RADIO NACIONAL DE ESPAÑA & VENENO
Verdades a medias y mentiras
mediadas
Es un sábado de marzo de 2014 y son las 10 de la mañana. En la costa de
Cantabria los cielos están velados por leves brumas procedentes del mar. Es
posible que se disipen a lo largo de la mañana y se cumpla el dicho “Mañanitas
de niebla, tardes de paseo”. En esa agradable previsión y en la paz que respira
el pueblo, voy extendiendo la mantequilla sobre la tostada del desayuno. He
sintonizado la frecuencia de Radio Clásica, de la emisora pública Radio
Nacional de España, donde suena un adaggio
puramente barroco.
Desde la taza sube un agradable aroma de café, elaborado por una marca
regional llamada “Dromedario”, especialmente
suave y conseguido, que suelo llevarme a Madrid. Termina el movimiento musical
y me llega la voz cálida y aterciopelada del locutor que, sorprendentemente, no
hace el menor comentario sobre la bella música que acabo de escuchar y evita
anunciarme lo que vendrá a continuación. En su lugar, se lanza a glosar las
virtudes del alimento en conserva.
Sumerjo brevemente la tostada en el café con leche y me quedo embobado
al escucharle. La conserva, recita el
locutor, es extraordinaria como recurso
alimentario. Es muy variada y, a veces, mejora el alimento conservado. Además
resulta económica. Las latas están disponibles durante meses y años y nos
pueden resolver una comida o compromisos de última hora. El único “pero” hacia
las conservas es que, si se abusa de ellas, se puede sufrir falta de vitaminas
y causar algunos trastornos en el estómago. Soltada la parrafada, suena una
nueva pieza musical, esta vez de piano.
No me esperaba tanta
versatilidad y modernidad viniendo de Radio Clásica de Radio Nacional de España.
Acabo de asistir a una “fusión” desenfadada y deconstructiva entre latas de
mejillones y nocturnos de Chopin. Así que espero impaciente, degustando el
café, a lo que diga el locutor cuando concluya el movimiento que está
sonando. Sin embargo, la cálida voz retorna a sus disquisiciones sobre las latas
de conservas. Indica que, si bien es excelente tomar la fruta directamente del
árbol, resulta realmente confortable abrir una lata y zamparse su contenido sin
necesidad de moverse de casa ni cocinar.
La paz de la mañana se me ha disuelto
como se disipa la bruma marina.
Recojo el desayuno escuchando una breve pieza de Bach y me reafirmo en la certeza de que los idiotas están por todas partes, infiltrados hasta el corazón de una emisora de radio tan culta y tan discreta. Como servicio público, pagado por todos los españoles, la obligación de un medio de comunicación del Estado es informar a los ciudadanos con veracidad, sin medias verdades y sin subterfugios. En Radio Clásica, de Radio Nacional de España, aprovechan el arte musical para meterte una burda cuña publicitaria sobre las comidas en conserva. Lo hacen, digo yo, para tranquilizar a los empobrecidos españoles que tiene que alimentarse con ellas porque no llegan a fin de mes.
Recojo el desayuno escuchando una breve pieza de Bach y me reafirmo en la certeza de que los idiotas están por todas partes, infiltrados hasta el corazón de una emisora de radio tan culta y tan discreta. Como servicio público, pagado por todos los españoles, la obligación de un medio de comunicación del Estado es informar a los ciudadanos con veracidad, sin medias verdades y sin subterfugios. En Radio Clásica, de Radio Nacional de España, aprovechan el arte musical para meterte una burda cuña publicitaria sobre las comidas en conserva. Lo hacen, digo yo, para tranquilizar a los empobrecidos españoles que tiene que alimentarse con ellas porque no llegan a fin de mes.
Sin embargo, el locutor no
expone la realidad más estremecedora de la lata de conserva. En todas las
naciones europeas punteras se debaten las circunstancias de la conserva en lata
¿El motivo? La totalidad de la población europea mantiene en su organismo
niveles preocupantes de Bisfenilo A (BPA), el perturbador endocrino (disruptor hormonal)
que produce esterilidad masculina, cáncer hormonal (próstata y seno), diabetes,
bajada de las defensas y un exceso de estrógenos en las niñas que, en casos
extremos, adelanta su madurez sexual (menstruación) a los nueve años de edad. El
locutor no comenta, como debía hacer un servicio público, que el 70% del BPA
disuelto en la práctica totalidad de los cuerpos de las mujeres, niños y
hombres de Europa llega a través de la alimentación, fundamentalmente con las
resinas epoxy que impregnan el interior y las tapas de latas metálicas de
conservas para comidas y bebidas.
