BOMBILLAS VENENOSAS
La estafa global
Bombilla de Livermore 112 años encendida ininterrumpidamente |
Han pasado doce años desde que
instalé en mi casa las primeras bombillas de bajo consumo y ya empiezan a morir.
Los responsables de esta inundación de bombillas fluorescentes en el mercado
deberían haber previsto la llegada de este día y preparado una
infraestructura para reciclar unos objetos peligrosos. A la muerte masiva de
las primeras generaciones de este tipo de bombillas se suma, con la prueba del tiempo, la pobre nota
alcanzada en su utilización y las torpes mentiras que han rodeado su
implantación.
En realidad, el universo de la
bombilla ha sido un lodazal de trampas desde que el señor Edison patentó su
maravilloso filamento incandescente y se lo vendió a cuatro corporaciones multinacionales.
Una de esas pioneras bombillas, con su burbuja de espeso vidrio al vacío,
herméticamente cerrada y con su grueso filamento, sigue encendida desde el año
1901. En estos tiempos de productos basura resulta asombroso verla aún encendida,
en tiempo real, mediante una webcam (Livermore – Pensilvania (USA) – Parque de
Bomberos). Dentro de pocas semanas habrá cumplido 112 años (un millón de horas).
La promesa de un producto de
tanta calidad fue saboteada en 1924 por el cártel Phoebus. Hasta ocho
fabricantes mundiales de bombillas (General Electric, Philips, Osram,…) se
unieron para repartirse el mercado,... con el compromiso de no fabricar bombillas
que durasen más de 1.000 horas. El cártel se mantuvo hasta 1955, pero su
doctrina ha pervivido hasta la definitiva muerte comercial de la bombilla incandescente
en 2012 (Unión Europea). Oficialmente, la bombilla incandescente era
derrochadora de energía, emitía radiaciones electromagnéticas y duraban ¡¡ muy poco!!. Para colmo te quemabas los dedos si las tocabas encendidas y eran demasiado
baratas.
Las fluocompactas engañosas nos invaden |
Fueron sustituidas por un
diabólico invento llamado “bombilla Fluocompacta” o de bajo consumo. Prometía gigantescas reducciones de consumo eléctrico, duración eterna con la misma
capacidad lumínica y gran respeto ambiental. Todo era un cuento chino: la
industria de la bombilla fluocompacta necesita emplear ingentes cantidades
del detestado mercurio, es más cara y apenas ahorra el 3% de la energía eléctrica
con una esperanza de vida, sin duda alargada, aunque más limitada de lo previsto. Si una fluocompacta se rompe, el vapor de mercurio
encerrado en su retorcido tubo escapa a la atmósfera y hay que ventilar rápidamente
para no aspirarlo.
Las primeras bombillas de bajo
consumo costaban una fortuna y contenían más de 10 mgr de mercurio (las
fabricadas en China llevan mucho más). Mientras la Unión Europea invitaba y legislaba
a favor de las nuevas bombillas y su mercurio (menos de 5 mgr en cada una),
lanzaba sus maldiciones contra los termómetros clínicos de mercurio y los
transformaba en objetos casi terroristas. Al mismo tiempo, su cruzada
antimercurio forzaba el cierre de las minas de Almadén (Ciudad Real, Reino de España) pero miraba hacia otro
lado ante fábricas como Solvay (Torrelavega, Reino de España), que sigue
empleando mercurio en sus procesos catalíticos y vierte el veneno, día a día,
en el Mar Cantábrico
Espectro de una bombilla halógena. Como el sol y muy baja en radiación Azul y Violeta. Un tipo de radiación de color que resulta perniciosa para la salud humana (rayos UV) |
Cuando las bombillas
fluocompactas mueren no pueden ser depositadas en la basura. Son residuos muy peligrosos
que deben ser llevados a un Punto Limpio y recicladas (descontaminadas) con
un importante coste ambiental. Para colmo, ahora nos aconsejan que jamás usemos
estas bombillas a menos de 30 cm de nuestras cabezas (mesitas de noche, mesas
de trabajo), porque emiten un considerable campo electromagnético. Tampoco debemos
fiarnos de su luz, pobre en el espectro de frecuencias y deformadora del color.
Además, su intensidad luminosa, medida en “candelas”, es miserable. Una antigua
bombilla incandescente de 650 candelas (60W), tendría su equivalente comercial en
una fluocompacta de 8W que proporciona 340 candelas.
Si nos centramos en la gran
excusa para promocionar la bombilla fluocompacta, el ahorro energético, nos
encontramos ante una situación absolutamente idiota. La iluminación de los hogares representa
entre el 2% y el 5% del consumo eléctrico total doméstico. Teniendo en cuenta
que en las facturas de la energía eléctrica, en el Reino de España, los costes
fijos acaparan el 70% de la cifra total (sin el 21% de IVA), la economía conseguida
es ínfima y ridícula.
Bombilla de LEDs |
Despreciable ahorro
energético, mala calidad de la luz emitida, precio de compra elevado, efectos
perniciosos por radiaciones electromagnéticas, costoso reciclaje al final de
vida útil, más emisiones de CO2 y más mercurio esparcido en el
entorno (en la actualidad, solo el 20% de las bombillas fluocompactas son
correctamente recicladas en la Unión Europea). ¿Cuál es la alternativa? Nos hablan
del LED y nos horrorizamos ante su precio. Pero tenemos delante la alternativa:
son las bombillas halógenas.
Bombilla halógena: la perfecta alternativa |
La bombilla halógena no contiene
venenos, cuesta 2 euros, es solo vidrio y metal inerte, su luz es de altísima calidad y su espectro de color es el más parecido al del sol, consumiendo un 30% menos
de energía que las viejas incandescentes. Si desenchufamos nuestros cargadores
de móvil y apagamos los Stanby de nuestros juguetes electrónicos cuando no los usamos compensamos su sobrecoste
energético frente a la fluocompacta. Con tantas ventajas, algún político idiota
terminará por maldecirlas y prohibirlas.