PESCA SOSTENIBLE
La pesca incómoda
Desde hacía cuatro meses las espadas
que defienden los variados intereses de la pesca europea seguían en alto. La reunión del
Comité de Pesca del Parlamento Europeo, celebrada en julio de este año, terminó
con cierta bronca. Se debatía qué uso dar a los 6.500 millones de euros en
ayudas del Fondo Europeo Marítimo y de Pesca (FEMP 2014 - 2020). La subvención
para la construcción y/o modernización de nuevos buques de pesca centraba la
batalla.
La votación en el Comité de Pesca autorizó que una parte de las ayudas previstas en el FEMP se destinara a
construir nuevas embarcaciones. Pero los europarlamentarios opuestos a semejante
medida estaban tranquilos: sabían que tal propuesta no superaría la votación en el Plenario. El
pasado día 23 de octubre los hechos han dado la razón a quienes pensaban que
modernizar y renovar la flota de pesca europea era una nueva amenaza para los
depauperados caladeros comunitarios. El dinero público no estaba disponible
para eso ¿Por qué esa férrea oposición? ¿Por qué la pesca sigue siendo un
problema? ¿Por qué ese problema se arrastra desde hace décadas?
La respuesta parece ser simple y luminosa:
los ciudadanos europeos, y sus representantes en el Parlamento, están hasta las
narices del sector pesquero, de sus autoridades y de sus gestores. A sus ojos,
la pesca europea es un pozo sin fondo de subvenciones públicas destinadas a
mantener a un puñado de empresas y trabajadores que está saqueando y
empobreciendo los caladeros de Europa... y de medio mundo.
El Plenario del Parlamento Europeo ha negado las ayudas del FEMP 2014 - 2020 para la construcción de nuevas embarcaciones. La pelota está ahora en la Comisión Europea y su DG Pesca y Asuntos Marítimos |
Piensan, sólo teóricamente, que el dinero de sus
impuestos debería destinarse a pagar medidas que recuperen la fertilidad de las
aguas comunitarias y protejan a las poblaciones de seres marinos. Que las
ayudas deberían concentrarse en hacer más sostenible la actividad pesquera,
con medidas que vigilen y controlen estrechamente el trabajo de los pescadores
y que nos ayuden a conocer mejor los ecosistemas marinos para aprender a
conservarlos. He aquí un dato de nuestra ignorancia: de los 400 stocks de
peces explotados en aguas europeas, sólo 97 están controlados
científicamente. El resto se explota "a tientas y a ciegas", que es lo mismo que decir "a tontas y a locas".
No es de extrañar que las
capturas domésticas desciendan sin cesar. No es raro que las capturas en el
Mediterráneo no se recuperen, a pesar de la disminución del esfuerzo. Es natural
que la Europa de los 28 Estados tenga que importar el 80% de los productos
marinos que consume. A nivel regional, el ejemplo de Cataluña puede ser
representativo: según datos de su Gobierno Autónomo, hasta el año 1995 las
capturas de la flota pesquera de Cataluña se mantenían en una media anual de
60.000 toneladas. A partir de esa fecha, se han estabilizado en las 30.000
toneladas. Sin embargo, Cataluña consumió en el año 2012 más de 180.000
toneladas de productos marinos o acuícolas. De esa cantidad, 110.000 eran
peces, crustáceos y moluscos frescos (el 72% había llegado del exterior).
La Comisaria de Asuntos Marítimos y Pesca, Maria Damanaki se ha convertido en un obstáculo para los lobbies europeos de pesca |
Los ciudadanos europeos se quejan en el Parlamento por boca de sus
representantes. No desean que, con sus impuestos, se financien acuerdos de
pesca con terceros países (Mauritania, Marruecos) que solamente benefician a
un par de Estados miembros próximos a esos caladeros (Francia, España). Para algunos, explotar los recursos naturales
de otras naciones es considerado como una forma simulada de colonialismo. Quienes se
benefician de los acuerdos internacionales de pesca argumentan que el dinero
europeo ayuda al desarrollo de aquellas sociedades y es una importante forma de
cooperación. Pero los contrarios esgrimen que las ayudas no llegan
correctamente hasta los ciudadanos porque caen en manos de políticos
corruptos.
