DE MADRID AL CIELO
Bangui pide paso
Desde hace unos años, la vieja y tonta
frase promocional “De Madrid al Cielo”, que viene a ensalzar las bellezas y
cualidades de la capital del Reino de España, empieza a tener sentido. Efectivamente,
en estos últimos años los madrileños se encuentran más cerca del cielo porque
su esperanza de vida se acorta. Para el Comisario de Medio Ambiente de la Unión
Europea, el polaco Janez Potocnik, la contaminación atmosférica de Madrid (y la de
Barcelona) resulta tan desesperante y recalcitrante que está dispuesto a llevar
al Reino de España ante los tribunales europeos.
Según el último informe de
Agencia Europea de Medio Ambiente (Air quality in Europe – 2013 Report), la suciedad del aire respirado por los
europeos afecta al 90% de la población y acorta la vida de 430.000 ciudadanos
cada año. Especialmente sangrante es la persistencia de niveles de
contaminación por partículas (PM) y por ozono, así como la ausencia de planes y
programas eficaces que pongan freno a esta alarma sanitaria. Algunas de las más
sucias ciudades europeas son españolas.
Las autoridades municipales de
Madrid llevan años mareando a la Unión Europea con tibios Planes de Calidad del
Aire que eluden los problemas de fondo con actuaciones inútiles o simplemente
recaudatorias (establecimiento de ZBE con tarifas especiales por aparcar),
dilatando la adopción de verdaderas estrategias de choque, como son las
restricciones a la circulación privada. El último Plan, presentado en mayo de 2012,
como excusa o acompañante de una solicitud de moratoria de cinco años, ante la
amenaza de que España acabara en los tribunales, ha servido para poco. Si
alguna mejora se ha notado en el aire madrileño ha sido por las intensas
lluvias y la favorable climatología observada en los últimos 15 meses, además
de la visible disminución de automóviles privados circulando por la ciudad a
causa de la brutal crisis socioeconómica.
La solicitada moratoria de cinco años para cumplir con las Directivas fue rechazada por la Comisión Europea. En
consecuencia, el Plan de Calidad del Aire
2012 – 2015 se ve forzado a tomar nuevas medidas. La más novedosa
es la subvención otorgada por el Ayuntamiento para la compra de 600 taxis “híbridos”.
Con esta ayuda, que afectaría al 3,8% de la flota de taxis (unas 15.700
unidades) y que representa el 0,03% del parque total de automóviles susceptible
de moverse por la ciudad (cerca de dos millones), el Ayuntamiento espera
cumplir las Directivas y evitar la multimillonaria multa. Al parecer, y según portavoces municipales, los taxis serían responsables de la persistente
contaminación atmosférica de la capital.
Cuando se insinúa la oportunidad
de adoptar medidas más contundentes contra la contaminación, como las establecidas por 200 ciudades
europeas dentro de las normas EURO de emisiones de vehículos, el Ayuntamiento las rechaza alegando no desear
crear “alarma social”, no causar “molestias” a los ciudadanos y no provocar
“daños a la actividad económica”. Parece ser que acortar la esperanza de vida
en un año de media, someter a los ciudadanos a mayor riesgo de contraer cáncer
(informe OMS sobre el muy probable efecto cancerígeno de las partículas (PM de 10, 5 y 2,5 micras de diámetro) y padecer enfermedades pulmonares y cardiovasculares no son factores que
causen alarma social, molestias o daños económicos. Deben ser estupendos sistemas para pasar de "Madrid al Cielo" más deprisa y así cumplir con la frase publicitaria.
Sin embargo, los ciudadanos de Madrid parecen estar hasta el gorro de su ciudad y de sus autoridades municipales. Al menos, eso es lo que revela el Eurobarómetro y su encuesta sobre calidad de vida (Audit Urban), presentada con motivo de los Open Days- 2013 celebrados dentro de la 11ª Semana Europea de Regiones y Ciudades (Bruselas 7 – 10 de octubre 2013). El resultado de la encuesta (en 2007 y 2009 se realizaron las anteriores) es descorazonador para Madrid. La ciudad baja en casi todos los parámetros de calidad de vida y se coloca en el pelotón de cola de las 79 ciudades europeas auditadas. Lo más llamativo, después de lamentarse del ruido, de la suciedad y de la contaminación, es que el 60% de los madrileños dicen no fiarse de sus autoridades.
Tras el bochornoso descalabro de
la candidatura olímpica 2020, arrastrando la deuda de casi 5.000 millones de euros que
la ciudad mantendrá a finales de este año, con un Plan de Ajuste económico que ha llenado
las calles de basuras, baches, agujeros y graffitis, tras la brutal subida del
Impuesto de Bienes Inmuebles y de otras tasas municipales, solo nos falta, como
guinda, la multa que Bruselas nos atizará por no reconducir los contaminantes del
aire a sus límites legales.
A la vista de estas percepciones y realidades no es extraño que Madrid pierda visitantes extranjeros y olimpiadas, que su
comercio languidezca o que su flamante aeropuerto tenga crisis de viajeros. Alguien (algunos), claramente inferior (inferiores), está (están) haciendo las cosas
rematadamente mal. Por respeto a la verdad, hay que reconocer que en Bangui quizá no lo harían mucho mejor que en Madrid,
pero allí no se les ocurre la memez “De
Bangui al Cielo”. A no ser, claro está, que te tiroteen desde un
desvencijado 4x4 repleto de milicianos del “Seleka” en una polvorienta calle.