HAMBURGUESAS DE CABALLO
Crisis alimentaria
Los grandes organismos
internacionales, ONGs y medios de comunicación llevan años debatiendo los
motivos y las consecuencias de la crisis alimentaria. Una crisis impulsada por
la demografía, el injusto reparto de los recursos y la especulación
mercantilista. Que aparezca una mezcla de carnes de caballo, cerdo y vaca en unas
cuantas hamburguesas de Irlanda y del Reino Unido, es una derivada lógica de
esa crisis y no es nada sorprendente, a poco que se analice fríamente la
situación.
Primera cuestión: hamburguesas
100% de vacuno
En el año 2008 los precios del
cereal se dispararon en todo el mundo. La ganadería de vacuno, básicamente
alimentada con maíces y sojas, experimentó un alza de precios
que aún se mantiene. El resultado es que, si en 2006, en el Reino Unido el
kilogramo de vaca costaba 2,40 €, ahora está en 4,50 €. ¿Es posible seguir
ofreciendo hamburguesas 100% vacuno al módico precio de 1,- € ? Es posible, aunque crecen los juegos malabares en los ingredientes.
Uno de ellos, posiblemente el más
honesto, es utilizar hasta la última célula del cuerpo de una vaca. Desde las pezuñas hasta los cuernos y el rabo, pasando por las ubres. El máximo aprovechamiento se consigue
fabricando, con todos los despojos, proteínas concentradas (Trasglutaminasas - Pink Glue), y usando los pellejos de
los animales (Boiled Hide – DRIND – piel deshidratada). También se
pueden añadir aditivos humidificadores que conservan agua en la hamburguesa,
vendiendo ese agua a precio de carne. Cuando el uso exhaustivo de la vaca
resulta insuficiente para mantener el mítico 1,- € por hamburguesa, empieza a
ser complicado anunciar que la hamburguesa es 100% vacuno.
Segunda cuestión: la hamburguesa como mezcla de carnes.
¿Es malo para la salud comer
hamburguesas fabricadas con una mezcla de carnes? Indudablemente no. Con la
carne de caballo a 2,20 € el kilo, sería la forma de ofrecer hamburguesa a
precio asequible para personas con pocos recursos. Solamente debe anunciarse imperativamente al consumidor semejante compuesto, para evitar el engaño comercial y, sobre todo, los conflictos religiosos. Lo importante
es garantizar que las carnes mezcladas, de vaca, caballo, cabra, cerdo o de cualquier otra cosa, estén perfectamente controladas y reguladas en su trazabilidad.
El problema actual es que, aunque
la raza equina también acaba en el matadero, sus carnes no suelen tener los
mismos controles veterinarios y normas a los que están sometidas las vacas y otras
especies que nos comemos. De ahí que el analista del laboratorio del West Yorkshire
británico, M. Duncan Campbell, afirme que es imposible garantizar la salubridad
en hamburguesas confeccionadas con un 29% de carne de caballo de procedencia
incierta, ya que falla la trazabilidad por incapacidad del sistema.
Tercera cuestión : ¿el control es suficiente?
Saltarse los controles de
seguridad alimentaria está siendo cada vez más fácil y la prueba es la polémica de las hamburguesas con caballo. En una Europa de recortes presupuestarios, cuando hasta la sanidad humana deja de ser una
prioridad, la sanidad animal y sus inspecciones bajan la guardia. En el Reino
Unido, el presupuesto del Gobierno destinado a medios de control e
investigación en materia de alimentos ha pasado desde los 253 millones de euros
de 2012, hasta los 166 millones previstos para 2014. Además de que los
inspectores disponen de menos medios materiales, desde 2009 se han eliminado
743 empleos en este sector de la administración.
Conviene recordar que la presencia de ADN de caballo y cerdo en las hamburguesas fue detectada por la autoridad alimentaria irlandesa, pero escapó a los "relajados" controles británicos. A los recortes se suma la
ideología conservadora neoliberal imperante en el Reino Unido, uno de cuyos sagrados
principios es desreglamentar la economía en todo lo posible, para que sean los
“mercados libres” quienes se autoregulen.
Establecimientos involucrados en la venta de hamburguesas conteniendo carne de caballo, en Irlanda y el Reino Unido |
En España se dan las ideales circunstancias para que el día menos pensado tengamos una ridícula sorpresa en las
hamburguesas que venden los supermercados “low
cost”. Por un lado, y al igual que en el Reino Unido, la ideología gubernamental es
neoliberal y aborrece las normativas encorsetadoras. Por otro lado, los fuertes recortes
presupuestarios afectan a todas las administraciones españolas, incluidas las
dedicadas a la seguridad alimentaria. Con el agravante de existir una mayor
fragmentación burocrática por las competencias transferidas a las Comunidades
Autónomas.
En esta coyuntura, la crisis
alimentaria y veterinaria se solapa con la crisis económica. Para el consumidor
en paro o con ingresos reducidos, conocer el exacto origen y composición de las
carnes de su hamburguesa es una pérdida de tiempo y una extravagancia. Lo importante
es ofrecer proteínas de bajo precio a la familia. Pero se debe exigir que esas
proteínas estén rigurosamente controladas. Es hora de abandonar esa insistencia del
100% “carne” de vaca, cuando suele ser 100% “cuerpo” de vaca. Un debate muy
diferente es que cualquier clase de hamburguesa barata ayude a crear obesos, diabéticos y cardiacos.
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