LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

sábado, 14 de marzo de 2015

ENERGÍAS RENOVABLES
Se acaban las excusas


Hace unos años, el gobierno del Reino de España tomó la decisión de dar el tiro de gracia a las moribundas energías renovables. Previa y abundantemente acuchilladas por un gobierno socialista, el nuevo gobierno conservador asestó una nueva tanda de navajazos sobre el cuerpo postrado al recortar otros 3.000 millones de euros en subvenciones. El apagón significó el frenazo en la energía eólica, ampliado con la amenaza de instaurar un peaje disuasorio para la energía solar fotovoltaica asumida por los ciudadanos.

No es nada nuevo para quienes defendemos la imperiosa necesidad de alcanzar una amplia independencia energética y de retrasar, en lo posible, los graves efectos del calentamiento global. Lo impensable es que el recorte de 3.000 millones de euros, decidido por el gobierno en base a informes técnicos emitidos por instituciones independientes, careciera de esos anunciados informes. Al parecer, y según cuentan los medios, la decisión tomada por Ministerio de Energía, Industria y Turismo fue anterior en fecha a las conclusiones de uno de los informes encargados, mientras que el segundo informe nunca se entregó.

Sin hacer una exhibición de brillante inteligencia, cualquier lector deduce que el recorte no fue debido a razones técnicas, sino meramente políticas. Esas razones políticas no serían otras que la entrega en brazos de las corporaciones eléctricas agrupadas en el lobby UNESA (nucleares, carbón, gas, fueloil). Por el Congreso de los Diputados clamaban ayer algunos ingenuos representantes de pueblo pidiendo la dimisión del ministro del ramo.

Anulada la excusa técnica para el freno a las renovables, a los amigos del carbón y el petróleo les queda otra excusa para sabotear a las eólicas y a los paneles fotovoltaicos: la inestabilidad que introducen en la red eléctrica. Más de una vez, algunos listos me han asegurado que a veces llueve y no hace sol. También me han asegurado que a veces no sopla el viento. Desgraciadamente, la pregonada inestabilidad que nos devolvería a la época de las cavernas, no se sostiene. De hecho, la respuesta está en la técnica.


La ciudad de Schwerin en el buen camino

En Alemania, nación vituperada y denostada por cerebral y exigente, se toman muy en serio la eficiencia, la tecnología y las reglas de la economía libre de mercado. De ahí sus grades recelos ante el caos griego y los carnavales de la improvisación española. Quienes desprecian a las energías renovables por su inestabilidad deberían darse una vuelta por Schwerin – Lankov, bella capital del Land de Mecklenburgo, al norte de Alemania. Allí, la empresa Younicos AG, fabricante de modernas baterías de todo tipo, ha montado un Parque de Baterías de 5 megawatios, a 380 voltios y con 20 años de vida útil.

El trabajo del Parque es garantizar la estabilidad de la red local, que suministra energía eléctrica de origen eólico y solar a 60.000 habitantes. No es la única. En Leighton, al norte de Londres, funciona otro Parque de Baterías de 6 Mw, y en la isla de Graciosa (Azores) la empresa germana ha instalado un sistema eléctrico que incluye un Parque de Baterías de 2,6 Mw, abastecido con 4,5 Mw de origen eólico y 1 Mw de origen solar, capaz de aportar el 65% de la energía necesaria en la isla. Estabilidad y almacenamiento solucionados.


Parque de Baterías en Schwerin

Según los responsables de Younicos AG, toda Alemania podría beneficiarse del sistema de almacenamiento de electricidad proporcionado por unos 60 Parques de Baterías, distribuidos por todo el país y alimentados por instalaciones de renovables en todos los formatos, desde grandes plantas solares y campos eólicos, hasta sistemas domésticos montados por particulares en sus tejados y azoteas. Esos Parques, del tamaño de un estadio de fútbol, estabilizarían los aportes de las caprichosas energías renovables, haciendo definitivamente innecesarias la mayoría de las centrales nucleares y claramente desmantelables las accionadas por sucios combustibles fósiles.

