parecer, soy uno de tantos
ecoescépticos que recelan de la entidad denominada Ecoembes. Para quienes
todavía no saben lo que es Ecoembes y sus campañas de reciclado tengo mucho
gusto en explicarlo en pocas frases. Se trata de una asociación de empresas
privadas que nos venden productos o alimentos dentro de sus
embalajes. Al subrayar la palabra sus,
llamo la atención del consumidor sobre el hecho de que al comprar
en el supermercado un bote de plástico conteniendo champú pagamos por el
contenido, pero no nos convertimos en propietarios del bote, ya que el
recipiente sigue perteneciendo al fabricante del champú.
Cuando se nos acaba el champú, el
bote vacío debe retornar a su propietario, el fabricante que lo ha puesto en el mercado, para que éste haga
con él lo que le indica la ley. La ley española, que deriva de una Directiva
europea, le dice que lo debe reutilizar, o transformar en otra cosa, o
quemar para obtener energía, o depositar en un lugar donde nunca cree
problemas al medio ambiente. Este sistema de recoger y tratar los envases y sus
residuos se llama Sistema Integrado de Gestión (SIG).
La asociación privada Ecoembes
aparece como un elemento básico del SIG, instalando contenedores propios por
las calles donde almacenar sus envases, que en el Reino de España se
distinguen por su color amarillo. El otro elemento básico del SIG es la buena
voluntad del consumidor, estimulado o “concienciado” para que juegue su gran
papel de separador, seleccionador y transportador de los envases propiedad de las
empresas asociadas en Ecoembes hasta el contenedor más próximo. Sin la ayuda
diaria del ciudadano el SIG se desmorona.
En estos últimos días se agita
la campaña de Ecoembes bajo el sugerente título “Creados para reciclar”. El
argumento es simple: seres humanos etéreos y angelicales, casi transparentes, rubios y de piel sonrosada se funden
con bellos paisajes de bosques y montañas. “Hemos
sido creados para reciclar”. Un sopapo doctrinal para quienes sigan
pensando que hemos sido creados AMDG (A Mayor Gloria de Dios). Esto es así
porque la Tierra, aún contando con su inmensa sabiduría y esa sabia perfección donde nada se desperdicia,
obtenida en millones de años de evolución y adaptación, la muy cretina no sabe todavía
reciclar nuestra mierda.
En realidad, la imagen de seres
humanos transparentes nos señala como inocuos. Parece insinuar que estamos sobre la Tierra
como un soplo inocente de brisa. Si fabricamos pesticidas, si llenamos de
plástico los océanos, acumulamos tóxicos persistentes en el suelo,
destruimos la biodiversidad y ensuciamos
el aire, no es porque seamos una sucia plaga gobernada por gente sucia, sino porque la Tierra es idiota. Una retrasada sin tecnología que no se
adapta a nuestra estupenda sociedad de consumo.
Nosotros (Ecoembes) estamos
aquí para ayudar a la estúpida Madre Tierra, para auxiliar a la torpe Madre Naturaleza que no
sabe literalmente qué hacer con el venenoso hexaclorociclohexano (Lindano) esparcido por Bilbao y Sabiñánigo, con el siniestro Bisfenilo
A que anida en las latas de conserva, con una mortífera radiación de Plutonio o con el poliestireno de la bandeja que guarda nuestras pechugas de pollo cargadas del campylobacter, todos ellos
fabricados por los divinos seres rubios del anuncio. Una campaña para
descerebrados.
La telenovela emitida por Ecoembes
coincide con los datos publicados por Eurostad (Oficina de estadísticas de la
Unión Europea), donde el Reino de España sigue reciclando menos de lo previsto y
plantea serias dudas ante el horizonte de 2020. Para algunos firmes defensores del
SIG, esos datos están equivocados y en realidad reciclamos mucho más. Lo que
pasa es que en Eurostad nos tienen manía o son idiotas que usan datos
contradictorios.
Lo más bonito que nos dicen en
Eurostad es que reciclamos el 66,5% de los envases depositados en los
contenedores. Un porcentaje sobresaliente y que supera a los mostrados por
Noruega, Suecia y Finlandia, lo que invita a la meditación trascendente. Sin embargo, por otro lado nos dicen que solo
tratamos correctamente el 30% de todas nuestras basuras (20% de reciclaje y 10%
de compostaje), lo que conduce a la perplejidad intrascendente.
Hace décadas que los
“Ecoescépticos” ruegan que los porcentajes de envases reciclados que utiliza Ecoembes se refieran a envases fabricados y puestos en el mercado por las
empresas adheridas a Ecoembes, no a los envases recogidos. Cada vez que se pide el dato anual total de todas
las tarrinas, botellas, botes, latas y garrafas de plástico repartidas por las
estanterías del país, el silencio suele ser norma. Personalmente, no dudo que el
SIG recicle el 66,5% de los envases que llegan a sus contenedores, pero todos sabemos
que en los contenedores no se deposita todo lo fabricado y distribuido. ¿Dónde está el resto?
El problema de credibilidad y eficiencia
no es exclusivo del Reino de España. Sociedades europeas más autocríticas han puesto
en marcha el SDDR (Sistema de Depósito, Devolución y Retorno) que dispara las
buenas cifras de recogida selectiva y de reciclaje, ya que el envase es “vendido”
al consumidor y éste recupera su dinero al entregar el envase vacío para su tratamiento legal. Lo malo
del SDDR es que las grandes distribuciones lo detestan, así como los
fabricantes de envases.
No obstante, resulta sosegante contemplarnos en la Campaña “Creados para reciclar” como un grupo de semidesnudos espíritus
puros e inocentes, incapaces de destruir el clima con nuestras deyecciones y destruir a
nuestra propia especie esparciendo alegre y abundantemente perturbadores hormonales y herbicidas como el Roundup de Monsanto (Glifosatos N-Fosfonometilglicina). Una mierda
declarada oficialmente hace un par de semanas por el laboratorio IARC –
Organización Mundial de la Salud, como substancia cancerígena incluida en el
Grupo 1. Tan cancerígena como el benceno, el amianto o la radiación nuclear. Eso sí que no se puede reciclar.
Es lógico que los ecoescépticos proliferen.