LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

sábado, 14 de julio de 2012


WONDERLAND SUIZA
Cuidado con el cartón


Si existe una oferta colorista y llamativa está en el supermercado y en esas grandes cajas con vivos colores que atraen la atención del consumidor y tanto gustan a los niños. En realidad, cualquier supermercado es un escaparate de color profusamente estampado en el cartón de embalajes que guardan cereales, pastas o arroces.

Tomen en sus manos la caja de cereales que desayunan sus hijos. Comprobarán que, si bien el exterior del embalaje está impreso en color o en un blanco inmaculado, el interior es grisáceo. Si resulta que también es blanco, no se fíe. Rasgue el cartón al biés y descubrirá que el "alma" de la lámina es gris, aunque haya sido estampada por ambas caras para hacer bonito.

Mucho color y muchas tintas en los envases de cartón para cereales
El peligro no se encuentra tanto en la superficie como en el corazón del cartón.

¿Qué quiere decir el tono gris del material? Pues que se trata de cartones  hechos con papel reciclado. Es buena noticia, ya que así se protegen los bosques. De hecho, el 50% de los embalajes de cartón para comida procede del reciclaje del papel usado. Pero el gris indica que todavía quedan tintas de los viejos papeles. Tampoco es mala cosa, al indicar que no se ha blanqueado la pasta de celulosa reciclada con peligrosos productos (Cloro). Ahora bien, los cartones reciclados con “papel prensa” contienen aceites minerales (hidrocarburos y ftalatos como el 2-Metilnaftaleno) que no deberían entrar en contacto con alimentos, y mucho menos si son alimentos para niños.

El papel prensa, acusado de
transmitir sus tintas minerales
(hidrocarburos) al cartón reciclado

y a los alimentos.
Las fábricas suizas de embalajes para alimentos, hechos de cartón reciclado, son rigurosas con las tintas y prohiben el uso del papel prensa en su fabricación. El laboratorio oficial del Cantón de Zurich (Suiza) para la seguridad alimentaria, realizó en 2011 un estudio sobre las tintas de imprenta presentes en los embalajes para alimentos y el resultado fue preocupante. Al analizar 119 alimentos vendidos dentro de cartón reciclado, 89 contenían restos de tintas minerales. La tinta habían migrado a la comida, llegando a concentraciones de entre 10 y 100 veces superiores a lo recomendado por la OMS y la FAO.

Hubo un pequeño revuelo en las industrias, seguido por el anuncio de “Kellogs” (cereales) de retirar determinadas cajas y determinados cartones de su producción. Las agencias europeas de seguridad alimentaria todavía permanecen mudas. ¿Recomendaciones? Que el embalaje interior (la bolsa) sea más grueso o en papel aluminio para frenar la posible migración de tintas desde la caja ¿Consejos? Una vez en casa, transfiera el contenido del paquete de cartón a otro recipiente, preferentemente de cristal o cerámica. ¿Exagerados? Eso es justamente lo que dice la industria alimentaria, levantando los brazos al cielo.

La firma Kellogs anuncia que desiste de emplear cartón
con papel prensa reciclado. La suiza Nestlé asegura seguir el mismo camino y que
sus bolsas interiores son lo suficientemente gruesas como para impedir la migración de las tintas al cereal

¿Hay soluciones?. En este caso, no parece fácil que la industria de la prensa cambie de tintas y de rotativas porque no están los tiempos para más gastos. Por otro lado, resulta complicado organizar la separación del papel prensa del resto de papeles y depositarlo en un contenedor específico (¿otro más? para que sus tintas no contaminen al resto del papel en el reciclaje. Se pueden usar bolsas interiores reforzadas que hagan de barrera, ya sea en papel aluminio, por ejemplo, aunque más caras. Por otro lado, un buen avance sería emplear siempre tintes de origen vegetal en la impresión externa de las propias cajas. Aunque esta medida no sería del agrado de los fabricantes ya que los tintes naturales son menos brillantes y llamativos. 

viernes, 13 de julio de 2012


NATURALEZA Y SOCIEDAD
Democracia, ciudadanía y ética


Profundizar en la sostenibilidad y el medio ambiente no se limita a desbrozar  los efectos del cambio climático, la crisis energética o la justicia ambiental. De vez en cuando hay que pararse a pensar. El medio ambiente entraña consideraciones éticas y morales que pocas personas comprenden, bien porque no les interesa o porque su capacidad de asumir comportamientos sometidos a nuevas reglas morales está saturada por alguna religión excluyente. También, por alguna doctrina política alienadora y discapacitadora.