Además, con el nuevo sistema se podría prescindir, en gran medida, de las innumerables líneas eléctricas de alta tensión que recorren los territorios y que son caras de construir, costosas de mantener y que generan pérdidas energéticas. El abastecimiento sería menos frágil ante catástrofes que afectaran a las grandes plantas de generación de un modelo excesivamente centralizado y en manos de grandes corporaciones. Un sistema claramente perturbador de la democracia y la seguridad energética de las familias.


La capital de Graciosa, en Azores (Portugal) dispone de
su Parque de Baterías estabilizador.


Los parques de baterías no son la única respuesta a la intermitencia de las fuentes renovables de energía eléctrica. En este año de 2015 se anuncia la instalación en Europa (Rhode - Irlanda) de la primera planta cinética de energía. Basadas en rotores (flywheel - volantes de inercia) que giran a entre 20.000 y 50.000 revoluciones por minuto, estas plantas son capaces de aportar instantáneamente a la red la energía cinética almacenada, después de transformar el movimiento del rotor en electricidad, al accionar un generador acoplado. Desde hace siete años, en Estados Unidos funcionan unos ocho millones de estos rotores, con una potencia instalada de 300 Gw/h que equilibra las necesidades de la red eléctrica y la dan estabilidad. La firma Schwungrad Energy Limited anuncia que montará la planta con ayuda del fondo europeo para proyectos de I+D "Horizonte 2020", que aporta 2,5 millones de euros de su presupuesto para 2014.

Los rotores están construidos con fibra de carbono y giran en el vacío sustentados por campos magnéticos, sin rozamiento. En caso de necesidad, como la falta de sol o de viento, generan la electricidad previamente retenida en forma de movimiento, con una eficiencia que alcanza el 90%. No hay química, residuos o emisiones, salvo lo que genera la construcción de la planta y sus elementos. 


Imagen virtual del primer almacén europeo de energía cinética
que será construido en Irlanda

Si estas cosas pasan en naciones del norte europeo, sin apenas horas de sol y con inviernos oscuros y apestosos, es fácil imaginar que las exportaciones de energía eléctrica limpia del Reino de España al resto del continente europeo pueden convertirse en un sector económico tan poderoso como el Turismo, en un motor de desarrollo y de empleo. Si no avanzamos en las energías renovables es porque un puñado de intereses particulares está zancadilleando, con inexistentes informes y embustes pseudotécnicos, el futuro de nuestros hijos.

miércoles, 11 de marzo de 2015

TELÉFONOS MÓVILES
Obsolescencia en Barcelona





El congreso mundial de la telefonía móvil (Mobile World Congress 2015) ha terminado y los medios nos han informado profusamente sobre interesantes aspectos colaterales al evento: unos 90.000 visitantes en la ciudad; hoteles al completo y especulación brutal con los precios; alegría del sector de la restauración, de las putas y del taxi. Lo que ha pasado dentro de la feria ha sido asunto para expertos y enganchados, pero yo se lo cuento: nada digno de señalar y mal asunto para el usuario convencional.

Me quedaría solo con dos informaciones supuestamente relevantes. La primera es que han inventado unos relojitos de pulsera que hacen cosas, bobadas, con la condición de llevar asociado un móvil caro y sofisticado. Con estos relojes se impone la moda de dejarse crecer la uña larga del meñique (bien puntiaguda) para así tocar con precisión la diminuta pantalla táctil del artefacto. La segunda, es que ha salido un extraordinario móvil cuya batería dura ¡29 horas! ¡Más de un día seguido! En ambos casos, el afortunado usuario deberá mantenerse muy cerca de un enchufe o bien llenarse los bolsillos con baterías accesorias.

Mientras escribo, miro de reojo mi convencional “smartphone” comprado hace un par de años. Pobrecillo. Por tres euros compré una bonita funda china que le ha protegido de roces y caídas, pero su degradación interna ha sido imparable y progresiva. La batería, que empezó aguantando valerosamente seis días, apenas dura ya 24 horas. Su memoria interna, agarrotada por tantas aplicaciones estúpidas montadas en "fábrica”, enmarañadas entre sí por Google e imposibles de extirpar, ya no es capaz ni de soportar las periódicas actualizaciones del Whatsapp. Debería cambiar de teléfono si quiero recuperar los 0,89 euros de suscripción anual abonados por adelantado.