La severa decisión en
materia de nuevas construcciones de buques ha sorprendido a algunos. Desde
Francia y España, grandes receptores de fondos, se pedía mantener la subvención
para nuevas embarcaciones artesanales de menos de 12 metros de eslora, aunque con la condición de reducir su capacidad de pesca en un 40%. Sin embargo, los oponentes no han aceptado esta razonable propuesta. Incluso dudan que mantener las ayudas para renovar
motores (más eficientes y seguros), como medida mantenida en el reglamento del
FEMP, sirva para ahorrar combustible y pescar menos. Dicen que un nuevo motor, aunque austero y barato de uso, invitará a mantenerse más horas en el caladero y ampliaría el
radio de acción de los artesanales, incrementando el esfuerzo de la pesca.
Distribución de las ayudas públicas europeas a la pesca por su cuantía total. El mapa interactivo, con las diferentes medidas subvencionadas, puede consultarse en http://fishsubsidy.org/ |
El importante argumento de que
nuevas embarcaciones y nuevas maquinarias harían más seguro y digno un oficio
tan extremadamente peligroso como es la pesca marítima, no ha servido como
paliativo esta vez. Lo que revela dos cosas: la magnitud del enfado de buena parte de la
sociedad con el sector y la estricta doctrina ideológica que se codea y tontea con el ecologismo europeo. (Se lo comento un poco más abajo)
Los descartes, el despilfarro de productos
marinos tirados por la borda, es otra práctica del sector detestada por los
ciudadanos europeos. La Reforma de la Política Pesquera Común permanece
estancada por culpa de este conflictivo asunto desde hace meses. El “descarte”,
sin duda, tiene razones comerciales, tecnológicas, naturales y
culturales, pero empieza a ser combatido en todo el mundo. Una potente nación
pesquera, como es Chile, acaba de aprobar su propia Ley de Descartes 2012, instalando
cámaras de televisión en los buques para controlar que no se tiren peces por la
borda. La propuesta europea sobre la prohibición (escalonada) de los descartes
en su propia flota incluiría el cierre de la importación de productos marinos
desde países que practiquen el descarte. Chile, gran exportador de peces y
crustáceos hacia Europa, se pone las pilas.
Una aventurada lectura política de la decisión
Una aventurada lectura política de la decisión
¿Hay materia para más?... Desde luego. En el fondo de este apasionante
debate se encuentran la pura esencia de la Unión Europea y “los mercados”. Para empezar, el Parlamento Europeo (el órgano Legislativo) que acaba de decidir sobre el tema carece de capacidad legislativa, mientras que la Comisión Europea (el órgano Ejecutivo) carece de soberanía. La soberanía sigue residiendo en los Estados miembros, que ceden cierta parte de su soberanía pero conservando competencias sobre las competencias cedidas (a través del órgano llamado Consejo Europeo de Jefes de Estado o de gobierno)
Esas competencias "cedidas" se centran básicamente en permitir (garantizar) que la economía global de la Unión Europea evolucione dentro de un "sistema de mercado", único y liberal, donde exista la libre competencia mercantil, sin trabas y sin trampas internas por parte de los Estados miembros. De ahí que la Libre Competencia merezca disponer de un Comisario propio (Mr. Almunia) y que perturbarla sea considerado gravísimo pecado porque atenta contra el corazón del sistema. Con esta urdimbre, estamos ante una política "negativa", donde los políticos europeos dejan hacer al mercado y observan sin intervenir, ya que los economistas no viajan en el asiento de atrás, aconsejando u orientando, sino que llevan el volante. De ahí la "parálisis" que parece atenazar a muchos gobiernos europeos, meros observadores de cómo los mercados van campando a sus anchas y ocupando posiciones en el entramado de los Estados para, al final, formar parte de los propios Estados.
Resumiendo, la función final de la Unión Europea y de cada Estado miembro sería sostener la economía de mercado y la libre competencia, sin obstáculos. No es de extrañar el déficit democrático que muestran las variadas instituciones europeas.
Como el Parlamento Europeo es defectuosamente representativo, ya que cada Estado elige a sus europarlamentarios con sistemas electorales muy diferentes, opera de forma contradictoria y algo esquizoide, como en el espinoso asunto de la pesca. Por un lado, frena ayudas públicas (una medida liberal clásica) y defiende la libre competencia (no permite que se subvencione a unos pescadores, artesanales, y a otros no, industriales). Pero al mismo tiempo utiliza el FEMP (dinero público) en defensa de un "bien común" (los ecosistemas marinos) y cosas como la "Seguridad Alimentaria", el asentamiento de la población o la "cultura pesquera". Conceptos que a los mercados les importan un grandísimo pepino. Es como si, de repente, la Unión Europea hubiera alcanzado la segunda de sus justificaciones para existir : además de instaurar y defender la economía de mercado (primera razón), empezase a defender los bienes comunes de la colectividad, cosa propia de una estructura Federal que asume soberanía y hace subsidiarios a los Estados nacionales (segunda y todavía incumplida razón de la Unión Europea).