El artículo “Democracia y demografía”, publicado el 12 de julio de 2012 en la sección “Ideas” del prestigioso periódico francés Le Monde, nos invita a reflexionar. El autor es M. François Gallichet, Doctor en Filosofía y profesor emérito de la Universidad de Estrasburgo (Francia). La dirección web es para quien conozca la lengua francesa (*). Pero en tiempos de inglés hasta en la sopa, cada vez menos españoles aprenden la lengua de Molière. Así que, me permito ofrecer esta traducción literal, con permiso de M. Gallichet.

Democratie et demographie

"Habitualmente, las catástrofes (ecológicas, económicas, financieras y otras) se consideran como el efecto de comportamientos irresponsables: 
industriales que siguen contaminando, políticos obnubilados por el corto plazo, banqueros obsesionados por el beneficio. La despreocupación respecto a las consecuencias de nuestra conducta genera un mundo inhabitable para las próximas generaciones: clima alterado, deuda aplastante, paro generalizado.

Frente a esas consecuencias, previsibles, la única forma de escapar a la culpabilidad es abolir las potenciales víctimas. Si no hay generaciones futuras, entonces no hay culpables de nada. La abolición de las víctimas es producida, precisamente, por la catástrofe. Un mundo catastrófico es un mundo que se detiene bruscamente, deja de perpetuarse y, en consecuencia, no exige solidaridad entre la actual generación y las del futuro.

Así pues, la catástrofe es, simultáneamente, el efecto de comportamientos irresponsables y la única forma de, si no legitimar, al menos descriminalizar dichos comportamientos. Si hay pocos o ningún descendiente a quien legar oportunidades, el principio de responsabilidad  desarrollado por Hans Jonas (1) deja de funcionar y todo está permitido. Es lo que expresa la popular frase “Después de mí el diluvio”. En ese enunciado, el “diluvio” es a la vez una constatación y una justificación, un hecho y una razón de actuar. Si detrás de mí no hay nada, entonces yo no soy responsable de nada y ante nadie.

Puede decirse que la despreocupación produce la catástrofe (como resultado) y al mismo tiempo la invoca (como justificación). Esta lógica circular es, a menudo, inconsciente pero explica la dificultad de cambiar los comportamientos. Renunciar a la despreocupación no significa cambiar de conducta, sino también reconocer una pesada culpabilidad difícil de asumir. De ahí la inconfesable elección de lo peor: ya que todo está “jodido”, lo mejor es disfrutar al máximo del presente, lo que incrementa aún más de posibilidad de que llegue lo peor.

El fatalismo engendra lo que anuncia, según la lógica de la profecía que se autogenera. Extrae su mayor fuerza de esa necesidad que el propio fatalismo produce. Necesita que llegue la catástrofe para ser absuelto de toda condenación moral, persistiendo y resistiéndose a toda censura o intento de demostración del error.

Esta lógica se refuerza con el crecimiento de la población. Christian Morel (2), en su trabajo sobre “las decisiones absurdas”, observa que éstas son más frecuentes cuanto más numerosas son las personas que participan en la decisión. Cada participante tiende más a expresar lo que considera como opinión mayoritaria, o bien seguir al líder, en lugar de ofrecer su personal y verdadera opinión. Si la desconfianza engendra y justifica la propia desconfianza, el fatalismo suscita y legitima el fatalismo, haciéndolo más atractivo y probable a ojos de la mayoría. Si nadie se preocupa del futuro, resulta idiota ser el único en preocuparse.

Rousseau consideraba que las grandes naciones estaban predestinadas al despotismo; que la democracia solamente era posible en pequeñas colectividades, como en las ciudades de la antigüedad. En tiempos de la Revolución, Francia era la nación más poblada de Europa. A esto se añadía el escaso nivel de instrucción en la Francia de finales del XVIII, lo que impedía aumentar el número de personas capaces de participar, verdaderamente, en las deliberaciones políticas. Hoy, ese número es muy considerable: debemos felicitarnos por ello, pero también plantea, en Francia y fuera de ella, un problema de gobernanza democrática.

Una humanidad con 8.000 millones de personas no solamente es insoportable para el planeta, sino que engendra formas de deliberación y decisión que no favorecen las decisiones acertadas. La actual crisis de la Unión Europea (aumentada desde 6 hasta 27 estados miembros) lo demuestra bien a las claras. También  aparece la incapacidad mundial para gestionar crisis como la de Siria o ponerse de acuerdo sobre una política de conservación del medio ambiente (fracaso de la Cumbre de Río 2012).

