PESCA Y MEDIO AMBIENTE
Aquí está el Cambio Climático
La laminaria (Laminaria digitata) es un alga parda propia de aguas frías y de irregular distribución en el Cantábrico. Es habitual en las costas de Lugo y Asturias, para hacerse más rara conforme nos acercamos a Vizcaya. Mediada la década de los ochenta, la frontera del hábitat de la elegante alga se situaba en Cantabria occidental, en torno al cabo de Ajo. Más al Este, hacia Bilbao, las aguas son más calientes y el alga declina hasta hacerse inexistente.
Entre los años 1980 y 1990, la orilla de las playas de Oyambre y Gerra, abiertas entre Comillas y San Vicente de la Barquera, se cubría periódicamente de laminarias arrancadas por el mar de fondo. Por esa época, el puerto de San Vicente albergaba una flota de embarcaciones algueras, con buceadores que usaban compresores y el sistema "kalumet" para arrancar a mano el alga roja "Oca" o "Caloca" (Gelidium) que crecía en las praderas submarinas extendidas frente al cabo Oyambre. La cosecha de la Oca empezaba en primavera, aunque a partir de marzo era indispensable erradicar, previamente, los extensos campos de "rabos" (así llamaban a las laminarias) que invadían las praderas. Era la forma, un tanto agresiva, de que la valiosa Oca creciera y prosperase libre de competidores.
Pocos años más tarde, hacia 1993, el sistema de explotar la Oca por el expeditivo método de arrancarlas, fue abandonado por los daños ambientales que producía y las laminarias dejaron de ser metódicamente exterminadas. Pero el indulto humano no significó su salvación. Es difícil precisar cuándo dejaron de verse laminarias agarradas a las rocas sumergidas de Oyambre. Hacia el año 2000, los campos de ondulantes laminarias habían sido reemplazados por manchas de otra alga parda, la Cystoseria tamariscifolia.
Hoy, es todo un hallazgo tropezarse con una laminaria varada sobre la arena de Oyambre. Incluso la Guía del patrimonio litoral de Cantabria, publicada por el Gobierno regional en 2010, ya no mencionaba la especie como propia de sus aguas regionales. La razón no puede ser otra que el avance del cambio climático y el constatado aumento de la temperatura de las aguas del Cantábrico. Las aguas de Cantabria son ahora más calientes y la laminaria ha escapado.
Especies invasoras
Unas especies van y otras vienen. El sargo (Diplodus sargus), antes tan abundante en las costas rocosas del Cantábrico, entró hace unos años en las cartas de los restaurantes marineros. En los últimos tres años, sus cuevas submarinas se han ido vaciando por la persecución, comercial o deportiva, y el nicho ecológico saqueado ha sido ocupado por un pez tropical que adora las aguas templadas.
El pez Ballesta (Balistes carolinensis), eminentemente tropical y muy raro en el Cantábrico hace 30 años, se ha instalado en las antiguas cuevas de sargo y son ya una especie vulgar y corriente. Agresivo, con una boca potente y aletas peligrosas, adora devorar erizos y su carne empieza a ser apreciada. Dentro de unos años, el sargo será un recuerdo del pasado y será sustituido por el Ballesta en los menús (quizá bajo el nombre de Cochino de Mar). Cuando nos hallamos comido toda esta novedosa especie tropical, quizá venga otra que también nos comeremos sin preguntar.
En Asturias hay otros recién llegados desde aguas tropicales. Habitual en Canarias y adaptado al Mediterráneo desde 1970, el "Tamboril" o Pez Globo (Chimilomucterus reticulatus), es una sorpresa en el Cantábrico. Detectado en aguas asturianas en 2011, está siendo capturado por pescadores de Cudillero, de Navia y de Avilés. Cae atrapado en las redes de enmalle de fondo y en los palangres para merluza. Su carne es tóxica (vísceras) y se alimenta de erizos.
En Canarias, el Tamboril ha sido presa de las nasas gigantes y sus poblaciones han mermado en las islas más orientales. Sin el acoso de este depredador, las poblaciones de erizos diadema (Diadema antillarum) han explotado en Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife y Gran Canaria, hasta formar extensos y estériles blanquizales: áreas submarinas desprovistas de vegetación que el diadema raspa y engulle. Ahora, si la llegada del Tamboril y el asentamiento del Ballesta se confirma en el Cantábrico, las poblaciones de erizos autóctonos tienen las horas contadas.
Los ecosistemas marinos del Mar Cantábrico están sometidos a presión. Un solo grado más de temperatura media causará más estragos. La pesca y los pescadores serán los primeros en sufrir las consecuencias del cambio climático en el océano
El alga parda Laminaria escapa de Cantabria. |
Las algas de la familia Cistoseria están ocupando el espacio dejado por las laminarias en la costa occidental de Cantabria. |
Especies invasoras
Unas especies van y otras vienen. El sargo (Diplodus sargus), antes tan abundante en las costas rocosas del Cantábrico, entró hace unos años en las cartas de los restaurantes marineros. En los últimos tres años, sus cuevas submarinas se han ido vaciando por la persecución, comercial o deportiva, y el nicho ecológico saqueado ha sido ocupado por un pez tropical que adora las aguas templadas.
Un pez Ballesta en aguas cantábricas. |
En Asturias hay otros recién llegados desde aguas tropicales. Habitual en Canarias y adaptado al Mediterráneo desde 1970, el "Tamboril" o Pez Globo (Chimilomucterus reticulatus), es una sorpresa en el Cantábrico. Detectado en aguas asturianas en 2011, está siendo capturado por pescadores de Cudillero, de Navia y de Avilés. Cae atrapado en las redes de enmalle de fondo y en los palangres para merluza. Su carne es tóxica (vísceras) y se alimenta de erizos.
El tamboril espinoso, propio de Canarias y el Caribe, se hace presente en Asturias. |
Los ecosistemas marinos del Mar Cantábrico están sometidos a presión. Un solo grado más de temperatura media causará más estragos. La pesca y los pescadores serán los primeros en sufrir las consecuencias del cambio climático en el océano