LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

miércoles, 11 de marzo de 2015

TELÉFONOS MÓVILES
Obsolescencia en Barcelona





El congreso mundial de la telefonía móvil (Mobile World Congress 2015) ha terminado y los medios nos han informado profusamente sobre interesantes aspectos colaterales al evento: unos 90.000 visitantes en la ciudad; hoteles al completo y especulación brutal con los precios; alegría del sector de la restauración, de las putas y del taxi. Lo que ha pasado dentro de la feria ha sido asunto para expertos y enganchados, pero yo se lo cuento: nada digno de señalar y mal asunto para el usuario convencional.

Me quedaría solo con dos informaciones supuestamente relevantes. La primera es que han inventado unos relojitos de pulsera que hacen cosas, bobadas, con la condición de llevar asociado un móvil caro y sofisticado. Con estos relojes se impone la moda de dejarse crecer la uña larga del meñique (bien puntiaguda) para así tocar con precisión la diminuta pantalla táctil del artefacto. La segunda, es que ha salido un extraordinario móvil cuya batería dura ¡29 horas! ¡Más de un día seguido! En ambos casos, el afortunado usuario deberá mantenerse muy cerca de un enchufe o bien llenarse los bolsillos con baterías accesorias.

Mientras escribo, miro de reojo mi convencional “smartphone” comprado hace un par de años. Pobrecillo. Por tres euros compré una bonita funda china que le ha protegido de roces y caídas, pero su degradación interna ha sido imparable y progresiva. La batería, que empezó aguantando valerosamente seis días, apenas dura ya 24 horas. Su memoria interna, agarrotada por tantas aplicaciones estúpidas montadas en "fábrica”, enmarañadas entre sí por Google e imposibles de extirpar, ya no es capaz ni de soportar las periódicas actualizaciones del Whatsapp. Debería cambiar de teléfono si quiero recuperar los 0,89 euros de suscripción anual abonados por adelantado.

Lo sorprendente de esta idiotez de Congress es que, en lugar de resolver los problemas de millones de usuarios los agrava. Fabricantes y operadores inundan el mercado con móviles abarrotados de majaderías que saturan flacas memorias accionadas por baterías anémicas. El usuario, después, se descarga aplicaciones complementarias y termina por llevar en el bolso o en el bolsillo un aparato artrítico y jadeante. Si a eso se añaden las benditas “actualizaciones”, la escabechina es rápida y segura.

En realidad, la propia industria está desfigurando el concepto del teléfono transportable para derivarlo hacia una especie de “tablet”, escasamente autónomo y que es imprescindible reemplazar cada doce o catorce meses antes de que se “enladrille” (“brickeado”, llaman a esa parálisis total que afecta a los superinteligentes móviles de hoy).

Para el Reino de España, con una red de Internet Móvil lenta y cara, el teléfono móvil más que un simpático y útil ingenio se está convirtiendo en una pesadez de gestión energética, en un artefacto tan caro que puede significar un gasto de 1.000 euros anuales entre la compra y el contrato, en una fuente de problemas y broncas con las empresas operadoras, en una fuente de estrés y ansiedad, en un problema ambiental,.....  Llegamos al tema.

Según parece, las líneas de móviles activas en el país superan los 50 millones. La cifra indica un parque perfectamente saturado donde muchos ciudadanos tienen más de una línea. Si los fabricantes desean vender más teléfonos tienen que diseñarlos para que fallezcan en el más breve plazo de tiempo para seguir vendiendo 30 millones de móviles al año. La obsolescencia se programa incorporando pesadas aplicaciones que estrangulen al nuevo teléfono y con colocando baterías basura, que nacen más muertas que vivas.

“Es que la tecnología de las baterías no progresa tan rápido como el software de la telefonía” - dicen los exquisitos del sector levantando la nariz. Es lo mismo que dicen los fabricantes de cochecitos eléctricos que hay que enchufar cada 100 kilómetros. Que le pregunte al californiano Elon Musk porqué sus cochazos eléctricos Tesla tienen una autonomía de 450 kilómetros y se ponen a 100 Km/h. en 3 segundos. No es cuestión de tecnología, sino de prioridades tecnológicas. Y vender un buen teléfono, que dure más cinco años, que lleve memorias operativas ampliables y que se mantenga encendido más de una semana no es en absoluto prioritario. Quien se atreviera a ofrecer un teléfono tan estupendo sería lapidado por sus colegas en el siguiente Congress durante fiesta de inauguración.

¿Es posible conseguir este tipo de teléfono? Probablemente sí, aunque reduciendo drásticamente la carga de aplicaciones disponibles. Lo de las baterías es asunto más complejo. Baterías de larga duración existen, pero solamente tienen uso militar. La excusa para no ponerlas en el mercado es que son peligrosas porque, al concentrar tanta energía en poco espacio, pueden explotar o incendiarse. ¡Lo que nos faltaba por escucha! Resulta que nuestros esforzados soldados, además de jugarse la vida frente al enemigo, en el uniforme de combate llevan una bomba personal con forma de batería.  

La consecuencia del negocio es un desastre ambiental. En Europa solamente se recolecta y recicla (o se revende) el 15% de los teléfonos usados. Cada año, más de 160 millones de unidades acaban en el fondo de un cajón, en un vertedero o en las cunetas. La Directiva 2012/19/UE sobre residuos de equipos eléctricos y electrónicos (REEE) intenta frenar esta sangría de energía y materias primas de alto valor despilfarradas, como las Tierras Raras usadas<en las pantallas (itrio y lantánidos), el Coltan o los metales preciosos. Si todos los móviles usados se aprovecharan en Europa, el ahorro en materias primas sería de 500 millones de euros al año.

Entre tanto, empresas operadoras como Vodafone, Orange, Jazztel o Movistar se unen a la fiesta de fabricantes y distribuidores, ofreciendo cacharros deficientes y condenados a una corta vida útil. ¿Reventa? ¿Reacondicionamiento? ¿Recuperación de materiales? ¿Economía circular? ¿Circu… qué? Nos vemos el año que viene en el  fabuloso Congress de Barcelona 2016, esperando que la industria nos deslumbre con nuevos juguetes inútiles.

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