GASOIL Y SALUD PÚBLICA
Pequeña historia de un mortal desencuentro
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Volkswagen: Las mediciones del oprobio (West Virginia University. Sep 2014) |
A mediados de los años setenta
los motores Diesel en los automóviles no eran apreciados por el gran público. Caros,
ruidosos y pensados para buques y vehículos industriales, dejaban tras de sí una estela
de humo negro y sus pasajeros temblaban al compás del motor, envueltos en el acre aroma
de una sala de máquinas. Las prestaciones, con muy escasa aceleración, causaban
inseguridad en los adelantamientos.
Fue en 1992, a partir de las
conclusiones de la 1ª Cumbre de la Tierra de Naciones Unidas (Río de Janeiro)
y de la entrada en vigor del Convenio
sobre Cambio Climático, cuando los motores Diesel empezaron a ser vistos como
una interesante alternativa a la gasolina en el transporte privado, ya que emitía menos CO2 a la atmósfera. El lento despegue
de las ventas de automóviles Diesel había empezado tras las sucesivas crisis
petroleras (1973), con la idea de que un motor funcionando con gasóleo
economizaba combustible y era muy robusto.
La tecnología de los motores
Diesel tenía su punto débil en el sistema de alimentación. Problema que fue corregido al generalizarse la inyección directa, la inyección multipunto y, sobre
todo, con un invento llamado Common-rail.
Desarrollado por la ingeniería británica Vickers durante la primera guerra
mundial, para equipar motores Diesel en submarinos, la innovación del Common Rail fue olvidada.
Retomada por científicos de Suiza en los sesenta, el método de inyección a alta presión (1.350
bares) fue después adquirido y desarrollado por la firma Magneti Marelli, siendo adoptado por
la italiana FIAT.
En 1995, FIAT pasaba por un
calvario financiero y gran pobreza de ideas. Muy a su pesar, la empresa italiana
decidió vender la patente Marelli del Common
Rail a la alemana Bosch. Aquella fue una decisión desafortunada y FIAT, que ya
había equipado a sus modelos Croma TD-id (1997) y al Alfa Romeo 156 (1997) con su Common Rail, perdió una oportunidad
gloriosa que los fabricantes alemanes aprovecharon de inmediato.
Los primeros tropiezos
Los fabricantes alemanes tenían
un tesoro entre las manos. Bosch mejoró el sistema italo-suizo. Gracias a los turbocompresores y al Common Rail, los
motores Diesel de las grandes berlinas alemanas, Mercedes, BMW o Audi, dejaron de
caballear. Se volvieron coches
silenciosos y flexibles, veloces y nerviosos, consumiendo menos litros
de combustible por kilómetro recorrido. Las ventas progresaron, pero las corporaciones
empresariales necesitaban asentarse y sugerir ayudas públicas para enriquecerse
un poco más.
Pero en Volkswagen (VW) necesitaban
mejorar sus motores Diesel para cumplir las normas comunitarias, negociando en 2005
con el fabricante Mercedes la posible compra de su estupendo sistema BlueTec, que frenaba las emisiones y ahorraba combustible. Sin embargo, algunos dirigentes de VW preferían idear
su propia tecnología, lanzando en 2009 sus nuevos motores TDI Common Rail. Ha y que decir que los ingenieros de VW no estuvieron a la altura y empezó el fraude.
Al otro lado del mundo, en Japón,
se había desarrollado otro sistema multi-inyección de alta presión muy parecido
al Common Rail. En 1995, un camión de
la firma Hino lo utilizó con éxito (sistema Denso) y los fabricantes japoneses
observaron con apetito a sus competidores europeos. Sin embargo, las
autoridades niponas de la época eran menos complacientes que las europeas. Sobre todo, el ayuntamiento de Tokio.
Japón llevaba mucho tiempo
soportando la contaminación del aire. En 1995 rodaban por el país 5 millones de
coches y 8 millones de camiones (el 20% del tráfico) equipados con motores
Diesel. Las emisiones de óxidos de nitrógeno y partículas hacía irrespirable el
aire en las grandes aglomeraciones urbanas y Tokio declaró la guerra al gasóleo
en sus calles.
