MEDIO AMBIENTE Y
FINANZAS
La burbuja del
carbono
El mundo de las grandes finanzas
tiene un nuevo motivo de preocupación, centrado en el sector de la energía. Es sabido que el monumental problema del cambio climático se reduce a un
asunto energético, desde el momento en el que la mayor parte de la energía consumida
en el planeta es de origen fósil (petróleo, gas, carbón, tierras y arcillas
bituminosas, gas de esquistos,…) y emite
gases de efecto invernadero.
En este momento, la industria de
la energía fósil se enfrenta a dos retos: el primero se plantea a medio plazo,
asegurándose que la humanidad siga disponiendo de energía a un precio
razonable. El segundo no es fácil de resolver. Los yacimientos
convencionales de petróleo se agotan y es necesario buscar el crudo en lugares
más complicados que requieren de ingentes inversiones que hacen subir el
precio final del barril. Este factor se agrava en el tiempo conforme aumentan
las resistencias y límites legales al uso del carbón y del petróleo como fuente
de energía, a causa de la reducción de las emisiones de CO2 impuesta por
gobiernos y entidades supranacionales.
Si la sociedad y las
administraciones refuerzan las políticas de reducción de emisiones, las
abultadas inversiones necesarias para explotar nuevos yacimientos energéticos
fósiles dejarán de ser rentables. La mitad de las reservas de petróleo y carbón
existentes en el planeta tendrán que ser dejadas bajo tierra. Otros cálculos
señalan que el 80% del petróleo teóricamente existente jamás podría ser quemado,
para evitar más CO2 en la atmósfera. Esto significa que el valor contable de
las empresas petroleras y mineras estaría falseado ya que sus anunciadas “reservas”,
cifradas en millones de barriles, son inútiles, inexplotables, sobrevaloradas,
infladas, nunca serán puestas en el mercado, son una burbuja sin valor.
Brasil: petróleo y gas en aguas profundas |
La humanidad puede encontrarse entonces
en situación insostenible, con el cambio climático enfrentado a una industria petrolera
y minera que se cimenta y justifica sobre unos yacimientos devaluados por
inexplotables. La crisis económica sería gigantesca. La burbuja del carbono,
inflada por inversiones sin futuro ni perspectiva, convertiría la brutal burbuja
inmobiliaria española en un juego de niños.
Después del informe económico
elaborado por Sir Nicholas Stern en 2006 sobre los costes del cambio climático,
la sociedad occidental ha comprendido que es más cara la pasividad, es decir, permitir
que el cambio climático se agrave y nos conduzca a una situación insostenible,
que empezar a cambiar desde ahora mismo nuestro modelo energético. Sus consejos
han sido asimilados y se está generando energía eléctrica a precios
increíblemente bajos, gracias a la generación eólica y fotovoltaica (en el
Reino de España, las últimas semanas de vientos han conseguido hacer bajar el
precio del Megavatio/hora por debajo de los 17 euros, cuando generalmente está
por encima de los 60 euros si la generación es nuclear o fósil.)
En estas circunstancias, han
bastado unos contactos del Bank of England
con la Agencia Internacional de la Energía (EIA) y el comentario de algunos
parlamentarios británicos para que se desate una tormenta en los medios. Dice
la EIA que se corre el riesgo de estar fabricando una burbuja con el carbono y
el Banco de Inglaterra pide aclaraciones para advertir a la City. La City está
más que advertida de los riesgos financieros del “fracking”, de las
exploraciones de petróleo en el Ártico y en aguas profundas (3.000 metros)
frente a Brasil, Angola o Australia, de la costosa explotación de las tierras
bituminosas en USA y Canadá, y de la onerosa explotación y refino de crudos
pesados y sucios. Las emisiones de CO2 resultan ser, además de un riesgo
climático, una bomba financiera.