Lo sorprendente de esta idiotez de Congress es que, en lugar de resolver los problemas de millones de usuarios los agrava. Fabricantes y operadores inundan el mercado con móviles abarrotados de majaderías que saturan flacas memorias accionadas por baterías anémicas. El usuario, después, se descarga aplicaciones complementarias y termina por llevar en el bolso o en el bolsillo un aparato artrítico y jadeante. Si a eso se añaden las benditas “actualizaciones”, la escabechina es rápida y segura.

En realidad, la propia industria está desfigurando el concepto del teléfono transportable para derivarlo hacia una especie de “tablet”, escasamente autónomo y que es imprescindible reemplazar cada doce o catorce meses antes de que se “enladrille” (“brickeado”, llaman a esa parálisis total que afecta a los superinteligentes móviles de hoy).

Para el Reino de España, con una red de Internet Móvil lenta y cara, el teléfono móvil más que un simpático y útil ingenio se está convirtiendo en una pesadez de gestión energética, en un artefacto tan caro que puede significar un gasto de 1.000 euros anuales entre la compra y el contrato, en una fuente de problemas y broncas con las empresas operadoras, en una fuente de estrés y ansiedad, en un problema ambiental,.....  Llegamos al tema.

Según parece, las líneas de móviles activas en el país superan los 50 millones. La cifra indica un parque perfectamente saturado donde muchos ciudadanos tienen más de una línea. Si los fabricantes desean vender más teléfonos tienen que diseñarlos para que fallezcan en el más breve plazo de tiempo para seguir vendiendo 30 millones de móviles al año. La obsolescencia se programa incorporando pesadas aplicaciones que estrangulen al nuevo teléfono y con colocando baterías basura, que nacen más muertas que vivas.

“Es que la tecnología de las baterías no progresa tan rápido como el software de la telefonía” - dicen los exquisitos del sector levantando la nariz. Es lo mismo que dicen los fabricantes de cochecitos eléctricos que hay que enchufar cada 100 kilómetros. Que le pregunte al californiano Elon Musk porqué sus cochazos eléctricos Tesla tienen una autonomía de 450 kilómetros y se ponen a 100 Km/h. en 3 segundos. No es cuestión de tecnología, sino de prioridades tecnológicas. Y vender un buen teléfono, que dure más cinco años, que lleve memorias operativas ampliables y que se mantenga encendido más de una semana no es en absoluto prioritario. Quien se atreviera a ofrecer un teléfono tan estupendo sería lapidado por sus colegas en el siguiente Congress durante fiesta de inauguración.

¿Es posible conseguir este tipo de teléfono? Probablemente sí, aunque reduciendo drásticamente la carga de aplicaciones disponibles. Lo de las baterías es asunto más complejo. Baterías de larga duración existen, pero solamente tienen uso militar. La excusa para no ponerlas en el mercado es que son peligrosas porque, al concentrar tanta energía en poco espacio, pueden explotar o incendiarse. ¡Lo que nos faltaba por escucha! Resulta que nuestros esforzados soldados, además de jugarse la vida frente al enemigo, en el uniforme de combate llevan una bomba personal con forma de batería.  

La consecuencia del negocio es un desastre ambiental. En Europa solamente se recolecta y recicla (o se revende) el 15% de los teléfonos usados. Cada año, más de 160 millones de unidades acaban en el fondo de un cajón, en un vertedero o en las cunetas. La Directiva 2012/19/UE sobre residuos de equipos eléctricos y electrónicos (REEE) intenta frenar esta sangría de energía y materias primas de alto valor despilfarradas, como las Tierras Raras usadas<en las pantallas (itrio y lantánidos), el Coltan o los metales preciosos. Si todos los móviles usados se aprovecharan en Europa, el ahorro en materias primas sería de 500 millones de euros al año.

