HA LLEGADO LA PLAGA
La acuicultura y otras maldiciones
Corría el año 2000 y nuestro equipo
de rodaje deambulaba por tierras y mares de la Patagonia chilena, trabajando
una serie documental titulada “Los océanos del hombre”. Recalamos en Puerto
Chacabuco, salida al mar de la ciudad de Aisén, para filmar las novedosas
granjas de salmón instaladas por una multinacional española (puerto Aguirre).
La costa de Aisén consiste en una miríada de islas e islotes apretados,
recubiertos por espesos bosques de magnolio y abrigados por una densa capa de
nubes que vierte lluvias permanentes 350 días al año.
Desde tierra firme hasta el mar
abierto hay más de ciento veinte kilómetros de fiordos, canales y ensenadas cuyos
fondos marinos caen hasta los 1.000 metros. Aquí, la cordillera de los Andes se
sumerge en el Pacífico y las cumbres, recubiertas de glaciares, son quienes
forman este abarrotado archipiélago. La región era de una pureza natural
inmaculada, únicamente asaltada por los pescadores de merluza “austral” y los cosechadores
de “locos” (Concholepas concholepas)
Una granja de salmón en la Patagonia chilena |
Las granjas de salmón constituían
entonces una novedad en Chile. Instalados en medio de un maravilloso espacio
natural, el único enemigo de los miles de salmones que engordaban en jaulas
flotantes eran las manadas de lobos marinos (otario de Patagonia) que, de
noche, desgarraban las redes para degustar su plato favorito y, de paso, facilitar
la huida masiva de la producción. Para espantarlos, los empleados empleaban
fusiles.
Nuestra visita a Chacabuco era la
continuación de otro largo viaje que nos había llevado hasta las granjas de ostras
perlíferas de la Polinesia Francesa (atolón de Takaroa). Nuestro trabajo nos
estaba confirmando que el cultivo intensivo del océano no era una actividad
inocente, que terminaba causando plagas víricas y bacterianas entre los
animales cultivados, severas alteraciones en las aguas locales por acumulación
de heces y alimentos no consumidos, explosión de parásitos, eutrofización y
muerte por anoxia de amplias áreas marinas.
Habíamos visto y grabado la
pesadilla de la acuicultura en Guayaquil (Ecuador), con sus gigantescas granjas
de camarón diezmadas por el virus “white spot” importado desde Tailandia. La
habíamos observado en Galicia (España), con las rías sometidas a recurrentes
plagas de algas tóxicas que afectaban al semicultivo del mejillón y obligaban a
mantener un complejo laboratorio y un sistema de análisis y alarma temprana
situado en Vilajoan.
Masiva muerte de almejas en la costa de Chiloé el 9 de mayo de 2016 |
Es cierto que en los últimos
dieciséis años la tecnología ha solucionado muchos de estos problemas de
pubertad. Sobre todo, han marcado los límites a una explotación irracional de
la acuicultura. Pero entre medias, completos atolones del Pacífico se han
envenenado, como en el caso de Takaroa y sus perlas negras, abandonado por los
criadores de ostras después de sufrir una plaga devastadora, aunque esperada,
que envenenó la laguna hace seis años.
En Chacabuco y en Chiloé, la
plaga ha llegado de forma masiva. Más de 2.000 kilómetros de costa han sido
emponzoñados por una explosión de algas tóxicas que ha destruido la pesca local
y ha causado daños en las personas. No nos sorprende y aquí están las razones:
en 2014, Chile produjo 895.000 toneladas de salmón y se usaron 563.000 kilos de
antibiótico para los peces enfermos de una bacteria (SRS – Piscirickettsiosis)
que les causaba hemorragias en hígado y bazo hasta matarlos.
En Noruega, en 2013 se produjeron
1.300.000 toneladas de salmón y se usaron únicamente 972 kilos de antibióticos.