Canadá: petróleo de arenas bituminosas |
Se empieza a hablar de
“desinversiones” en el sector de las energías fósiles. Es natural, porque si
las políticas para frenar el cambio climático se refuerzan, y estamos en ese
camino, se exigirá reducir las emisiones de CO2. Quienes así lo piensan no son
agitadores ecologistas, sino Standard & Poor´s, el Gobierno de Noruega y
sus fondos soberanos, Naciones Unidas (Christiana Figueres, jefe de
climatología de la ONU), economistas de las universidades de Oxford, Harvard,
Brown y Columbia o la firma noruega Storebrand ASA (Oslo), que ha desinvertido (retirado) en 2013 el capital de sus pensionistas y financieros antes colocado en 40
empresas mundiales relacionadas con la energía fósil.
Las pérdidas de algunas corporaciones
eléctricas en 2013 invitan a la meditación. La poderosa eléctrica RWE AGE
(Essen – Alemania) perdió cerca de 2.800 millones de euros el pasado año. Es la
primera vez, en 60 años de historia, que RWE pierde dinero. La eléctrica E.ON también tuvo pérdidas en Alemania, al operar con
centrales de gas natural caras y poco rentables. Si en 2008 el precio del
Mw/hora en Alemania estaba entorno a los 80 euros, en 2014 está en 38 euros. Con
estos resultados financieros es imposible mantener en funcionamiento obsoletas
centrales de carbón o sofisticadas centrales nucleares que deben pagar fortunas
en seguridad y pensar en gestionar sus residuos durante cientos de años.
Reino Unido: gas de fracking |
Será imposible en Alemania, pero
no en el Reino de España. Aquí, como decía un empleado de la patronal eléctrica
(UNESA), las costosas centrales de gas están apagadas y sobra el 30% de la
potencia instalada en el país. Pero las erróneas inversiones de las empresas
privadas debemos amortizarlas los consumidores en nuestra factura mensual,
porque están ahí puestas a nuestra disposición (“disponibilidad”). Además, el
estúpido sobrecoste de quemar carbón, petróleo o gas también es repercutido en
las facturas (“subvenciones”)
Estamos ante una deliciosa
interpretación de la economía liberal que haría levitar a cualquier “lobo” de Wall Street, y sin
necesidad de recurrir a las sucias drogas: montas un negocio, como poner un taxi, una verdulería o una fábrica de macarrones y pasas factura mensual al
ciudadano por el simple hecho de poner a su disposición estos bienes y
servicios, al tiempo que prohíbes tajantemente tener coche propio, cultivar
lechugas en la terraza y hacer pasta en la cocina de casa. Con tan delirante
sistema, E.ON se ha instalado en el Reino de España donde el negocio queda
garantizado desde instancias políticas y nunca perderá un euro.
Si la economía real hace estragos
en las cuentas de algunas corporaciones que usan combustibles fósiles (salvo en
España) ¿qué se puede esperar de la rentabilidad de yacimientos de petróleo
situados en pleno océano y bajo fondos abisales? Si los más ricos yacimientos
de gas de pizarra en Estados Unidos se están agotando después de apenas cinco
años de explotación ¿Qué se puede esperar de los yacimientos de gas de pizarra
europeos y españoles, bastante más pobres?
Los financieros, los Fondos de
Pensiones y los seguros de Vida que invierten a largo plazo, no lo tienen nada claro.
Las propias empresas petroleras tampoco. Los simples particulares, en Estados
Unidos y Europa, deberían empezar a retirar sus ahorros (acciones) de
corporaciones energéticas ligadas al carbón y el petróleo. De hecho, ya se está
haciendo. Pero ¡Vaya por Dios! Resulta que en el Reino de España queremos
invertir mucho dinero explorando el gas de “fracking” en Burgos y buscando
petróleo en aguas de Canarias y del Mediterráneo.
Vamos por detrás. Me recuerda cuando
era soldado, durante la instrucción en el CIR (Centro de Instrucción de
Reclutas) de Alcalá de Henares (Madrid), aprendiendo a desfilar con garbo. Por
mi estatura mediana me tocaba marchar en el centro de la compacta formación y,
de vez en cuando, se escuchaba a los bajitos y de paso corto que corrían en las
últimas filas chillando asfixiados ¡¡Aire
para la cola!! Ahí estamos.