La decepción de Asse
En las montañas de Yucca (Nevada, USA) las máquinas se han parado. La obra del proyectado confinamiento "geológico" de Yucca Mountains, destinado a recibir el combustible nuclear usado por las 70 centrales norteamericanas, ha sido clausurado. En consecuencia, no hay solución a la vista para 71.000 toneladas de residuos de alta actividad, provisionalmente almacenados en las piscinas de las centrales y en otros espacios en superficie, a los que se suman, cada año, otras 2.200 toneladas. ¿Por qué el Panel de Expertos en la materia ha aconsejado a presidente M. Barack Obama cancelar el proyecto?
Las montañas Yucca, cerca de Las Vegas (Nevada. ) |
En primer lugar, hay razones éticas. De todas las iniciativas tomadas por humanidad, la de enterrar residuos nucleares va más allá de la imaginación y afecta a la moral. Una civilización responsable no puede dejar en herencia el problema de unos residuos cuya peligrosidad se mantiene por encima de100.000 años. Queda muy feo. Significa proyectarnos hacia la eternidad a través de un mensaje, no estético y turístico como las pirámides de Egipto (4.500 años tan sólo), sino de Plutonio y Uranio que comprometen el futuro de la vida en el planeta.
Luego hay razones prácticas. Geólogos muy serios dicen que existen lugares seguros y estables donde esconder la basura nuclear. Aseguran que hay yacimientos de sal, arcillas o granito, perfectamente secos y que no se han movido ni un milímetro en 150 millones de años. Es cierto. Pero la cuestión es que, una vez que el hombre entra en esos inalterados espacios subterráneos, los agujerea con sus túneles y los rellena de contenedores que emiten calor y radiactividad durante miles de años, el escenario se puede modificar. ¿Cómo se ve afectado un mineral estable si es acariciado por la radioactividad y la temperatura durante 20.000 años?... ¿y durante 60.000?. Luego llega el agua, por capilaridad, microcapilaridad o nanocapilaridad. En un futuro tan lejano que da vértigo, en los próximos milenios, en las siguientes glaciaciones, sobre el depósito pueden situarse kilómetros de hielo u océanos.
¿Y la memoria? ¿Cómo avisamos al futuro de que nada ni nadie debe acercarse a los almacenes de muerte? ¿Levantamos descomunales monolitos y blindados sarcófagos en superficie? ¿En qué lenguaje hablamos al hombre del futuro? Algunos dicen que la humanidad debería proyectar la memoria de los depósitos radioactivos mediante un sistema de transmisión oral y escrita, parecido al que usan la religiones para atravesar los siglos. ¿Recuerdan si hay alguna religión en el planeta que tenga 100.000 años de antigüedad? ¿Pretenden reconvertir la basura nuclear en lugar de culto, secretismo y miedo milenarios? ¿Hacemos de los confinamientos "Verdad Revelada" en antiguas Escrituras y textos sagrados que los seres del futuro cantarán en los templos?
El accidente de Fukushima ha puesto de manifiesto dos cosas: que el ser humano no puede controlar la naturaleza y que la gestión de la energía nuclear puede estar cayendo en manos de incompetentes, y lo que es peor, de gente algo corta y aficionada a esconder la verdad. Pero hay otra razón de peso, esta más pedestre, para oponerse al enterramiento de residuos nucleares de alta actividad. Es el caso de Asse.
En el "lander" de Baja Sajonia, al norte de Alemania, las minas de sal de Asse fueron escogidas hace décadas como lugar estable de enterramiento para basura nuclear de baja y media actividad. Un lugar "Wunderbar" según las autoridades y los geólogos de la época. En total, se depositaron en las galerías de Asse 126.000 barriles de residuos, con la propina de 28 kilogramos de Plutonio que otro listo tuvo la ocurrencia de catalogar como inofensivos. Hoy, cuarenta años después de sepultado el primer barril, por las galerías de la mina corretean 12.000 litros diarios de agua que se filtra Dios sabe desde dónde. La mina está anegada por la salmuera y el gobierno regional o estatal, o ambos a la vez, tienen que retirar los barriles antes de que revienten. Algunos de ellos están a 750 metros de profundidad, perdidos en espacios "sellados". Se precisan 10 años de trabajo y un coste cifrado en miles de millones de euros. Se hacen discretos estudios para saber si los radionucleidos se expanden ya por los acuíferos de la región.
El fiasco de Asse no impresiona a los fríos finlandeses. Al lado del complejo nuclear de la isla de Olkiluoto, se dedican a hacer agujeros en la mina de granito Onkalo para enterrar su basura nuclear. Si el cambio climático sigue adelante, sobre Onkalo se puede situar el mar, pero eso es un comentario improcedente. En otros "lander" alemanes (Baviera) también se exploran minas de granito con similares intenciones. Los franceses son más prudentes y empiezan a tener dudas razonables. En Bure (Lorena, Francia) llevan 13 años investigando un yacimiento de arcilla donde confinar la basura nuclear que atasca las piscinas de Le Hague. Sin embargo, el organismo ANDRA (Agence Nationale pour la gestion des Dèchets Radioactifs, parecido a nuestro ENRESA - Empresa Nacional de Residuos Nucleares), preconiza empezar a meter basura en 2025 y ver qué pasa en los siguientes 40 años. Quizá para entonces sepamos "transmutar" los elementos radioactivos en elementos estables y, de pasada, alcanzar el sueño alquimista de convertir el plomo en oro.
En ese período de tiempo, las galerías de Bure no estarían selladas. Hay que estar preparado para sacar todo el equipaje si las cosas se ponen feas. Será necesario establecer una vigilancia continua y activa del yacimiento, forzar la ventilación de las galerías para evacuar el calor generado por la radiación y estudiar la deformación de conducciones y contenedores a causa de la fuerte presión que sufren, así como la paulatina degradación de las arcillas (diogénesis). Eso va a costar una pasta, aunque dicen que la energía nuclear no es cara. Nos preguntamos si los próceres reunidos en la Cumbre de Seguridad Nuclear de Seul hablan de estas cosas tan curiosas o bien las consideran irrelevantes y que poco tienen que ver con la seguridad nuclear.
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