Para resistir a la fascinación del fatalismo y el hedonismo presentes hay que plantear el problema de la demografía. ¿Hay un número óptimo de seres humanos para habitar la Tierra? ¿Se pueden alimentar? Además. ¿es posible una auténtica democracia en países con más de mil millones de habitantes? ¿Cómo escapamos de los fenómenos mediáticos que favorecen los efectos de las modas, de los líderes carismáticos y de la demagogia, en detrimento de un debate racional y riguroso? ¿Cómo enfrentarse a esa lógica mimética (tan bien analizada por René Girard (3)) que suscita las crisis que soportamos desde hace decenios? Estas son algunas de las cuestiones a las que hay que responder si queremos escapar de la espiral del catastrofismo autojustificador”.

(1) Hans Jonas. Filósofo y Teólogo. Profesor Universidad de Jerusalem y Calverston. Autor de “El principio de la responsabilidad” (1979)
(2) Christian Morel. Licenciado en Economía, Ciencias Políticas y Sociología. Actividad profesional en Alcatel, Dunlop y Renault
(3) René Girard. Licenciado en Filosofía e Historia. Crítico literario. Miembro de la Academie Française. Profesor en las Universidades de París, Indiana, Duke, John Hopkins y Stanford. Autor de “Les décisions absurdes” (2002) 

jueves, 12 de julio de 2012

EL VENENO DE CADA DÍA
Bisfenilo A (BPA) hasta las orejas



El estudio toxicológico sobre las cintas para impresión térmica, realizado por el INRA (Institut Nationale de Recherches Agronomiques) de Toulouse, es concluyente.  Surgió al comprobar que ese veneno llamado BPA tenía la desagradable cualidad de introducirse en el interior del cuerpo del cerdo a través de su piel. Que el INRA trabaje con "chones" no tiene nada de extraño, ya que hace toda clase de investigaciones agrarias y ganaderas. Que se interese por aquellos productos que puedan contaminar su carne, resulta de lo más razonable y tranquilizador. 

Mira por dónde, el INRA encontró una fuente de BPA en las cintas de papel donde se imprimen los recibos, etiquetas y tiquets de cualquier tienda. Cuando una cajera nos entrega el tiquet de compra, nos está ofreciendo un papel con BPA. Nosotros lo guardamos, la cajera atiende a otro cliente y  le entrega su tiquet, ...y  así repite el gesto cientos de veces al día. Por las manos de una cajera o cajero pasan miles de tiquets impregnados de BPA que, de acuerdo con las investigaciones del INRA, puede penetrar en su organismo, por la sencilla razón de que nuestra piel no es excesivamente diferente a la del cerdo (con perdón).


Algunas empresas de
consumibles ya ofertan
cintas de papel sin BPA
Las impresoras térmicas son de uso cotidiano para miles de empleados en todo tipo de negocios y comercios, incluidos los billetes impresos en los transportes públicos. También los pequeños Datáfonos, usados para las compras con tarjeta de crédito, utilizan la impresión térmica en los resguardos que nos entregan. Los empleados que etiquetan productos suelen usar, también, máquinas impresoras que usan cintas térmicas con BPA. Es posible que en España el asunto de los tóxicos que nos rodean se considere una bobada, propia de ecologistas pelmazos, pero en el resto de Europa tienen más sensibilidad hacia la salud de los ciudadanos y se lo toman muy en serio. 


La expulsión del BPA de nuestra vida diaria es un clamor fuera de nuestras fronteras. La presión popular resulta tan insoportable que la industria ya prepara el phasing out  (salida escalonada, según el ministro belga de Medio Ambiente) para esta desgraciada molécula. Las cintas de impresión térmica son una pequeña muestra de los variados escondites del BPA, también presente en los cristales de las gafas de sol o en los CD Rom. 


Estos recibos y resguardos de impresión térmica pueden
contener BPA que entra en nuestro organismo por la piel


Las firmas Tupperware y Rubbermaid, especializadas en envases para alimentos, anunciaron hace dos meses (mayo 2012) que dejaban de emplear el BPA en sus productos. En Suecia se prepara una ley que prohibe la presencia de BPA en cualquier embalaje que entre en contacto con comida. Los debates sobre esta amenaza a la seguridad e integridad de los ciudadanos se suceden, como el mantenido en el Senado del Reino de Bélgica el 20 de diciembre de 2011. La sesión, con las abrumadoras comparecencias de científicos, se encuentra facilmente en Internet, en francés y en flamenco. Su lectura es de lo más recomendable para los más interesados. (Sénat de Belgique. Session 2011-2012  Document 5-338/4 Proposition de Loi. Interdiction du Bisphénol A dans les récipients des denrées alimentaires). 


Sesión en el Senado de Bélgica (Bruselas)


Por el momento, y hasta que el Parlamento del Reino de España, el gobierno o sus instituciones tengan la amabilidad de advertir a los españoles de este peligro, es aconsejable que las mujeres embarazadas y los niños pequeños mantengan los dedos alejados de los tiquets de caja, los resguardos, las etiquetas, los billetes de metro y autobús recién impresos y los recibos. De nada. 