Entre tanto, empresas operadoras como Vodafone, Orange, Jazztel o Movistar se unen a la fiesta de fabricantes y distribuidores, ofreciendo cacharros deficientes y condenados a una corta vida útil. ¿Reventa? ¿Reacondicionamiento? ¿Recuperación de materiales? ¿Economía circular? ¿Circu… qué? Nos vemos el año que viene en el  fabuloso Congress de Barcelona 2016, esperando que la industria nos deslumbre con nuevos juguetes inútiles.

martes, 10 de marzo de 2015

SACRIFICIOS
Un relato quizá comprensible

 
El desbordamiento del río Ebro y sus afluentes en el Reino de España,
en los primeros días de marzo de 2015 puede ser el resultado de muchos
factores, donde aparecen la gran sombra del cambio climático y posibles fallos en la regulación.
La cuenca del gran río español dispone de un Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) que se ha mostrado incapaz de conjurar la inundación mediante un sistema de regulación (embalses). El problema surge cuando el largo tramo medio del río no está regulado y cuando los embalses pertenecen a empresas eléctricas privadas, quizá reticentes a turbinar o desaguar cuando no les conviene económicamente. ¿Se hará público un  análisis transparente de las causas?

Ha quedado atrás una fea semana de marzo en el Reino de España, con inexplicadas inundaciones en el norte del país (desbordamiento del río Ebro), con absurdos calores veraniegos en el sureste de la nación, con los 150.000 millones de euros que cuestan los perturbadores endocrinos a los europeos (cáncer, diabetes, obesidad, infertilidad..), con la certificada pobreza que sumerge a 12,5 millones de españoles (Comisión Europea) y con los probados retrocesos de Europa en materia de protección de sus espacios naturales (Agencia Europea de Medio Ambiente – Informe 2015).

Pero la pasada semana ha sido también la escogida por la periodista norteamericana Naomi Klein para describir en una colección de artículos el sistema que provoca tanta desgracia y tanto retroceso. Después de apabullarnos con su libro “No logo” (1999), mostrando las trampas y miserias de las corporaciones multinacionales, Klein entra en el debate sobre el cambio climático y sus consecuencias. Este sería el resumen de su último libro ("This changes everything: capitalism vs the climate"- diciembre 2014), de donde derivan los artículos mencionados .

A estas alturas, parece evidente que la mayoría de los políticos del siglo XXI se opone a frenar el cambio climático de manera firme. Dejadas atrás las payasadas del negacionismo, demasiado estúpidas para perdurar ante tanta evidencia, los argumentos para rechazar acciones decididas contra el calentamiento global se basan ahora en dos grandes “excusas”: la dificultad de poner de acuerdo a todos los países y el sacrificio que esas acciones supondría para la población.

La dificultad es una excusa ridícula. Antes de que el mundo se globalizara, los políticos fueron capaces de superar todas las dificultades estratégicas e ideológicas para frenar la carrera de las armas nucleares y evitar su propagación (Tratado de no proliferación de armas nucleares - 1968). Otra dificultad superada fue la firma del Protocolo de Montreal (1989) para defender la capa de ozono frente a los gases CFC y halones industriales. En 2014, el agujero abierto en la capa de ozono seguía retrocediendo lentamente, revertiéndose el problema. Tampoco tuvo problemas mayores el acuerdo de Bretón Woods (1944) que creó un nuevo sistema comercial internacional.

En cuanto al sacrificio que supondría para la población el disminuir la quema de  energías fósiles, desprecia la inteligencia del ciudadano. Después de treinta años de declive social (desde 1985) los ciudadanos saben mucho de sacrificios: pensiones reducidas; disminución de los derechos laborales; penuria laboral; salarios en caída libre; energía más cara; enseñanza más costosa; salud más cara y privatizada; intoxicación masiva alimentaria y respiratoria; pandemia de cáncer;… Estos sacrificios, impuestos o derivados de la actuación empresarial, ¿atienden al bienestar de la sociedad? En absoluto. Su llegada obedece al deseo de estabilizar el sistema que, precisamente,  hace la vida más cara y más precaria.