A partir de 1999, las campañas
del ayuntamiento de Tokio se resumían en “No
comprar, circular ni vender un coche a gasóleo”. Fue una campaña disuasoria
y reiterada, reforzada con estrictas normativas de emisiones de azufre (año 2000) y multas
de hasta 3.700 euros a los infractores, con inspecciones “sorpresa” por las
calles de la capital para extirpar coches y vehículos contaminantes. Como
resultado, en este año 2015 circulan por Japón unos 60,5 millones de vehículos,
pero solamente 738.000 son Diesel.
Europa y el gasoil
En Europa, las simpatías del público
europeo hacia los coches de gasoil crecieron desde 1998 gracias a varios factores. El primero fue la incorporación del Diesel a los pequeños utilitarios,
ofreciendo respuestas brillantes gracias a la generalización del Common Rail. Tan silenciosos como un gasolina, los coches no se calaban al
aparcar y los motores respondían sin pestañear desde muy bajas revoluciones.
Era, y es, una delicia conducirlos.
El segundo factor vino de la
fiscalidad gubernamental. Políticos y empresarios se pusieron de acuerdo para
rebajar la fiscalidad del gasóleo de automoción, supuestamente para favorecer al
transporte por carretera, en detrimento del más sostenible ferrocarril. Como tercera medida,
los modelos de gasolina y gasoil se vendían al mismo precio. Finalmente, la
coartada ambiental se basaba en las menores emisiones de CO2 en un motor
Diesel.
Había un pero. Desde 1991, la
Unión Europea había puesto en marcha su regulación de las emisiones a la
atmósfera de gases contaminantes procedente de vehículos, gracias a las normas
EURO Oil. Las limitaciones de emisiones se referían a cuatro sustancias: los
óxidos de nitrógeno (NOx), el monóxido de carbono (CO), los hidrocarburos no
quemados (HC) y las partículas de carbón (PM y PN). Indudablemente, el CO2
también sufría limitaciones por su efecto invernadero y se exigió publicitar
las emisiones de este gas en los catálogos de venta de coches.
Como la Comisión Europea conocía
las dificultades de reducir las emisiones en una sociedad tan fuertemente
dependiente del petróleo y en una industria de tan lentas reacciones, decidió
avanzar cada cinco años, con una media del 50% de reducciones en cada etapa. (Directiva 1999/94 CE y Reglamento 443/2009). De
todas las emisiones, las más preocupantes eran las de NOx y PM, sobre todo
desde que la OMS (Organización Mundial de la Salud), declaró las PM como cancerígenas
para el ser humano, al causar daños respiratorios, afectar a los tejidos
pulmonares y provocar muerte prematura (IARC – International Agency for
Research on Cancer – octubre 2013).
Por su parte, el NOx empezó a
revelarse como una grave amenaza para la salud de los ciudadanos. La irritación
crónica que generaba en los pulmones era una antesala del cáncer, con riesgos
cardíacos y una generalizada bajada de las defensas. Las cifras que Europa ha
venido manejando en los últimos años hablaban de 350.000 a 400.000 muertes
prematuras al año a causa de la contaminación atmosférica. Solo en el Reino
Unido suman unas 30.000 muertes al año. También contemplaban 189.000 millones
de euros en costes anuales, equivalentes al PIB de Polonia o Finlandia.
El prostíbulo de los tests
Como obediente alumna del
neoliberalismo y la desregulación, la Comisión Europea decidió que las
comprobaciones sobre las emisiones de cada modelo de coche puesto en el
mercado fueran asumidas por empresas privadas. De esta forma nacieron numerosas
Certificaciones Homologadas que competían unas con otras, tal y como gusta en
la economía de mercado.
El problema surgió cuando las
pruebas y los test empezaron a mostrar la dificultad (resistencia) de los
fabricantes a cumplir con las normas EURO Oil y sus calendarios. En el año
2001, los resultados de pruebas de emisiones en circulación
real, es decir, en ciudad y carretera, eran hasta un 7% mayores que los
resultados arrojados por los laboratorios “oficiales”.
Conforme pasaban los años, las
autoridades locales y regionales europeas comprobaban, alarmadas, varias cosas:
el parque de vehículos se modernizaba y adaptaba a normas más exigentes (EURO 5
es la última), los coches se equipaban de filtros y catalizadores, las ciudades
centroeuropeas se peatonalizaban y bajaba la circulación, las flotas de autobuses urbanos y taxis adoptaban el gas y los híbridos,… pero la
contaminación no cesaba e incluso empeoraba. Sobre todo en las grandes urbes, periódicamente recubiertas de nubes negras de NOx.