NATURALEZA Y SOCIEDAD
“De la cuna a la cuna”


Es el título de otro de esos libros que abren nuevos horizontes. Sus autores, el químico alemán Michael Braungart y el arquitecto británico William McDonaugh, contemplan la naturaleza desde el punto de vista de su envidiable eficiencia. El libro, “Cradle to cradle” en su título inglés, se basa en la constatación de que los procesos naturales producen bienes y servicios de gran calidad y no generan basuras, sino nuevos alimentos en forma de nutrientes. El perfecto ciclo de la vida.

Braungart y McDonaugh no son pesimistas. Nos ofrecen una visión positiva del género humano y de su capacidad de cambiar el actual rumbo y dirigirse hacia un sistema de vida copiado de la naturaleza. Un modelo donde los bienes, como una simple lavadora doméstica, nunca se transformarían en basura al final de su ciclo de vida. Tras su nacimiento en la cuna de la fábrica, la lavadora regresaría, envejecida y averiada tras años de servicio, a la misma cuna donde nació para ser regenerada y renacer a otra vida. Sin residuos, sin basuras, con mínimo consumo de materias primas.

Michael Braungart y su libro

La propuesta "Cradle to Cradle" no es revolucionaria. En el articulado del Tratado de la Unión Europea (versión Tratado de Maastricht - 1992) figura, y de forma muy destacada, la obligación de integrar la variable ambiental y la sostenibilidad en todos los sectores económicos. Concretamente, la industria debe adoptar la Política de Productos Integrada (PPI), que contempla el ciclo de vida de todo producto y servicio desde su diseño, concepción y función hasta el reciclaje final.

La idea del libro va un poco más lejos. Para sus autores, se necesita ver el mundo con otros ojos. No solamente contemplar el ciclo de vida del producto, asumiendo que nace y muere. En su lugar, debería ser concebido para ser reutilizado una y otra vez, tras sucesivas curas de rejuvenecimiento. Esto no es tan sencillo ya que representa darle la vuelta a esta imbécil sociedad de consumo. ¿O quizás sí? Tomemos un ejemplo que se aproxima a la visión de Braungart y que se puede aplicar en muchos lugares y circunstancias.

Dos modelos
En la zona costera de Cantabria Occidental, entre Santillana del Mar y San Vicente de la Barquera, el maíz crece bien y deprisa. El cereal americano se ha adaptado al clima húmedo del Cantábrico y se utiliza, triturado, como forraje de vacas.  La actividad ganadera genera problemas. Los purines (heces líquidas) de las vacas estabuladas son esparcidas sobre los prados, como abono,  y amenazan a los acuíferos con sus nitratos. Las vacas, de origen holandés (frisonas) no están adaptadas al montañoso perfil del norte de España. La cuota lechera comunitaria ahoga la producción y los ganaderos lloran por los bajos precios de la leche y los elevados costes de producción. De no ser por las subvenciones de la PAC (Política Agraria Común), muchos cerrarían sus negocios.

Pastizales y maizales forrajeros en una mies de Cantabria (Ruiloba).
A la izquierda, una estabulación de vacas lecheras. Ni un mísero huerto a la vista en la mejor tierra

de todo el término municipal.

Nadie está contento. El paisaje está desnaturalizado por especies alóctonas (extranjeras), como el maíz centroamericano, los bosques de eucalipto australiano, pinos de Monterrey, praderas artificiales creadas por castellanos en el siglo XVIII y vacas de raza holandesa. ¿Rentabilidad? El producto final (leche) del sistema forraje, pradera, leche, purines - forraje, pradera, leche, purines,... y así hasta el infinito, es ruinoso. Incluso la carne del vacuno no puede competir en precio con las carnes congeladas que llegan de Brasil. Ahora, están rellenando las praderas con caballos para convertirlos en carne que, en buena parte, terminará en latas para perros y gatos).


Embalajes de alimentos frescos fabricados (bandeja y film) con almidón de maíz

En el sur de Alemania lo han hecho de otra forma. Aquí también hay maizales, pero no se emplean como forraje para vacas. Del maíz se obtiene almidón para fabricar envases. La empresa Loick AG, en Dorsten, se acerca más a la idea de Braungart que las granjas de Cantabria. En lugar de alimentar vacas poco rentables, el maíz se emplea para hacer bandejas y papel film compostables. Moldean el almidón para fabricar platos, vasos y cubiertos, desechables y orgánicos, que son asimilados por la tierra en pocos meses. Con los recortes del almidón, preparan viruta de embalaje, sustituyendo esos “gusanitos” blancos de Poliestireno a los que estamos acostumbrados, o bien los compostan para hacer gas metano que luego usan como fuente autónoma de energía.

