BASURAS Y RESIDUOS
Madrid y su tasa de basuras
Tengo un amigo tan formal y tan cumplidor que parece suizo. Nunca le sorprendí tirando un papel al suelo. Cruza
las calles por los lugares correctos y cuando las señales luminosas se lo
permiten. Aparca dejando los cinco centímetros recomendados entre sus
neumáticos y el bordillo, para que corra la lluvia. Solo le faltaría extender un
cartón bajo el motor del coche aparcado para que la gotita de aceite no manche
la calzada. Su problema es que no vive en Zurich, sino en Madrid.
Cuando el Excmo. Ayto. de Madrid
implantó la Tasa por la prestación del
servicio de gestión de Residuos Urbanos (TRU), mi amigo se mosqueó.
Durante dos años pagó religiosamente los ciento y pico euros que le adjudicaron.
Todo parecía normal, pero la procesión iba por dentro. En su día, cuando su gobierno le
dijo que separar los Residuos Urbanos (RU) era cosa de gente europea, él invirtió
un dinerillo en adquirir un lote de cubos separadores, de diseño. Al comprobar
que los muebles de su cocina no se adaptaban a las nuevas consignas en materia
de gestión de RU, amplió el armario de debajo del fregadero y el carpintero (el
de las cocinas) le cobró una pasta.
Cada día, separaba
concienzudamente cada fracción, llegando al extremo de arrancar las etiquetas
de los frascos de mermelada, llevando el papelito al contenedor correspondiente
y la tapa de metal al suyo. A punto estuvo de raspar las latas para quitar el
recubrimiento interior de epoxy. Se quejaba de que los vidrios no tuvieran contenedores
que los separasen por colores, como pasa en Japón.
Mi amigo nunca dudó en usar el juego de sus hijos para inculcar en ellos la conciencia del "Separareciclar" |
Cada noche sermoneaba a los hijos
y a la mujer por sus descuidos con los RU. Se ponía de lo más desagradable si veía
la tapa de un yogurt en el cubo de orgánicos y, cada noche, salía cargado de
diversas bolsas hasta los contenedores de la calle para dejar las cosas donde
deben dejarse. Luego, en la cama y antes de apagar la luz, su mujer le miraba
con ternura diciendo ¡Ay! Yo no sé qué te
pasa últimamente, pero después de sacar la basura te quedas como atolondrado… No
estaba atolondrado, sino inmerso en un terrible dilema.
Pensaba que si reciclaba y gestionaba
sus RU, después de haber hecho una inversión en logística, si los transportaba y
entregaba personalmente en contenedores de empresas privadas que hacen un
negocio con ellos (¡son materias primas, chato!), y luego el Excmo. Ayto. de
Madrid le cobraba la Tasa, en lugar de pagársela a él, la cosa no le cuadraba.
Una noche, mi amigo depositó en
el contenedor amarillo el juego de cubos de colorines que usaba para reciclar. Al
acostarse, su mujer le vio sonreír. Ahora tiene un único cubo, esos de fregona, donde va
todo mezclado y que descarga en el contenedor de siempre. Dice que la gestión de los RU la
haga el Excmo. Ayto. con la Tasa, que para eso la paga. Solo aparta los vidrios, porque teme
que alguien se lastime con ellos en las cintas de clasificación de las Plantas
de Transferencia. También dice que como en Madrid se quema mucho residuo, los
papeles y plásticos de su basura arden que se matan y fabrican más
electricidad.
Soy incapaz de convencerle de su
terrible error. Si viviera en Suiza ya estaría encarcelado por “sujeto asocial”.