¿La razón? Los tests de los nuevos vehículos,
llevados a cabo por las empresas certificadoras, se habían convertido en una
burla descarada. Las pruebas se efectuaban en condiciones “ideales”, a temperatura
constante, a un régimen medido y perfecto, sobre rodillos pulimentados sobre
los que se deslizaban ruedas con neumáticos hinchados al borde del estallido
para no ofrecer resistencia. A pesar de las trampas, tan alejadas de las reales
condiciones de uso del coche, las
desviaciones en las emisiones estaban pasando desde el antes mencionado 7%, detectado en 2001,
hasta más del 40% registrado en 2014.
La respuesta de la industria
Sin mecanismos de control
gubernamental, algo detestado por las grandes corporaciones que desean hacer y
deshacer a su antojo, y por sus amigos políticos, las regulaciones EURO Oil
eran una molestia y un estorbo al desarrollo empresarial y los beneficios. Sobre
el papel, algunos fabricantes empezaron a mostrarse incapaces de cumplir el
mínimo de exigencias. Ni se les ocurrió instalar filtros de partículas o SCR
(lavado de gases con agua y urea) para eliminar más PM y NOx, ya que encarecían
el precio de venta de los coches Diesel y bajaban sus jugosos ingresos. La
solución pasaba por hacer nuevas trampas
y el Grupo Volkswagen lo asumió desde 2009 en su nueva gama de motores TDI.
Sin controles europeos fiables, VW intentó
penetrar más en el mercado de Estados Unidos. Pero no contaba con las sospechas
de las autoridades norteamericanas (2011) y con el trabajo de las benditas ONG´s, dispuestas a hacer sus
propias comprobaciones. Fue la ICCT (International
Council of Clean Transportation), organización sin ánimo de lucro
financiada desde otras ONG´s, como Climate Works Foundation, William and Flora Hewlett Foundation, Energy Foundation, y David and Lucile Packard Foundation
(¡Los ordenadores HP Hewlett Packard!),
quien empezó en septiembre de 2014 un trabajo de seguimiento, creando 15 grupos
de investigación.
Uno de ellos, formado por dos
profesores y dos alumnos de la Universidad West Virginia, utilizaron un VW Passat,
un VW Jetta y un BMW X5 para rodarlos durante 4.000 km y medir sus emisiones
reales. Los dos VW mostraron emisiones de NOx cuarenta veces superiores a las pregonadas por la marca. La EPA (Environmental
Protection Agency) recibió el informe al año siguiente y confirmó el
fraude. El resto está en la prensa de cada día y el tramposo se prepara para afrontar
40.000 millones de pérdidas y una oleada de despidos.
Solución al problema
El Centro Noruego de
Investigación en Transporte (Transportokonomisk
Institutt) se suma ahora a las pruebas reales de coches Diesel y publica (21
de octubre 2015) que un pequeño coche Diesel emite más NOx que un autobús
Diesel. Incluso con la próxima norma EURO 6, los pequeños coches a gasoil
emitirían 0,35 gr/km, mientras que un autocar Diesel, bajo la nueva norma EURO
VI, emitirá solo 0,12 gr/km.
En caso de congestión del
tráfico, las emisiones del pequeño Diesel serían de 0,95 gr/km. Si las temperaturas bajan
mucho, las emisiones pueden ser hasta once veces más altas que las certificadas
“oficialmente”. Está claro que la nueva normativa ya viene prostituida desde
antes de nacer, gracias a la presión de los lobbies de fabricantes.
Por su parte, el organismo Transport of London ha realizado pruebas
sobre nueve coches Diesel, desde minis hasta 4x4, comparando sus emisiones con
las de cuatro grandes camiones trailer. El resultado es que un pequeño coche produce
más del doble de NOx que un camión de 40
toneladas.
¿Dónde está el milagro de los
camiones y autocares? Simplemente en la tecnología y en las más exigentes
pruebas puestas en marcha desde 2011. Los pesos pesados de la carretera usan
sistemas de lavado de NOx a base de urea que los fabricantes de coches se
resisten a instalar. Los gobiernos, entre tanto, ignoran las mentiras de los
fabricantes y sus "certificadores", retrasando las exigencias para más tarde.
