LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

domingo, 18 de octubre de 2015

MADRID MEZQUINO
Defectos de crecimiento


Atasco en Madrid del lunes 5 de octubre


El lunes 5 de octubre de 2015, la capital del Reino de España padeció uno de esos embotellamientos que sufren las ciudades que no han resuelto su movilidad. Desde primera hora de la mañana el cielo amenazaba lluvia y los madrileños, con un sistema de transporte público de superficie mal implantado (escaso y sin carriles exclusivos) y uno de los metros más caros de Europa, volvieron a sacar sus automóviles. Fueron suficientes un par de patinazos para llegar al colapso.

La pregunta, a estas alturas, es si el problema tiene remedio. Seguramente lo tiene. Aunque las medidas deben ser radicales ya que la enfermedad de la ciudad es grave y de origen congénito. La primera causa de la enfermedad es su torpe crecimiento. Para desgracia de la capital, a mediados del siglo XIX su primer gran desarrollo urbano cayó en manos un especulador-constructor llamado José de Salamanca y Mayol (1811 – 1883), con título de Marqués de Salamanca y de ideología liberal.

El marqués, enriquecido gracias a jugosos pelotazos bursátiles y a su especulación con el monopolio sobre la sal en la villa, se encargó de desarrollar el Ensanche urbano de Madrid, entonces insalubre y apelotonado. El proyecto del Ensanche corrió a cargo de un Ingeniero de Caminos llamado Carlos María de Castro (1810 – 1893).


Una calle tipo del Ensanche de Barcelona (carrer Aragó)

Siguiendo los pasos de Ildefonso Cerdá en Barcelona y su modélico Ensanche, el ingeniero Castro creó un entramado ortogonal de avenidas anchas y cruces achaflanados, generoso, ventilado y salpicado de plazas y jardines. Terreno había y en abundancia, porque más allá de la vieja ciudad se abrían las llanuras castellanas. Por desgracia, el buen proyecto se puso en manos del marqués especulador.

Salvo un par de excepciones, las avenidas se convirtieron en callejas estrechas y las casas crecieron en altura. Desaparecieron los jardines y la única plaza que sobrevivió a la especulación lleva hoy el nombre del Marqués de Salamanca. La mezquindad y la corrupción empezaban a crear las deformidades urbanísticas que hoy entorpecen la movilidad de los madrileños.


Una calle tipo del Ensanche de Madrid (Calle Hermosilla)

Cuando no era un especulador, adulterando un plan copiado del Paris del Baron de Haussemann para terminar recreando un pueblo manchego, aparecían los intereses personales de sucesivos alcaldes planificando barrios sobre terrenos del patrimonio nacional (Barrio de los Jerónimos, levantado sobre el cazadero real o parque de El Retiro). La llegada del franquismo no mejoró la situación, creciendo masificados barrios modelo “gueto” y con nombres de Vírgenes, como La Concepción o El Pilar.

El siglo XX repitió los planteamientos especuladores incluso en barrios surgidos en 1995. Como ejemplo, el de Los Coronales (Distrito de Barajas) y sus callejones saturados de coches amontonados, por donde los autobuses municipales apenas pueden circular. Eran tiempos de locura constructiva y de aprovechamiento máximo del suelo. Otros barrios de reciente creación, como Las Tablas o Sanchinarro, han logrado el prodigio de asemejarse a un urbanismo moderno y despejado, pero con cien años de retraso.

Mientras que en la Unión Europea se peatonalizaban completos centros urbanos, se restringía el tráfico de los vehículos privados, se abrían tupidas redes de carriles bici, se creaban líneas de tranvía y se potenciaba el transporte público, los alcaldes de Madrid se limitaban a ensanchar algunas aceras y ayudaban a que más coches entraran a la apretada ciudad, construyendo grandes circunvalaciones y obras subterráneas faraónicas que han dejado una deuda enloquecida.

En torno a Madrid se crearon ciudades satélite sin suficientes conexiones. La instalación de corredores exclusivos para el transporte público o líneas ferroviarias de cercanías, como las que disfruta Londres, no entraba en los planes de sucesivos alcaldes incompetentes. Tampoco fomentar el uso de la bicicleta y separar claramente los tráficos (peatón, bicicleta, coche, transporte público.


Modelo de movilidad madrileño.
Carril "abierto" compartido por autobuses y taxis, y la última genialidad: carril "abierto" compartido por automóviles y bicicletas, por el que se debe circular a un máximo de 30 km/h aunque no se vean bicicletas en el horizonte. ¿Y las motos?
 
Los últimos movimientos, gestados con la penúltima alcaldía, fue mezclar los autobuses municipales con las motos y los taxis (Carril Bus + Taxi + Moto), quitar espacio a los peatones pintando carriles bici sobre aceras, mezclar coches y bicicletas en carriles compartidos, limitando la velocidad en ellos a 30 km/h, que nadie respeta y que solo los ciclistas más audaces se atreven a usar.

El ayuntamiento de Madrid acaba de ser entregado a nuevos políticos que poco tienen que ver con los anteriores, pero los tradicionales atascos se mantienen. Lógico, porque la estructura de la ciudad es la que es y no se modifica el sistema en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, la idiotez que siempre ha acompañado al gobierno de la ciudad salta de nuevo.

Una política de derechas, célebre por detener su coche privado en los carriles reservados al transporte colectivo y arrollar motos, acaba de hacer responsable del gran atasco del lunes 5 de octubre a la nueva alcaldesa que se han votado los madrileños. En el Reino de España resulta de lo más habitual acusar al recién llegado de los efectos que causan las especulaciones y mezquindades del propio acusador.

Otra política, esta vez de izquierdas y concejal en el nuevo ayuntamiento madrileño, ha propuesto incluir a las motos en las limitaciones al tráfico urbano durante los días de altos niveles de contaminación. La señora política basaba su propuesta en que las motos “contaminan más que los coches”. Los orígenes políticos de la concejala (Partido Comunista de España), la debían remitir a esas calles de Hanoi saturadas de motos emitiendo nubes de humo azul.


Calles de Yakarta. La peor pesadilla de una concejala de Madrid

Es cierto que una pequeña scooter de dos tiempos, al quemar gasolina mezclada con aceite, emite feas substancias. Pero Madrid no es Yakarta ni Ciudad Ho Chi Min. Aquí, la mayoría de las motos que contribuyen a aliviar el tráfico son de cuatro tiempos y no queman gasoil cancerígeno (PM) y subvencionado, consumiendo y emitiendo la décima parte del combustible y los gases que un utilitario. Las motos no crean atascos, ocupan menos espacio en los estacionamientos y calzadas y van siempre ocupadas al 50% de su capacidad.

Madrid es una ciudad  desafortunada con sus políticos locales. 

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