Vajilla fabricada con maíz compostable (Loick AG)

En la Cantabria costera occidental, con la insultante fertilidad de sus tierras y clima deliciosamente húmedo y templado, el mundo vegetal es una explosión. Pero no busquen impresionantes y productivas huertas, a cielo abierto o en invernadero, que alimenten la región con delicioso tomate, calabacín, judía verde, zanahoria, berenjena, calabaza, cebolleta, hierbas medicinales y gastronómicas, lechugas y múltiples coles. No busquen campos que dan trabajo a miles de laboriosos agricultores y tecnológicos empresarios agrarios. No busquen agricultura avanzada, ecológica, hidropónica, especializada, de alta calidad y renovadora. En las fértiles llanuras y suaves colinas solo verán maizales y praderas recubiertas con algunas vacas o con pestilentes purines. Si descubren un huerto, no más grande que dos plazas de garaje, pertenece a un jubilado aburrido y siempre cabreado porque le roban los tomates y las judías.

Asumida la mediocridad, con los maizales de Cantabria se podrían montar industrias tan punteras como la alemana, produciendo embalajes que no ensucien nuestro medio ambiente. Hace falta I+D, algo que no abunda. Hacen falta inversiones, que tampoco sobran. En Cantabria, las inversiones productivas innovadoras andan por otros escenarios: el actual gobierno regional tiene como propuesta estrella de desarrollo la construcción de un funicular hasta el pico de un monte donde no hay nada.  

miércoles, 11 de julio de 2012


CIUDADES SOSTENIBLES
El genio de Sempé


Jean - Jacques Sempé publicó su primer álbum de viñetas en 1961 con el título “Rien n´est simple” (Nada es sencillo).  Ese año, Sempé tenía menos de 30 años  y  yo era un adolescente que buscaba sus dibujos en los Paris Match que caían por casa. El inteligente humor del bordelés retrataba una sociedad francesa que, desde España, resultaba incomprensible e inalcanzable. Con Sempé, mejor que con cualquier tesis sociológica, se manifiestaba el desfase de la sociedad española de los años sesenta respecto de la francesa.  

Sempé fue un visionario de la vida urbana de hace cincuenta años. Uno de esos pocos adelantados que marchan por delante desbrozando el camino. Un “éclaireur”, como llaman en Francia al soldado que se infiltra en territorio desconocido para guiar al ejército en su avance. A comienzos de los años sesenta, en Europa no había ecologistas, no existía el medio ambiente y la palabra sostenibilidad estaba por inventar. Pero teníamos la mirada de Sempé, consciente de la imbecilidad sin fronteras que él, en su pasmosa humanidad, identificaba con la inocencia. La misma imbecilidad que su compatriota Gustave Flaubert supo describir con refinada y exquisita crueldad.

Me he permitido reproducir aquí una de las historietas de su primer libro que, aunque les parezca actual, está absolutamente descolocada en el tiempo. Hoy, casi todos comprendemos la idea encerrada en los dibujos, pero hace cincuenta años debieron ser chocantes en la Francia que se motorizaba a toda velocidad y sufría los primeros “embouteillages” en Paris.  

En una España que apenas salía de la penosa autarquía para adentrarse en el primer Plan de Desarrollo, guiado por selectos socios de la organización católica Opus Dei (Obra de Dios), el humor de Sempé resultaba absurdo porque retrataba una sociedad desconocida. Lo que sigue son cinco viñetas que definen las esencias del consumismo y los contrastes sociales. Cinco dibujos que resumen la evolución de una sociedad europea que, ya por entonces, empezaba a corretear hacia ninguna parte como pollo sin cabeza. Sempé lo vio antes que nadie.









martes, 10 de julio de 2012


EL VENENO DE CADA DÍA
¡Niños!...¡La merienda!


No daba crédito a lo que mis ojos veían y mis oídos escuchaban. El canal franco-alemán de televisión ARTE emitía el pasado 4 de julio una colección de documentales. Noche Temática, se llamaba el programa. Esa noche hacía mucho calor (una de esas olas de calor que últimamente nos martirizan) y por la pantalla desfilaban todos esos productos, tan entrañables, que nos alegran la vida, llamados ftalatos, Bisfenol A (BPA) y otras golosinas. Calor sofocante en Madrid y pestes químicas, el compuesto ideal para una noche de pesadilla.

Nada especialmente nuevo en pantalla, salvo acusar a la “Nutella” (la clásica Nocilla – leche, cacao, avellanas y azúcar), estrella comercial de la afamada firma Ferrero Rocher, de envenenar a los niños con dosis inaceptables de ftalatos. Concretamente, del compuesto DEHP. Como complemento, los atónitos telespectadores eran informados de que el 80 % de los niños europeos atesoraban en sus cuerpos niveles preocupantes de cinco clases de ftalatos. Esos ftalatos que reducen la fertilidad, con su acción hormonal, y que provocan cáncer.


La unidad de toxicología alimentaria del INRA trabaja en diez campos de
investigación. Uno de ellos es el de los perturbadores endocrinos-

Tras el aperitivo de rebanadas untadas con Nutella, la cámara se desplazaba a los laboratorios del Centre Toxalim, perteneciente al INRA (Institut National de Recherches Agronomiques), en Toulouse. Allí, un científico informaba que el Bisfenol A, desprendido del recubrimiento epoxi del interior de las latas de conserva, provocaba en las ratitas de sus laboratorios una sensible bajada del sistema inmunitario. El doctor aseguraba que el informe sobre este novedoso efecto del Bisfenol A, al igual que otros 153 estudios, se había remitido a la AFSSA (Agence Française de Securité Sanitaire et Alimentaire) con sede en Paris (*)

Sede de la AFSSA en Paris
En la bella capital de Francia, la cámara acudía presurosa a la sede de la AFSSA en busca de respuestas, entrevistando a Madame Marie Christine Favrot. La señora Favrot,  perfectamente peinada, sobriamente maquillada y poco preparada para lo que se le venía encima, entró en una serie de interesantes explicaciones sobre los mecanismos que desembocan en la prohibición de un producto químico. Aseguraba que eran necesarios análisis oficiales y homologados, antes de tomar una decisión. Todo muy oficial y muy serio.

Preguntada por los estudios sobre las maldades del Bisfenol A, llevados a cabo por universidades y laboratorios oficiales, como el INRA, y acerca de quién era el responsable de tomar las decisiones dentro de la AFSSA, Madame Favrot batió los párpados y enmudeció. Ante la insistencia del entrevistador, Madame Favrot exclamaba, entre sorprendida y asustada,… ¡Vous coupez le caméra! ¡Vous coupez le caméra! (¡Apague la cámara!) Nos quedamos sin saber quién decidía las cosas.

Zapatos marca Attentif, denunciados en 2010 por llevar
dimetil fumarato en las costuras de la suela

Tras la entrevista, el documental se lanzaba a los bulevares de París en busca de zapatos baratillos llegados de la China. Enseguida aparecían botines y sandalias chinas, todos  con su bolsita de DMFU dentro. Después, nos enseñaban unas fotos de pies horriblemente hinchados, llagados y sangrantes, cubiertos de ampollas violáceas. Eran pies de chicas que habían estrenado preciosos botines chinos tratados con DMFU. Entonces recordamos aquéllos sofás chinos de piel, vendidos por la firma Conforama, que abrasaban los muslos y nalgas de quienes se sentaban en ellos. Los sofás estaban impregnados de DMFU.

Efectos del DMFU en los pies de una
señora. El compuesto, impregnado
en la piel del zapato, causa dermatitis
de contacto

Ver aquellos pies en carne viva nos impulsaba a apagar la televisión, pero el morbo era más fuerte que el sueño. Nos dijeron que el DMFU era Dimetil Fumarato, un fungicida usado por los exportadores chinos para que sus productos de piel (zapatos, bolsos, complementos) no enmohecieran en el interior de los contenedores durante la larga travesía marítima hasta Europa.

Al parecer, la Unión Europea y China importaban grandes cantidades de pieles en bruto desde Bangladesh. En ese país, las pieles eran tratadas con DMFU, sales de cromo, cloro, oxietileno y toluenos. Así que llegaban a Europa rezumando venenos usados para combatir la humedad. Nos decían que la Unión Europea había prohibido el DMFU el 1 de mayo de 2009, pero que seguía llegando desde extremo oriente y recalaba en cadenas de tiendas “guays”, como Deichmann (Alemania) o Mellow Yellow (Francia). Por cierto, ¿alguien ha visto estos saquitos en España recientemente? Yo tengo uno bien guardado.

Unos "jeans" nuevos, pero desgastados de forma artificial

De postre, el documental hablaba de pantalones vaqueros. Nadie compra vaqueros nuevos, sino previamente desgastados y con pinta de llevarlos puestos desde hace diez años. El efecto de desgaste se lograba antes en Turquía, el gran centro “Vaquero” mundial, usando chorros de arena de sílice. La finísima arena, proyectada sobre los pantalones acabados, desgasta y blanquea el tejido en los lugares escogidos. Pero la arena también se mete en los pulmones de los operarios y operarias. Cuando el número de muertos por inhalar tanta arena superó el centenar y otros 5.000 trabajadores presentaron silicosis, las autoridades turcas prohibieron el sistema dentro de sus fronteras.

Aplicación de chorro de arena de sílice sobre "jeans" en un taller de Bangladesh

La industria se fue a Bangladesh, donde todo es más fácil. Los bengalís no son más resistentes a químicos y arenas que los turcos, pero necesitan comer. Así que, desde hace unos años, muchos de los “Jeans” en el mercado europeo han sido desgastados por delgados bengalís que trabajan doce horas inmersos en una atmósfera de arena que les colmatan los pulmones. Los sueldos, en cambio, deben colmatarles poco. En la primavera de 2011, ante la campaña desatada contra el chorro de arena, firmas como Versace o Esprit, renunciaron al método en sus artículos "Vaqueros".

Icono de la campaña contra el chorro de arena llevada
a cabo en Francia en 2011. Lamento confesar que nunca pude ver

tal campaña reflejada en España

Angustiado, y antes de apagar la televisión para no seguir la tortura, el comentarista acertó a murmurar que los gobiernos siempre protegen a las empresas antes que a los ciudadanos.

(*) El INRA ha emitido informes sobre la responsabilidad del BPA en la acumulación de grasas en el hígado; sobre su papel como disruptor endocrino y sobre sus efectos en la función intestinal como barrera inmunitaria. 

PESCA SOSTENIBLE
El dilema del Bonito del Norte


A mediados del mes de junio, los muelles pesqueros de Burela (Lugo), Gijón y Avilés (Asturias) recibían a siete embarcaciones con las bodegas cargadas de unos 44.500 kilogramos de Thunnus alalunga (Bonito del Norte – Atún blanco). La llamada “costera del bonito” de 2012 acababa de empezar y esos peces eran la primera gran remesa de un recurso marino muy tradicional en toda la costa norte española. Sin embargo, los precios de venta en Lonja de ese día (primera venta) no hicieron felices a los pescadores, ya que apenas llegaron a los 6,70 € por kilo. En otros años, los primeros Bonitos de la costera podían rozar hasta los 60,- € el kilogramo.

A juicio de armadores, patrones y marineros, tan bajos precios no compensaban los brutales costes del combustible, ya que habían estado faenando en aguas a más de mil kilómetros al oeste de A Coruña, en pleno Océano Atlántico y con muy malos tiempos. Además, argumentaban que sus capturas eran ejemplares “grandes”, de hasta 7 kilogramos de peso, con buena aceptación en los mercados. Según la escala biológica de la especie, tal peso se correspondería con individuos de longitudes comprendidas entre los 25 y los 30 cm, y una edad aproximada de entre 1,5 y 2 años.

El Bonito del Norte - Thunnus alalunga

Desde hace trescientos años, la anual costera del Bonito (julio, agosto, septiembre) ha sido un recurso económico de singular importancia para las poblaciones costeras del Mar Cantábrico. Esta especie migratoria, se interna en el golfo de Vizcaya a comienzos del verano, procedente del Mar de los Sargazos y de áreas del Atlántico Central. Los bancos se mueven impulsados por el hambre (en el golfo de Vizcaya solían encontrar abundante anchoa, caballa, jurel y sardina), guiándose por la temperatura del agua. Siempre se trata de una migración de peces juveniles e inmaduros, cuyos protagonistas son ejemplares de edad inferior a los cinco años y con menos de 45 - 60 cm de longitud. Una vez alcanzada la madurez sexual, los Bonitos dejan de visitar el golfo de Vizcaya.

Si los bancos de Bonito acuden voluntariamente al golfo de Vizcaya ¿Qué hacen los pescadores a mil kilómetros de A Coruña? Sencillamente, los habitualmente bajos costes del gasóleo impulsaron a los pescadores a “salir al encuentro” de la migración, colocándose las “flotas boniteras” al acecho de la migración, cerca de las Islas Azores. De esta forma, el Bonito llegaba antes a los mercados. Los armadores con mayores recursos tecnológicos y económicos sacaban ventaja respecto de los pescadores artesanales y sus reducidos medios, que tenían que aguardar al mes de agosto para tener los peces a su alcance.

Boniteras en un puerto vizcaíno

La pesquería, tradicional en sus inicios y progresivamente industrializada, sustento de una cultura gastronómica y artesanal, pasa por momentos de incertidumbre. Por un lado, los Bonitos tienen crecientes dificultades en encontrar los recursos alimenticios que justifican su largo viaje, ya que la anchoa del Cantábrico tiene problemas de “stocks” y la competencia del ser humano por los pequeños peces pelágicos (“peces forraje”) está dejando sin suficiente comida a especies depredadoras, como el Bonito del Norte. A este fenómeno, no bien comprendido y estudiado, se suman el adelanto de la pesquería, con la interceptación del flujo migratorio y sus ignoradas consecuencias, los efectos del cambio climático en el océano, con eventuales variaciones en las temperaturas del agua, y con el acoso pesquero que la especie Thunnus alalunga soporta a lo largo y ancho del Atlántico.

Los mercados no responden

La situación resulta preocupante si se observan las últimas estadísticas pesqueras de las costeras cantábricas. Si en los años 1960 – 1962 se batieron récords de capturas, llegando a las 65.000 toneladas, en 2006 se había descendido hasta 27.000 toneladas y se quedaban en 12.000 al finalizar la costera de 2009. Es lícito argumentar que Demanda estable y oferta en reducción se traduce con precios en aumento. Pues no es así. En 2001 se pagó una media de 3,98 €/kg., mientras que en 2010 la cifra se quedó en 3,66 €/kg. Teniendo en cuenta la elevación del precio del gasóleo experimentada entre 2000 y 2010, se comprende el paulatino empobrecimiento de los pescadores dedicados a la actividad.

Pintura de Darío de Regollos. Salida al amanecer de la flota de chalupas boniteras
desde el puerto de Ondárroa. La marca en la vela servía para identificarse en la distancia.

Los bajos precios que padece una especie tan prestigiada y con tantas cualidades tienen numerosas causas. No es pequeña la relativa a los sobrecostes comerciales, capaces de duplicar los precios de primera venta al consumidor. El estudio realizado en 2009 sobre la estructura de formación de los precios del Bonito del Norte (Tragsatec – Deloitte), estimó que un precio en Lonja de 4,180 €/Kg de Bonito fresco se transformaba en 10,92 €/Kg sobre los expositores de venta al público.

Plato de marmitako
La cultura alimenticia y gastronómica del consumidor tiene, igualmente, un fuerte impacto en el declive. Delante de un mostrador con Bonito del Norte, a 10,- € , exhibido al lado especies importadas, como la blanca merluza de Namibia, a 6,50 €, y filetes de asiática Panga, a 4,- € y sin espinas, la elección no es difícil. Rebozar y freír merluza o Panga no tiene secretos para nadie, mientras que preparar un Bonito encebollado, con tomate o en Marmita, requiere un pequeño esfuerzo y una forma de vivir la alimentación que se está perdiendo en las nuevas generaciones de consumidores.

Los crecientes costes, los bajos rendimientos y la pérdida de mercado también tropiezan con esas noticias que alertan sobre posible acumulación de metales pesados y tóxicos persistentes en grandes peces viajeros, entre los que se encuentran los túnidos. Aunque ésta es una pesquería de juveniles, sin tiempo ni oportunidad para acumular en sus organismos el mercurio y cualquier otra substancia, el público se queda con una idea general que afecta a todos los túnidos, sin distinguir entre la gran variedad de especies afectadas.

No trasladar los costes energéticos y ambientales al precio final de los productos acuícolas importados, sin tener en cuenta lo que representa en consumos de combustible para el transporte desde largas distancias, unido a consentir miserables salarios en países lejanos y chapuzas en la producción artificial de ciertas especies, como la Panga, destruyen los mercados de nuestros maravillosos productos locales. El Bonito del Norte está siendo acosado desde demasiados frentes. Pero éstos no son todos los achaques de la pesquería.

El peor de los escenarios

La reforma de la Política Pesquera Común (PPC) insiste, entre sus numerosas propuestas, en la necesidad de ir acabando con las pesquerías de peces inmaduros y gestionarlas de forma que los ejemplares objetivo siempre hayan tenido oportunidades de reproducirse, antes de ser capturados. Pone como ejemplo a los bacalaos del Báltico y del Mar del Norte, o las angulas, pero nada dice del inmaduro Bonito del Norte atrapado en las costeras. Teniendo en cuenta que un Thunnus alalunga adulto puede llegar a medir 1,40 metros y pesar 40 Kg, el hecho de desembarcar ejemplares de 30 cm y  7 Kg de peso invita, como mínimo, a la reflexión.

Bonitos del Norte en la Lonja de Burela (Lugo). La etiqueta verde sujeta
a las colas indica una pesquería responsable, donde cada pez es atrapado con anzuelo, uno por uno

En caso de aplicar estrictamente los postulados de la prevista reforma (en vigor desde 2013), las costeras del Bonito del Norte deberían suspenderse de forma automática y permanente. Lo importante es saber hasta dónde llegarían las autoridades comunitarias en el contencioso de los ejemplares inmaduros, sin tener en cuenta el impacto cultural, social y económico de una eventual puesta en cuestión de determinadas pesquerías. Si el Bonito del Norte ha alimentado sin problemas esta pesquería artesanal durante tres siglos, puede seguir haciéndolo otros tantos. Solo necesitamos buena gestión y el sistema de pesca, el anzuelo, usado en España.