¿Se podría implantar estos
sistemas en los coches? Por supuesto. La Reducción Catalítica Selectiva (SCR)
es una tecnología probada y sencilla. Necesita incorporar a los coches Diesel
un depósito con 25 ó 30 litros de urea (con agua) que es inyectada en el escape. Pero hay
que rellenarlo con cierta frecuencia y exige espacio en el coche, lo que molesta
a los diseñadores. ¿Acaso proteger del
cáncer es menos importante que lavar el parabrisas con agua perfumada?
Chicos malos y Chicos buenos
Ya sabemos donde están los chicos
malos, pero no conviene tirar todas las piedras a la cabeza de Volkswagen. Hay
que guardar varios sacos para descalabrar (eufemísticamente, se entiende) a
otros responsables. Y son muchos. Los primeros están en esas grandes
corporaciones de fabricantes sin imaginación, obsesionados por defender un
sistema, energéticamente podrido, de Diesel barato y subvencionado, sus
patentes y sus mercados.
Los siguientes están por
Bruselas, ocupando despachos y defendiendo la Libre Competencia con
subvenciones que conviven con salvajes privatizaciones y con desprecio a la
salud ciudadana. Los terceros se mueven por los Estados miembros y a todos los niveles.
Unos forman gobiernos completos, como el de Alemania (CDU - Angela Merkel), que acaban de presentar batalla contra las regulaciones que pretenden detener las emisiones de gases del futuro EURO 6, exigiendo menor rigor en las pruebas para no perjudicar a los empresarios del automóvil. Otros aparecen en forma de
políticos locales complacientes con las empresas, ignorando lo que leen sus
Estaciones de medición, cambiándolas de emplazamiento cuando no les gustan sus
lecturas, encareciendo el transporte público y reticentes a ordenar y limitar
el tráfico privado en sus ciudades asfixiadas.
Los Chicos buenos escasean, desgraciadamente,
en esta sociedad tan liberal y petrolera. Algunos andan por Japón, con la firma
Toyota anunciando que dejarán de fabricar coches que funcionen exclusivamente con cualquier
derivado del petróleo y que se dedicarán a fabricarlos híbridos, Eléctricos y a
Hidrógeno. Otros buenos chicos están por Suecia, donde se proponen reconvertir
TODO el transporte público del país para liberarlo de los combustibles fósiles.
Hay otra clase de Chicos que no
son ni buenos ni malos. Solo son estúpidos y se mueven por el Reino de España
con cierta prepotencia vergonzante. Hace unas horas, algunos de esos chicos han sugerido a
Bruselas que la forma de acabar con el problema “Técnico” de tantas emisiones
de NOx y PM en los Diesel es permitir que se incrementen hasta en un 45% sobre
lo previsto en la próxima regulación, ahora en discusión entre los Estados
miembros.
En realidad, y aunque dicen querer proteger a una industria nacional del automóvil fuertemente especializada en motores Diesel, estos chicos no defienden intereses españoles. El Reino de España solamente es un taller donde se fabrican coches extranjeros (Citroën, Peugeot, Mercedes, Ford, Volkswagen, Opel, Renault,...) y se defienden intereses corporativos. Sobre todo siguiendo las instrucciones llegadas desde Berlin.
En caso de aceptarse las sugerencias
del Ministerio de Industria, Energía y Turismo del Reino de España (Partido
Popular), reflejo de su obediencia a Alemania, la nueva norma EURO Oil 6, dispuesta para entrar en vigor en 2017,
vendría con rebajas. No son tan cretinos como para decirlo abiertamente, sino
con rodeos y subterfugios, proponiendo alterar los resultados de las pruebas y
tests para que sean menos exigentes. Es decir; manteniendo los engaños.
Como de costumbre, uno y otros anteponen los
beneficios y los puestos de trabajo basura al derecho a la vida, a
la salud y a la dignidad. Es lo mismo que piensan los propietarios de las
fábricas de Bangla Desh (curtidurías y tintorerías), matando a sus trabajadores
en un entorno de veneno y dolor a cambio de 45 euros mensuales.
En Europa, algunos piensan que gracias
al NOx y las PM nos moriremos todos antes de cáncer. Aquí habrá menos problemas con
la Caja de Pensiones del Reino de España y sus Reservas Estratégicas. Se las
están merendando.