LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

viernes, 21 de junio de 2013

MEDIO AMBIENTE URBANO
La excepción veneciana


"Ferro" de góndola.
No es sólo ornamental.
Es el contrapeso
del gondolero
Tres días pasados en Venecia me han servido para reafirmar algunos conceptos sobre las ciudades y su entorno ambiental. Unas ideas que deberían llevar en la maleta quienes deciden darse una vuelta por esta inaudita ciudad. Porque no debería quedar la menor duda de que Venecia es una ciudad. Aunque se pareza a un Parque Temático desbordado por 150.000 turistas diarios, a pesar de perder 1.000 habitantes cada año hasta ver reducidos sus habitantes “permanentes” a menos de 50.000 almas (llegó a contar con más de 140.000) y a pesar de su carácter acuático, Venecia será siempre una maravillosa ciudad.

Más todavía, Venecia es “cultura urbana”. Para el filósofo Tullio De Mauro es una entidad surgida de las complejas elaboraciones que nacen de la necesidad. Es decir, Venecia es fruto de una sofisticada evolución. Como sucede con las especies vivas, es la adaptación a las exigencias que la especie, en este caso la ciudad, encuentra en el camino de su historia.  

La primera idea es comprobar que en Venecia no hay más ruedas que las enganchadas a las maletas que arrastran los turistas, además de unas pocas carretillas. No hay un sólo coche, ni motos, ni furgonetas, ni camiones. Por no haber, no hay bicicletas, ni patines, ni tablas rodantes. Más allá de la espantosa Plaza de Roma (un maligno tumor de la modernidad), todo circula a pie o sobre las aguas, desde el transporte público hasta la recogida de basuras, pasando por el reparto de cualquier mercancía, las ambulancias, los bomberos y los “Carabinieri”. Aunque sólo fuera en este aspecto, Venecia es una ciudad radicalmente diferente del resto de ciudades del planeta y la prueba viviente de que podemos vivir sin coches.


La Venecia que pintó Canaletto en el siglo XVIII en poco se diferencia de la Venecia de 2013
Ahí está la magia de una ciudad cuyo sistema de vida y de movilidad urbana apenas necesita evolucionar.

La segunda idea es mirar las góndolas de otra manera. No hay que verlas como un cliché turístico que pasea embobados pasajeros de Ohio o de Frankfurt, con el gondolero cantando Oh sole mío y embutido en una camiseta de rayas. Hay que contemplar la góndola veneciana como “una impecable herramienta, pura y racional” (Le Corbusier), nacida de la progresiva adaptación a un medio urbano extraordinario. Veamos....

Salvo el Gran Canal, los canales de Venecia son estrechos y moverse ágilmente por ellos reclama embarcaciones maniobrables. Los 11 metros de la góndola giran con pasmosa facilidad porque la embarcación ha reducido su parte sumergida al mínimo (la zona central), tiene fondo plano y carece de quilla. Es la razón de esa curvatura, de esas proas y popas tan lanzadas y elevadas. Gracias al estudiado diseño la góndola prácticamente pivota sobre sí misma para virar. 

El problema es que al impulsarse con un único remo desde un costado (en el caso de la góndola es el costado derecho) cualquier barca se desvía, irremediablemente, hacia ese mismo lado (hacia la derecha). Para compensar, la góndola se construye longitudinalmente asimétrica, de tal forma que al empujarla simplemente con la mano desde la popa se nos desviará siempre a la izquierda. Esa forzada deformación estructural equilibra la  deriva a derechas causada por el solitario remo.


El plano de la góndola muestra la asimetría de sus formas.
Como resultado de siglos de experiencia, la deformación hace de la góndola una máquina perfectamente
adaptada a los canales venecianos. Es la embarcación más extraordinaria de Europa

Lo malo es que, además, el gondolero se coloca de pie y al lado izquierdo, lo que vuelve a desequilibrar el conjunto. La solución es crear otra deformación, esta vez transversal, que compense la carga del gondolero trepado a un costado de la elevada popa. Con los pasajeros no hay tanto conflicto, ya que se acomodan en una posición central. Queda otro desequilibrio que resolver : el propio peso del gondolero hunde la popa y eleva la proa. Eso se soluciona incorporando una gran plancha de hierro (ferro), incrustada al extremo de la proa y recortada según una forma tradicional que representa los antiguos seis barrios urbanos de Venecia.

Cuando se acomoden contra el pretil de un puente veneciano para ver pasar las góndolas, no se pierdan la estudiada deformación del artefacto negro, fruto de cientos de años de sabiduría aplicada por los astilleros de la ciudad (squeri). Y no se crean el cuento del color negro de las góndolas explicado por el luto de las epidemias de peste. Las góndolas son negras porque un Dogo, con dos dedos de frente, zanjó hace varios siglos la tontería de pintar de  colorines y decorar en exceso las góndolas, poniendo fin a la vanidad humana.  

La tercera idea es que en toda Venecia hay una única Plaza. ¿La Piazza de San Marco?... Muy cerca. Casi,… pero no. La gran plaza de Venecia es el "Bacino", la dársena o espacio acuático encerrado entre la Plaza de San Marcos, la isla de San Giorgio y la Punta de la Dogana. En esa “plaza” de agua es donde se ha desarrollado la riqueza y el poder de Venecia. Las otras supuestas plazas que salpican el entramado urbano, generalmente pequeñas y de formas extrañas, aquí se llaman Campo. Además de servir para convivir o pasear, los “campi” eran las fuentes de agua potable de los venecianos. Por esa razón, en todas ellas hay una o varias bocas de pozo en piedra blanca de Istria bellamente tallada. Incluso en el patio del Palacio Ducal hay dos pozos con hermosos bocales de bronce.


Lo que se oculta bajo todos los Campos (plazuelas) y patios de Venecia son sistemas
de captación y conservación del agua de lluvia. Hay que caminar sobre ellos con respeto.

Plantada sobre el agua salada, la primera urgencia de Venecia fue conseguir agua dulce sin tener que depender de tierra firme. Es verdad que se traía agua dulce desde el río Brenta en barcazas, pero servía para rellenar los pozos de los “campi” en épocas de sequía. Porque los “campi” o plazuelas tienen una estructura oculta a la vista. Casi todo el suelo de la plazuela se vaciaba previamente hasta crear un enorme cuenco. Luego se tapizaba el interior de ese cuenco con una gruesa capa de arcilla impermeable, rellenándose el resto de la oquedad con arena limpia hasta enrasar y luego enlosar. El agua de la lluvia corría sobre el pavimento y se dirigía hacia desagües (pilelle) que la introducían en el terreno, se filtraba gracias a la arena y quedaba almacenaba en el aljibe - cuenco, extrayéndose desde el pozo. El problema llegaba con las inundaciones, capaces de contaminar los depósitos de los “campi” con agua marina, lo que los destruía y obligaba a limpiarlos. Por eso, algunos “campi” aparecen sobreelevados sobre la cota del Campo o rodeados de un murete a lo largo del perímetro para contener el “aqua alta”.

Venecia tiene muchas y asombrosas lecturas. Están las lecturas poéticas, las leyendas y los mitos. Sin embargo, la Serenísima República de Venecia fue libre, racional, lógica y práctica por encima de todo. Si lo tienen presente disfrutarán mucho más de su escapada porque verán la ciudad con otros ojos.