Al mencionar “el sistema” se está identificando la raíz de la inacción y de la desgana ante el cambio climático, porque actuar contra el calentamiento supone entrar en colisión con el capitalismo. Ese capitalismo fundamentalista y extremo, ahora rebautizado púdicamente como neoliberalismo, que favorece a las corporaciones multinacionales recurriendo a tres factores: la privatización de los bienes públicos; la desregulación de las corporaciones financieras y empresariales (Consenso de Washington – 1990); y la disminución de las tasas e impuestos a esas corporaciones.

Las supuestas ventajas de estos tres factores benefician sólo a una élite, pero sus consecuencias son nefastas para el resto de la sociedad al crear una gran inestabilidad en los mercados financieros con las reiteradas crisis que genera la especulación institucionalizada, aumentar la pobreza de forma general y provocar el deterioro y ruina de infraestructuras y servicios públicos, sin mencionar el agravio de los excesos de los más ricos, a veces mostrados como vergonzosos ejemplos de buen desarrollo e innovación.

En esta situación de dominio global “neoliberal”, los gobiernos centrales se encuentran voluntariamente atados de pies y manos ante el cambio climático. La consecuencia es la imposibilidad manifiesta de que los poderes públicos favorezcan la implantación paulatina de una sociedad y unos servicios “bajos en carbono” desde instituciones desmanteladas. Cualquier medida tendente a regular, tasar o penalizar el uso de combustibles fósiles es rápidamente calificada desde el núcleo duro del sistema como formas de control socialista, comunista o populista.

Cualquier iniciativa para favorecer e impulsar las energías limpias y renovables mediante ayudas públicas se transforma en un atentado contra las subvenciones y las ayudas que hoy reciben el carbón y los derivados del petróleo.  De ahí la paulatina retirada de ayudas a las energías renovables (solar y eólica) en el Reino de España a través de gobiernos socialistas y conservadores.

Si el cambio climático es ya una fuente de pobreza y de dolor añadidos, lo de menos serían los miles de afectados por las recientes inundaciones del Ebro, con las 10.000 cabezas de ganado ahogadas y las pérdidas económicas para el conjunto del país (reconstrucción de infraestructuras destrozadas, indemnizaciones a los afectados, lucro cesante, pérdida de cosechas, sangría para los seguros y reaseguros). En realidad, lo peor es la desgracia social.

El desempleo estable, las condiciones de trabajo degradadas, la imposibilidad en los jóvenes de independizarse son anécdotas ante la meridiana verdad de que la educación ya no es sinónimo de avance social. Esa especie de pacto social acordado hace cincuenta años, que buscaba el bienestar para todos y la posibilidad de alcanzar una sociedad más igualitaria, se ha hecho pedazos porque la gran fiesta prometida ha resultado ser para unos pocos. La magia del consumo, la libertad de comprar, ha terminado por desplazar otras libertades. Las protestas están mal vistas y pocos se atreven a parpadear ante el saqueo de la sociedad y el agotamiento de los recursos que nuestros nietos necesitan para sobrevivir.

Lo que nos queda es una sociedad rota e integrada por individuos solitarios que sería necesario reinventar. Para algunos analistas sociales la respuesta es más que una simple teoría social. Crear sociedades de intereses donde compartir, en lugar de competir, ofreciendo la seguridad y el respeto que el neoliberalismo y los mercados no ofrecen y nunca ofrecerán. Crear otra forma de educación, lejos de la actualmente programada para acceder a un empleo (que no se alcanzará) y que, en cualquier caso, habrá sido ideado para beneficio de unos pocos.

Hay otra clase de sociedad y de economía que toma decisiones a nivel local, donde priman la empatía y la solidaridad, respetuosa con la naturaleza y con el futuro amenazado por el cambio climático. Personalmente, cada vez que leo o escucho a quienes expresan estas ideas me acuerdo del Evangelio.