CRISIS ENERGÉTICA
Derrumbe en Chernobil
El desplome esta semana de una parte del
sarcófago que recubre la destruida central ucraniana nos viene a recordar pasados eventos nucleares y sus perspectivas más recientes. El de Chernobil, celebrado el
inolvidable 26 de abril de 1986, es el más luctuoso que se
recuerda, sin mencionar los de Nagasaki e Hiroshima en 1945.
Los científicos y tecnócratas soviéticos anteponían el progreso y el desarrollo a la protección del medio ambiente y de sus criaturas. Es una forma de pensar y actuar que coincide con las recientes políticas de China, literalmente envenenada por su industria y desfigurada por sus infraestructuras Con esta ideología marcando el paso, la torpeza humana cometida durante un ensayo rutinario en Chernobil hizo volar por los aires las 2.000 toneladas de acero y hormigón que recubrían el reactor nº 4 de la central.
Los científicos y tecnócratas soviéticos anteponían el progreso y el desarrollo a la protección del medio ambiente y de sus criaturas. Es una forma de pensar y actuar que coincide con las recientes políticas de China, literalmente envenenada por su industria y desfigurada por sus infraestructuras Con esta ideología marcando el paso, la torpeza humana cometida durante un ensayo rutinario en Chernobil hizo volar por los aires las 2.000 toneladas de acero y hormigón que recubrían el reactor nº 4 de la central.
El actual sarcófago de Chernobil, insuficiente y deteriorado |
El balance fue el que conocemos.
Radiación proyectada a 1.200 metros de altura; 12.000 millones de bekerelios puestos en
libertad instantánea; 100.000 kilómetros cuadrados contaminados y prohibidos (“La Zona”);
600.000 liquidadores trabajando a cuerpo limpio, vomitando y soltando la piel a
tiras; 16.000 muertos de cáncer (estimados); y 5.000 toneladas de arena,
arcilla, boro y plomo vertidas sobre el núcleo para tratar de taponar la salida
de la radiación. Que nadie piense que Chernobil está apagado y muerto: el reactor se
encuentra al rojo vivo, descontrolado aunque contenido a duras penas y dispuesto a seguir emitiendo radiación mortal durante varios miles de años. Lo único que somos capaces de hacer es encerrarlo
en una poderosa cueva para que no termine por devorarnos. Una cueva que se fisura y se derrumba.
La sala de control, desde donde se originó el accidente, hace unos meses. |
Desde hace unos cuantos meses,
empresas francesas construyen el nuevo sarcófago que cubrirá Chernobil. Más fuerte y más grande
para dominar a la bestia. Cuando lo terminen será un tosco monumento a la tecnología
del siglo XX que, como las pirámides de Cheops, Kefrén y Micerinos, legaremos a la posteridad. Solo que las pirámides
son inertes y Chernobil mata. Entre tanto, el prestigio de la energía nuclear
para usos pacíficos está en sus momentos más bajos.
En abril se cumplen 26 años desde que un individuo con bata blanca pulsó la tecla equivocada en el panel de la
sala de control de Chernobil. Los occidentales señalaron que el
accidente era fruto de la basura técnica soviética y del incompetente sistema estatal
comunista. No les faltaba cierta razón. A nosotros no nos pasaría jamás nada
parecido, aseguraban con suficiencia estúpida. Hasta que llegó lo de Fukushima y casi todos
comprendimos que a nosotros también nos podía pasar cualquier cosa, fruto del
descontrol capitalista y de la incompetencia empresarial.
Aspecto que tendrá el nuevo sarcófago al concluirse |
Japón, Suiza, Alemania y
Bélgica han puesto fecha de salida a la aventura nuclear. Francia anuncia que
en el año 2025 su energía eléctrica de origen nuclear
pasará del actual 75% al 50%. Los defensores de esta fuente de energía han
venido esgrimiendo últimamente dos grandes razones para su mantenimiento:
Uno, no emite carbono. Dos, es barata. La
tercera y vieja razón, ”es una energía segura”, ha sido ya borrada del
discurso por un tsunami nipón.
El más reciente argumento de defensa era de índole económica. Los “nucleares” afirmaban que es mucho más
caro abandonar (salir) la energía nuclear que permanecer en ella. Tenían
puestas todas sus esperanzas en los nuevos reactores EPR (European Pressure Reactor) que Francia intenta
poner a punto. El resultado es decepcionante. El presupuesto del EPR de Francia, en Flamanville, era de 3.300 millones de euros al comienzo de los trabajos en 2007. En el año 2012 llevaban gastados 8.500
millones de euros. El EPR de Finlandia sigue el mismo camino. La rentabilidad
ha desaparecido y nadie comprará ese reactor, a precio de oro de 24 quilates
con incrustaciones de diamantes como garbanzos.
La energía nuclear es
demasiado cara y lo será aún más, porque las exigencias en seguridad crecen con
los refuerzos, redundancias, paradas, vigilancia o extracción de uranio en
parajes tan problemáticos como Níger. Es demasiado arriesgada porque, en caso de
accidente, sus efectos duran milenios y no hay garantía de seguridad total. Es
demasiado sucia porque sus residuos son casi eternos y contaminarán a cientos
de generaciones de seres humanos. Es demasiado problemática porque no es
aceptada por amplios sectores de la población. No hay cifras exactas sobre la
totalidad del coste económico que supuso la explosión de Chernobil. Sabemos que el nuevo sarcófago tiene un
presupuesto de partida cifrado en 1.500 millones de euros que, a la vista de
los recientes acontecimientos, puede fácilmente multiplicarse.
Sobre todo, aumenta la certeza
de que la energía nuclear, su mantenimiento a ultranza, bloquea y absorbe ingentes
cantidades de dinero que podrían usarse para desarrollar energías alternativas.
Por ejemplo, para desarrollar la energía solar fotovoltaica o térmica, o bien para la
prometedora energía geotérmica de profundidad. El problema es nuestra obsesión
por quemar carbono, que las energías "democráticas" y autosuficientes asustan al poder y que fuertes intereses particulares emponzoñan el
debate nuclear.