LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

martes, 27 de octubre de 2015

CHORIZOS Y SALUD
El maldito Grupo 1

La mayoría de los carcinógenos englobados en el Grupo 1 del IARC (International Agency for Research on Cancer) son de la quinta de 2012. Al año siguiente, en 2013, debieron organizar una bonita fiesta para acoger en su peña a las partículas emitidas por los motores Diesel (PM). Las partículas fueron agasajadas por todos los asociados al Grupo 1, no faltando las tapas de pescado salado al “estilo chino”, abundantes cigarrillos y perfumes de asfalto, todo ello dentro de una acogedora atmósfera de Plutonio, benceno, berilio y potente radiación solar.

En este templado otoño de 2015, los festejos de bienvenida a nuevos miembros carcinógenos al Grupo 1 se multiplican. Nos referimos a los nuevos radionucleidos, a las bebidas alcohólicas, los bifenilos (BPA) y los glifosatos (Monsanto). Pero lo que no se esperaba la pandilla cancerígena era incorporar en sus filas a todo el clan de la charcutería, incluyendo a exquisitos líderes como los jamones de bellota, la panceta y la mortadela.

No nos atrevemos a imaginar la que se armará en este selecto Grupo 1 cuando llamen a su puerta los cafés, el mate y las bebidas muy calientes (Reunión de evaluación de IARC – Mayo 2016). En cuanto estos brebajes se añadan a la pandilla, los festejos del Grupo 1 serán amenizados con tacos de jamón de calidad, rodajas de salchichón, café, copa y puro.

Según declaraciones efectuadas por el amianto, uno de los grandes capos del Grupo 1, los embutidos carcinógenos son una bendición para los 118 asociados. El Treosulfano y el cadmio, amantes declarados del salchichón, suspiran por captar en la pandilla a otros colegas carcinógenos, como la Hidracina (posible incorporación en 2016), y asegurarse la presencia de los chuletones de buey, de momento asignados al Grupo 2.

La que están liando las carnes

Hace años que la FAO mira con gran recelo a las pacientes vacas. Si su vida es un despropósito rumiante, el anuncio de que el consumo de sus rojas carnes ayuda a conseguir un hermoso cáncer de colon llueve sobre mojado. Por eso, la reciente inclusión de las carnes rojas del ganado bovino entre las substancias cancerígenas aconseja recordar algunas de sus circunstancias vitales.

Esas circunstancias son las que afianzan el nuevo lema adoptado por los grupos conservacionistas y ecologistas que aspiran a crear un planeta más habitable y justo: comer menos carnes y menos lácteos. Repasemos algunas cifras para ponernos al día:

En el año 2014 fueron sacrificados 65.000 millones de animales domésticos (mamíferos y aves) en el mundo, para ser convertidos en comida de humanos y de otros animales. Entre 1950 y 2000, el consumo de carnes se ha multiplicado por cinco en el planeta. Para producir un kilo de carne de vacuno se necesitan 15.500 litros de agua; para un kilo de cerdo, 4.900 litros; para un kilo de pollo, 4.000 litros; para un kilo de tomates, 184 litros; para un kilo de zanahorias, 130 litros. Las vacas empiezan a ser un problema “hidráulico”.

El 70% de las tierras cultivables del mundo se destina a producir comida para animales, como trigo, maíz y soja transgénica. Cada kilo de carne (todas las especies sumadas) necesita entre 10 y 14 kilos de cereales. Unos cereales que vendrían estupendamente a 1.000 millones de humanos con hambre crónica. Desde el punto de vista ambiental, la producción de carnes genera excesivos nitratos y fosfatos (estiércoles y purines) que contaminan gravemente las aguas.

La cría de animales para alimento de los humanos es responsable del 14,5% del efecto invernadero que destruye nuestro clima, con las vacas generando el 9,7% del total y generando el 50% del metano que llega a la atmósfera (el metano es 300 veces más potente que CO2 a la hora de recalentar la Tierra). Otra vez las vacas sacando los cuernos.

Los animales criados para ser devorados, de forma mayoritaria y lamentable sufren una vida corta y cruel encerrados en una especie de barracones de engorde y exterminio donde son emborrachados con hormonas y antibióticos que luego llegan a los consumidores y hacen ineficaces los tratamientos en las infecciones.

Ahora nos dicen que, después de envenenar el entorno, agotar el agua y fomentar hambrunas, robando los cereales que necesitan 1.000 millones de personas muy pobres, sus carnes procesadas producen cáncer. Esto no hay quien lo entienda y esta sociedad occidental va camino a la perdición, entre tapas de chorizo a la barbacoa y aromáticas lonchas de jamón de Jabugo.


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