A finales de 2014, las bacterias en los salmones chilenos mostraban señales de
resistencia al antibiótico y eran observados con recelo por importadores de
Estados Unidos (Supermercados Cotsco y Walmart)
Muerte masiva de sardinas en la costa de Temuco (Chile) en 17 de mayo de 2016 |
El origen de la actual plaga tóxica
es oficialmente desconocido. Pero está en la acuicultura, en el exceso de
nutrientes y orgánicos (nitrógeno, fósforo) presentes en el agua marina y en la
subida de las temperaturas. Quizá ese medio millón de kilos de antibióticos
espolvoreados en las aguas de Chiloé no ha ayudado. El sector de la acuicultura
del salmón chileno ha quedado destruido y, teniendo en cuenta el confinamiento
de unas aguas apresadas entre las islas y sin apenas corrientes, se necesitarán
décadas para regresar a la normalidad.
En Noruega, el negocio del salmón
también pasa por una fase delicada. El ataque de los parásitos en los fiordos
es incesante, las tasas de mortalidad crecen y queda poco espacio físico para
aumentar la producción. Los criadores buscan aguas vírgenes para sus peces y
creen haberlas encontrado en las rías gallegas más septentrionales (Ría de
Muros). Si se convierte en la alternativa al mejillón, se destruirán miles de
empleos.
La plaga, en pura realidad, no
son las microalgas que matan, descomponen vientres o causan amnesia. Tampoco
son esos pequeños artrópodos que se pegan a las escamas de los salmones para
chuparles la sangre hasta matarlos. No son los gusanos anisakis que infestan a
las merluzas o las anchoas del Atlántico. La plaga somos nosotros y quienes se
supone que deben corregir nuestros excesos.
Alevín de salmón atacado por el artrópodo Lepeophtherius salmonis La concentración de peces en las granjas facilita su proliferación y amenaza a los salmones salvajes |
Mientras Chile sufre las toxinas,
en Europa nos señalan los excesos de la agricultura y sus ingentes
fertilizantes a base de amoniaco (NH3) formando partículas duras de menos de
2,5 micras de diámetro que vuelan por los aires. Esas partículas, brotadas de
campos masivamente nitrogenados y fosfatados, se refuerzan con la enorme
inundación de purines generados por una ganadería en quiebra técnica y capaz de
matar lentamente a los agricultores y ganaderos europeos (Crisis de los
desparasitadores para ovejas, organo-fosfatados, que provocan esclerosis
múltiple en el Reino Unido, abundancia de Parkinson en la agricultura francesa,
causada por los pesticidas).
Las partículas del campo
abarrotado de químicos viajan hasta las ciudades, donde se juntan con las PM
emitidas por los motores diesel y se hunden en lo más profundo de los alvéolos
pulmonares del ciudadano, generando 400.000 muertes prematuras al año entre los
mayores de 30 años (Programa 2005 CAFE (Clean Air for Europe).
¿Está todo
perdido? Es fácil ser pesimista en las actuales circunstancias. Sobre todo a la
vista del ganado que todavía nos gobierna gracias a nuestros estúpidos votos.
Pero por encima de tanta estulticia, tanta cobardía y tantas ansias de bienes
materiales hay muchas personas admirables y lúcidas que nunca desfallecen. Una
se llama Salvador Rueda Palenzuela y dirige, con un formidable equipo de
mujeres y hombres, la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona.
Desde hace más
de veinte años, Salvador se bate por reformar una de las ciudades con el aire
más contaminado de Europa. Trata de impulsar su proyecto de Supermanzanas en el
Ensanche barcelonés y su Plan de Movilidad, limitando el tráfico privado en la
ciudad, potenciando el transporte público y reduciendo hasta el 21% los gases
contaminantes. Su proyecto, inteligente, deslumbrante, modélico, complejo y
puesto a prueba durante años está a punto de hacerse realidad.
El anterior
ayuntamiento de Negreira (A Coruña) también quiso adoptar un eficiente Plan de
Movilidad propuesto por Salvador Rueda, pero fue arrinconado por el nuevo
gobierno municipal del Partido Popular. Suele pasar con esa gente. Pero la
noticia urbanística de Barcelona hoy se difunde en los mejores medios de
comunicación europeos (no en los españoles). En nombre de los ciudadanos
europeos, gracias Salva.
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