Porque, los peces del mar son otro “bien común” de la sociedad, como la educación y la sanidad públicas, el aire limpio, las costas marinas, el agua potable o la energía del sol y del viento. El neoliberalismo ha señalado a todos esos bienes comunes como presa a devorar, de ahí que, quizá, se nos esté camuflando la sorpresa final. Es decir, acabar con la pesca como "Bien común" y proceder a privatizar inmediatamente los caladeros y los peces. Así se entiende mejor la consigna de dejar actuar a los mercados y empezar a repartir las ayudas públicas de otra forma.
Una lectura demasiado cínica y malvada de la Reforma Pesquera Común y del futuro destino de las ayudas del FEMP sugiere los peces privatizados y en manos de grandes corporaciones e industrias. Empresas que comprarían los derechos individuales de pesca a los humildes artesanales, que ya no podrían pescar sus cuatro peces porque la barca está muy vieja, no tienen medios para renovarla y a quienes el FEMP trataría de compensar con limosnas y subvenciones hasta 2020. Igualito que con los subvencionados mineros británicos.
Para más información sobre la reforma de la pesca europea y las ayudas:
Esas competencias "cedidas" se centran básicamente en permitir (garantizar) que la economía global de la Unión Europea evolucione dentro de un "sistema de mercado", único y liberal, donde exista la libre competencia mercantil, sin trabas y sin trampas internas por parte de los Estados miembros. De ahí que la Libre Competencia merezca disponer de un Comisario propio (Mr. Almunia) y que perturbarla sea considerado gravísimo pecado porque atenta contra el corazón del sistema. Con esta urdimbre, estamos ante una política "negativa", donde los políticos europeos dejan hacer al mercado y observan sin intervenir, ya que los economistas no viajan en el asiento de atrás, aconsejando u orientando, sino que llevan el volante. De ahí la "parálisis" que parece atenazar a muchos gobiernos europeos, meros observadores de cómo los mercados van campando a sus anchas y ocupando posiciones en el entramado de los Estados para, al final, formar parte de los propios Estados.
Resumiendo, la función final de la Unión Europea y de cada Estado miembro sería sostener la economía de mercado y la libre competencia, sin obstáculos. No es de extrañar el déficit democrático que muestran las variadas instituciones europeas.
Como el Parlamento Europeo es defectuosamente representativo, ya que cada Estado elige a sus europarlamentarios con sistemas electorales muy diferentes, opera de forma contradictoria y algo esquizoide, como en el espinoso asunto de la pesca. Por un lado, frena ayudas públicas (una medida liberal clásica) y defiende la libre competencia (no permite que se subvencione a unos pescadores, artesanales, y a otros no, industriales). Pero al mismo tiempo utiliza el FEMP (dinero público) en defensa de un "bien común" (los ecosistemas marinos) y cosas como la "Seguridad Alimentaria", el asentamiento de la población o la "cultura pesquera". Conceptos que a los mercados les importan un grandísimo pepino. Es como si, de repente, la Unión Europea hubiera alcanzado la segunda de sus justificaciones para existir : además de instaurar y defender la economía de mercado (primera razón), empezase a defender los bienes comunes de la colectividad, cosa propia de una estructura Federal que asume soberanía y hace subsidiarios a los Estados nacionales (segunda y todavía incumplida razón de la Unión Europea).
Porque, los peces del mar son otro “bien común” de la sociedad, como la educación y la sanidad públicas, el aire limpio, las costas marinas, el agua potable o la energía del sol y del viento. El neoliberalismo ha señalado a todos esos bienes comunes como presa a devorar, de ahí que, quizá, se nos esté camuflando la sorpresa final. Es decir, acabar con la pesca como "Bien común" y proceder a privatizar inmediatamente los caladeros y los peces. Así se entiende mejor la consigna de dejar actuar a los mercados y empezar a repartir las ayudas públicas de otra forma.
Una lectura demasiado cínica y malvada de la Reforma Pesquera Común y del futuro destino de las ayudas del FEMP sugiere los peces privatizados y en manos de grandes corporaciones e industrias. Empresas que comprarían los derechos individuales de pesca a los humildes artesanales, que ya no podrían pescar sus cuatro peces porque la barca está muy vieja, no tienen medios para renovarla y a quienes el FEMP trataría de compensar con limosnas y subvenciones hasta 2020. Igualito que con los subvencionados mineros británicos.
Para más información sobre la reforma de la pesca europea y las ayudas: