CAMBIO CLIMÁTICO Y EDAD MEDIA – 1
Luz y oscuridad
Durante mis primeros años de
adolescencia en el colegio me contaban que la Edad Media en Europa fue un
tiempo de tinieblas, peste negra y brujas achicharradas en la hoguera. Una tenebrosa
época donde la luz del conocimiento fue milagrosamente guardada en sólidos
conventos por recios monjes vestidos de harapos. Al celo conservador de esos religiosos, a la “previsión” de la Iglesia como institución, deberíamos
que la sabiduría y el arte volvieran a florecer en el Renacimiento.
Más tarde, escuché otra
versión de la Edad Media. Esta vez hablaba de alegría y desenvoltura, de un
clima tan cálido que en las Islas Británicas se cultivaban viñedos y sus
cosechas de trigo rivalizaban con las de Castilla (la Primavera Medieval, explican
los paleoclimatólogos). Pero, también hablaba de implantación, por la fuerza de
la espada y de la hoguera, de doctrinas severas. Tiempos de violenta dominación
por castas de guerreros y de sacerdotes que extendieron la ignorancia entre los
siervos, ocultando deliberadamente el conocimiento en el interior de los
conventos y castillos.
Las dos imágenes de la Edad
Media en Europa, tan contradictorias, parecen seguir rondando por el viejo
continente y sus apéndices de ultramar, como Estados Unidos o Australia. En
este último país, la Universidad de Australia Occidental (Perth) culmina un
estudio sociológico que será publicado en el Psychological Science Journal.
En el estudio, se cotejan las estrechas relaciones entre sectores
sociales que dudan de la realidad del cambio climático con sectores que
muestran un general rechazo hacia la ciencia.
Imágenes apocalípticas, como ésta, no ayudan a comprender el alcance del cambio climático y suelen ser usadas por los enemigos de las regulaciones como ejemplo de las exageraciones científicas. |
Esta especie de asociación se
muestra más nítida en Estados Unidos. Los que dudan que el tabaco provoque
cáncer de pulmón (es un ataque a la libertad individual y a la industria
tabaquera), que el SIDA sea causado por un virus (es un castigo de Dios), que
el ser humano haya pisado la Luna (es un montaje de Hollywood) o los que
aseguran que los gobiernos ocultan pruebas de la presencia de extraterrestres
entre nosotros (es un contubernio judeomasónico), suelen coincidir con quienes
niegan el protagonismo del ser humano en el cambio climático, e incluso su
propia existencia como fenómeno global. Los afectados conforman un extenso
grupo social, agrupado mayoritariamente en las filas del Partido Republicano.
Uno de los gráficos más conocidos, elaborado a partir de información del IPCC |
Resulta significativo que ideólogos
del Partido Republicano desdeñen los trabajos científicos en relación con el
cambio climático, calificando los resultados y previsiones del IPCC (Panel
Intergubernamental del Cambio Climático – Naciones Unidas) como irrelevantes o exagerados.
El desdén se torna en rechazo cuando los conocimientos científicos pueden
desembocar en medidas correctoras adoptadas
por el Estado.
El pensamiento más conservador
y neoliberal norteamericano tiene horror a la regulación de cualquier aspecto
socioeconómico por parte del Estado. La
doctrina de la “no intervención” (menos Estado y más ciudadano o empresa),
aflora con toda crudeza a la hora de negar sanidad pública a los más pobres o
al impulsar la completa desregulación de las actividades financieras, con las
consecuencias mundiales que conocemos. Si la ciencia recomienda alguna medida
para prevenir males mayores, como la reducción de las emisiones de gases de
efecto invernadero, el neoliberalismo conservador contemplará a los científicos
como adversarios de la libertad empresarial.
El riesgo para algunas urbanizaciones situadas en primera línea de la costa mediterránea española no debería ser minusvalorado |
La ideología neoconservadora suele
encontrar apoyo en grupos religiosos, como algunas de las sectas cristianas
norteamericanas que, también, desconfían de la ciencia. En España, la postura más
neoliberal y recelosa de los científicos está igualmente presente en sectores
del Partido Popular (PP) (1) y en grupos extremistas religiosos, esta vez adscritos
a la Iglesia Católica.
Desacreditar a la ciencia, ocultar
sus descubrimientos o mofarse de sus logros se ha convertido en deporte para determinados grupos sociales. Una de sus estrategias de largo alcance es
minar el “corpus” científico, cerrando el flujo de inversiones de manera
indiscriminada. Estos mismos sectores disponen de abundante aparato mediático a
su servicio e ilimitada solvencia económica. Por si estas herramientas de
actuación no fueran suficientes, siempre queda el espléndido recurso de las doctrinas
religiosas y los textos sagrados para convencer a los recalcitrantes.
En la actual situación, es
posible observar un paralelismo entre la Edad Media más oscura y el siglo XXI
más conservador. No es de extrañar que la toma de conciencia sobre la amenaza
del cambio climático encuentre tantos obstáculos en sociedades de corte “Neomedieval”
o “Neofeudal”. En ellas conviven y se complementan poderosas e intocables
estructuras industriales y financieras (los castillos) junto a potentes y
excluyentes corrientes religiosas (los conventos).
Con esta definición, solemos
desviar la atención hacia algunas monarquías o emiratos de Oriente Medio, con
gobiernos de corte feudal, grandes recursos económicos y rigidez religiosa. Sin
embargo, en esta categoría también entran poblaciones de Estados Unidos,
Grecia, Italia o de la propia España. Comparando los esfuerzos que hacen los
países para mitigar los efectos del cambio climático, se puede encontrar una
interesante unidad de medida.
Desde hace dos décadas, Holanda se prepara para hacer frente a la subida del nivel del Mar del Norte construyendo infraestructuras como esta barrera |
En el caso Neomedieval, España
se prepara para hacer frente al cambio climático dando un paso atrás en la
protección de la franja litoral. La anunciada modificación de la Ley de Costas,
que amnistía del previsto derribo a miles de edificaciones situadas al borde
del mar y prolonga, hasta finales del siglo XXI, concesiones estatales a
edificios levantados en Dominio Público Marítimo Terrestre, es una muestra.
Además, autoridades regionales y locales continúan hipnotizadas por el
desarrollo urbanístico al borde del mar (2).
En el lado opuesto, autoridades
portuarias de la República de Sudáfrica trabajan en la elevación generalizada
de los muelles, para compensar la inevitable subida del nivel del mar. La
República Francesa ha modificado su cartografía nacional de zonas inundables y
propone una retirada o abandono progresivo, de las áreas costeras más
vulnerables. En idéntica línea, Holanda lleva varios años realzando hasta casi
2 metros suplementarios la altura de los diques de sus “polders”, en una
titánica tarea que no admite demoras.
La ciudad de Amsterdam, ante
las previsiones analizadas por climatólogos holandeses de sufrir más lluvias
torrenciales sobre su territorio (tropicalización), ha emprendido la
construcción de enormes tanques de tormenta estratégicamente distribuidos por
la ciudad, para retener en ellos las puntuales y excesivas escorrentías. Uno de
esos tanques, ya terminado, se aloja bajo la estación central de la ciudad.
Una de las consecuencias del
cambio climático, esta vez política y social, es la de poder analizar la
deriva oscurantista de algunos grupos sociales en el llamado Primer Mundo.
(1) Antes
de convertirse en Presidente del Gobierno de España, preguntado sobre su
postura ante el cambio climático, D. Mariano Rajoy se remitió a “su primo”,
profesor de Universidad y supuestamente escéptico ante el fenómeno.
(2) El
menosprecio hacia los efectos del cambio climático anunciados por los científicos
tiene sabrosos ejemplos en Estados Unidos o en España, tal y como se relata en
la segunda parte de esta entrada (Cambio Climático y Edad Media)
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