MEDIO AMBIENTE URBANO
La degradación del
graffiti
El de ayer fue un corto paseo por
el centro elegante de Madrid. El barrio de Salamanca ha renovado aceras y
mobiliario, por el suelo no hay el menor rastro de basuras y las escasas
jardineras que campan en los cruces tienen flores. La ciudad mostraba ayer su
cara limpia, capaz de rivalizar con los barrios comerciales más
exclusivos de Paris o de Londres. Sin embargo, lo llamativo del paseo fue
no ver una sola pintada, un solo graffiti, un solo tag o rúbrica en las paredes
y en el mobiliario urbano.
Comparado con el sucio aspecto
que ofrece la mayoría de las calles de Madrid, la pulcritud del barrio de
Salamanca parecía un milagro. Pero no existen los milagros. La mayor autoridad
de la ciudad reconocía que el ayuntamiento (perdón: los madrileños y sus impuestos) desembolsa
un millón de euros al año para borrar las “pintadas” que ensucian la capital de
España. Es una cifra importante aunque corta, comparada con lo que gasta
París.
Limpiando un tag en Paris. Existen una página web y un nº de teléfono para denunciar una pintada reciente. Las empresas de limpieza contratadas en París tienen diez días de plazo para borrar la mancha. |
La capital de Francia utiliza
13,5 millones de euros en mantener limpias de pintadas sus calles (las
más céntricas, se entiende) gracias al contrato de tres años (4,5 millones por año) suscrito con tres
empresas independientes. En el año 2011, los operarios de esas tres empresas
limpiaron 280.000 metros cuadrados de paredes y mobiliario, usando agua caliente a presión o productos químicos. Cuando la superficie
vandalizada es porosa, como la piedra o el ladrillo, el daño suele ser irreversible.
¿Arte? Los hechos son de una gran
vulgaridad. El 80% de las pintadas en Madrid son sencillos tags o firmas, de
pequeño y mediano tamaño, perpetradas con rotuladores y pequeños aerosoles.
Otro 15% son tags más elaborados y de gran tamaño, cubriendo muros y cierres acústicos, como los que
bordean las autopistas de la capital. Tan sólo un 5% de las pintadas pueden ser
consideradas como verdaderos “graffiti”, arte popular y de calle, expresión
libre y desenfadada, murales y frescos urbanitas, modernidad colorista y ciudadana,…
o cómo quieran llamarse. Pero la diferencia entre un “graffiti” artístico y una
vulgar mancha de colores está en el permiso del propietario del soporte.
Tags en Madrid. Los garabatos se han convertido en un símbolo de la decadencia urbana madrileña |
Si no existe ese permiso, ¿es
posible evitar o combatir la pintada? Todo es posible cuando existe voluntad
política y consenso ciudadano. Aunque de momento, la batalla parece perdida ante la ineptitud ("decadencia", escribió recientemente un magistrado) de los políticos. La primera acción es represiva, estableciendo
multas como las de París (entre 1.500 y 30.000 euros) o las de Madrid (entre 300 y
6.000 euros). Si se trata de un menor sorprendido en el acto, la multa debería
recaer sobre los padres o tutores.
A fuerza de convivir con la miseria terminamos por no verla. Tags en el centro de León |
La segunda acción es la venta
regulada de los instrumentos. Se trataría de no exponer rotuladores y aerosoles
a la vista del público en los comercios, prohibir la venta a menores y erradicar del mercado los rotuladores de gran espesor. La tercera acción es empresarial y económica,
trasladando al comprador/usuario los abundantes costes de limpieza (cada rotulador a 350 euros la unidad). Estas dos
acciones fueron planteadas en París (1992) y en Montreal (2006), sin lograr continuidad por razones poco claras. Son las acciones más eficientes, sin duda, pero
deben molestar mucho a los señores fabricantes de material y a los señores que
limpian fachadas.
La regulación en la venta de instrumentos (markers, rotuladores, aerosoles) es un camino no suficientemente explorado para contener la suciedad |
La cuarta acción es el suspiro
profundo con los ojos vueltos al cielo, es la discreta resignación de una
sociedad temblorosa, el rascarse el bolsillo para limpiar los mocos que nos van
dejando por las paredes, bancos y farolas los adolescentes entre un SMS y un
“Guasháp”. Una opción que beneficia a los barrios más bonitos, pero que deja en
el abandono a los barrios períféricos, embadurnados y enguarrados por el
rotulador gordo y el aerosol mini.
Porque el impacto visual de la
pintada más común, el tag, es su carencia de arte, la ausencia de originalidad.
Es una simple mancha encima de un bien público o privado. Es el resultado de
una mediocre autoafirmación (la meada del perro en cada esquina). En la
ciudadanía, los tags despiertan el sentimiento de barrio desatendido por los
poderes públicos y sensación de impunidad. Tanta pintada degrada el espacio
público, lo reduce a la condición de patio desvencijado, de sucia escalera
interior, de aula de colegio saqueado, de fábrica abandonada con el suelo
encharcado de meadas. Llegados a este punto la pintada se convierte en un fastidio.
Comercio adornado con tags en Alicante. Las esquinas parecen ser buenos lugares donde dejar un tag. En la pared lo deja el humano, mientras que en el poste de la señal, lo deja el chucho. |
Termino traduciendo el fragmento
de la carta abierta de un vecino de París a los “tageros” y grafiteros que ensucian
su barriada de clase media, ahora empobrecida por la crisis.
“¿Por qué tú y tus amigos no os vais a pintar a los barrios elegantes?
Lo que vosotros hacéis en nuestras calles es aumentar las miserias de la gente
pobre, nos agredís con vuestros rotuladores. Otra vez, la policía y los jueces
no son suficientemente severos con vosotros. No sois más que contaminadores de nuestra existencia”