Como siempre, los más pobres,
los que no tienen dinero para comprar fruta recién cosechada del árbol,
legumbres y hortalizas Bio, carnes y pescados frescos, aquellos obligados a
llenar el estómago con baratas latas de conserva, son los que se llevan la peor
parte. Tras glorificar las bondades de la conserva en Radio Clásica, de Radio
Nacional de España, las industrias de la conserva y de las resinas epoxy podrán
aumentar su intoxicada clientela entre la población amante de la música culta.
¿Cómo hubiera sido la noticia
completa sobre el universo sideral de la conserva? El locutor podría haber
informado que, en Francia, el problema de las resinas epoxy con BPA debe resolverse antes
del 1 de julio de 2015, fecha límite ordenada por la ley aprobada en la Asamblea Nacional para
erradicar el BPA de todo contenedor de comida. Que la industria
alimentaria francesa y europea busca un sustituto para el recubrimiento interior de las latas y ha
encontrado 73 productos alternativos, aunque la mayoría de ellos son igualmente
peligrosos. Diría que la industria se resiste a eliminar el BPA porque la
resina epoxy es estupenda para sus fines, aunque resulte letal para los
ciudadanos. Expondría que, al parecer, hay tres posibles sustitutos a la vista.
Recubrimiento habitual en una lata de conservas La substancia blanca es una resina epoxy que contiene BPA y lo transmite al alimento. |
Esos sustitutos son las
Poliétersulfonas, aunque contienen el Bisfenol S (BPS) que también es un
perturbador endocrino. El segundo candidato sería las resinas acrílicas, con Poliéster de metacrilato, aunque son sensibles a la acidez de algunos alimentos
que pueden degradar el revestimiento. Por último aparecen los Poliésteres
termoplásticos a base de PET (Polietileno Tereftalato. Es el material que debe sustituir (en Francia) las
bombonas transparentes de agua potable instaladas en oficinas, ahora fabricadas en Policarbonato repleto de BPA, pero que traería Ftalatos al agua, otro perturbador hormonal. Al final, resulta
complicado encontrar un recubrimiento capaz de incorporarse a las actuales cadenas
de fabricación de latas, que llegan a fabricar hasta 10.000 unidades a la hora.
Aporto un respetuoso consejo a
las respetables lectoras y lectores: examinen el interior de las latas de
conservas que habitualmente compran (una vez vaciadas). Si observan que están
recubiertas por una fina capa de plástico blanquecino (con el perturbador
endocrino BPA allí agazapado), no vuelva nunca jamás a comprarlas. Seleccionen únicamente
aquellas conservas que muestran el metal interior limpio y reluciente, siendo
admisible la presencia de una estrecha banda vertical de epoxy tapando la
soldadura. Así ofrecerá al cáncer menos oportunidades de anidar en su organismo
y en el de sus hijos e hijas.
Recubrimiento mínimo con epoxy que oculta la soldadura |
Recuerde también que si le
dicen, exhibiendo una sonrisa de suficiencia y paternalismo, que el BPA que
podemos ingerir a través de una lata es absolutamente “insignificante”, sepa
que las hormonas naturales y sus siniestros imitadores (BPA, Ftalatos,…) actúan
en cantidades “insignificantes”. Si le argumentan que la cantidad, la dosis, es
lo que define el veneno, reaccione recordando que esa es una verdad medieval que
nos remite a la alquimia. Porque cuando la medicina descubrió las glándulas
endocrinas y sus secreciones (las hormonas) se encontró con la sorpresa de que dosis
minúsculas, “insignificantes”, de hormonas (dosis hormonales) producían enormes
resultados en el organismo. Que dosis ínfimas, despreciables, casi indetectables
de hormonas decidían nuestra fertilidad, nuestra capacidad de crecer y hasta
nuestras emociones.
Sea igualmente consciente de
que cantidades “insignificantes” de las denominadas “falsas hormonas
sintéticas” entran en nuestro cuerpo día tras día, mes a mes, durante años y
décadas. Que en nuestro cuerpo se mezclan entre sí y forman un cocktail que nos acompaña a lo largo de la vida. Una sombra siniestra que
nos envenena lentamente e irrita nuestros tejidos desde que damos el primer
trago de leche materna hasta que morimos de metástasis.
En el siglo XVI, durante el
Renacimiento, había un dicho médico veneciano que rezaba: El hombre es el peor enemigo del hombre. Él mismo se mata. Seguimos
igual y no hemos aprendido nada en 500 años. Desde las esferas del poder siguen
tratándonos como estúpidos siervos medievales, aunque en lugar de azotarnos con
palos nos azotan con música clásica.
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