NATURALEZA Y SOCIEDAD
“De la cuna a la cuna”
Es el título de otro de esos libros que abren nuevos horizontes. Sus autores, el químico alemán Michael Braungart y el arquitecto británico William McDonaugh, contemplan la naturaleza desde el punto de vista de su envidiable eficiencia. El libro, “Cradle to cradle” en su título inglés, se basa en la constatación de que los procesos naturales producen bienes y servicios de gran calidad y no generan basuras, sino nuevos alimentos en forma de nutrientes. El perfecto ciclo de la vida.
Braungart y McDonaugh no son pesimistas. Nos ofrecen una visión positiva del género humano y de su capacidad de cambiar el actual rumbo y dirigirse hacia un sistema de vida copiado de la naturaleza. Un modelo
donde los bienes, como una simple lavadora doméstica, nunca se transformarían
en basura al final de su ciclo de vida. Tras su nacimiento en la cuna de la
fábrica, la lavadora regresaría, envejecida y averiada tras años de servicio, a
la misma cuna donde nació para ser regenerada y renacer a otra vida. Sin residuos,
sin basuras, con mínimo consumo de materias primas.
La propuesta "Cradle to Cradle" no es revolucionaria. En el articulado del Tratado de la Unión Europea (versión Tratado de Maastricht - 1992) figura, y de forma muy destacada, la obligación de integrar la variable ambiental y la sostenibilidad
en todos los sectores económicos. Concretamente, la industria
debe adoptar la Política de Productos Integrada (PPI), que contempla el
ciclo de vida de todo producto y servicio desde su diseño, concepción y función hasta el reciclaje final.
La idea del libro va un poco más lejos.
Para sus autores, se necesita ver el mundo con otros ojos. No solamente contemplar el
ciclo de vida del producto, asumiendo que nace y muere. En su lugar, debería ser concebido
para ser reutilizado una y otra vez, tras sucesivas curas de rejuvenecimiento. Esto
no es tan sencillo ya que representa darle la vuelta a esta imbécil sociedad de
consumo. ¿O quizás sí? Tomemos un ejemplo que se aproxima a la visión de
Braungart y que se puede aplicar en muchos lugares y circunstancias.
Dos modelos
En la zona costera de Cantabria
Occidental, entre Santillana del Mar y San Vicente de la Barquera, el maíz crece bien y
deprisa. El cereal americano se ha adaptado al clima húmedo del Cantábrico y se utiliza, triturado, como forraje de vacas. La actividad ganadera genera problemas.
Los purines (heces líquidas) de las vacas estabuladas son esparcidas sobre los prados, como abono, y amenazan
a los acuíferos con sus nitratos. Las vacas, de origen holandés (frisonas) no
están adaptadas al montañoso perfil del norte de España. La cuota lechera
comunitaria ahoga la producción y los ganaderos lloran por los
bajos precios de la leche y los elevados costes de producción. De no ser por las
subvenciones de la PAC (Política Agraria Común), muchos cerrarían sus negocios.
Pastizales y maizales forrajeros en una mies de Cantabria (Ruiloba). A la izquierda, una estabulación de vacas lecheras. Ni un mísero huerto a la vista en la mejor tierra de todo el término municipal. |
Nadie está contento. El paisaje
está desnaturalizado por especies alóctonas (extranjeras), como el maíz centroamericano, los bosques de eucalipto australiano, pinos de Monterrey, praderas artificiales creadas por castellanos en el siglo XVIII y vacas de raza holandesa. ¿Rentabilidad? El producto final (leche) del sistema forraje, pradera, leche, purines - forraje, pradera, leche, purines,... y así hasta el infinito, es ruinoso. Incluso la carne del vacuno no puede
competir en precio con las carnes congeladas que llegan de Brasil. Ahora, están rellenando
las praderas con caballos para convertirlos en carne que, en buena parte, terminará en latas para perros y
gatos).
En el sur de Alemania lo han hecho de otra forma. Aquí también hay maizales, pero no se emplean como forraje para vacas. Del maíz se obtiene almidón para fabricar envases. La empresa Loick AG, en Dorsten, se acerca más a la idea de Braungart que las granjas de Cantabria. En lugar de alimentar vacas poco rentables, el maíz se emplea para hacer bandejas y papel film compostables. Moldean el almidón para fabricar platos, vasos y cubiertos, desechables y orgánicos, que son asimilados por la tierra en pocos meses. Con los recortes del almidón, preparan viruta de embalaje, sustituyendo esos “gusanitos” blancos de Poliestireno a los que estamos acostumbrados, o bien los compostan para hacer gas metano que luego usan como fuente autónoma de energía.
Asumida la mediocridad, con los maizales de Cantabria se podrían montar industrias tan punteras como la alemana, produciendo embalajes que no ensucien nuestro medio ambiente. Hace falta I+D, algo que no abunda. Hacen falta inversiones, que tampoco sobran. En Cantabria, las inversiones productivas innovadoras andan por otros escenarios: el actual gobierno regional tiene como propuesta estrella de desarrollo la construcción de un funicular hasta el pico de un monte donde no hay nada.
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