OYAMBRE
La perrera de Cantabria
Dicen que el verano 2016 ha
sido el más cálido registrado desde que existe la ciencia de la meteorología.
Es bonito que la humanidad, siempre esforzada correteando detrás de sus
líderes, progrese batiendo récords. Algunos de esos próceres, como un Monsieur
llamado Nicolás Sarkozy que llegó a ser Presidente, acaba de restar importancia
a la mencionada proeza al señalar, ante un distinguido grupo de empresarios
franceses, que el hombre nada tiene que ver con el delicioso calentamiento del
planeta (14 de septiembre de 2016).
Frases tan estúpidas conducen
a la victoria y, seguramente, millones de franceses reelegirán a este Monsieur como
su Presidente. La prueba de que la estupidez triunfa está en los votantes de
Cantabria, región española que sufre una decadencia socioeconómica tan profunda
que en breve tiempo se colocará al nivel de Extremadura. Allí y aquí siempre
eligen a los mismos señoritos para ser gobernados. Aquí, la última vez que les
dejaron escoger se acordaron de un antiguo empleado de banca conocido por sus “fans”
como Revilluca.
Pensaba en estas bobadas
mientras paseaba por la destrozada playa de Oyambre, cuya jurisdicción
comparten un montón funcionarios y políticos cántabros. Perdón si les aburro,
pero detestaría olvidarme de alguien en la lista de responsables:
En Oyambre manda el alcalde de
Valdáliga, el alcalde de San Vicente de la Barquera, la Ministro de Agricultura
y la Demarcación de Costas de Cantabria, la Confederación Hidrográfica del
Norte, la Dirección General de Tráfico, el Presidente de Cantabria y varios amigos
Consejeros en varios temas, los burócratas de Bruselas, el Patronato y el
Director del Parque Natural de Oyambre y las Tinas, sus preparados técnicos y,
por supuesto, los vecinos de Gerruca y Trasvia, los gestores de negocios turísticos
hosteleros de la zona y, finalmente, los respetables usuarios.
Cada uno, a su manera, va
dejando su huella en la playa. Eso tiene mérito porque entre todos están
alcanzando grandes logros. Algunos, gracias a su tremenda capacidad financiera
y de toma de decisiones, han conseguido incluso modificar la geología y el
perfil de Oyambre. Otros, más ramplones, decoran la zona con chiringuitos,
autopistas, aparcamientos, chabolas, casetas oxidadas y tubos de fibrocemento.
Los usuarios de Oyambre ensucian
el enclave amontonando sus coches sobre la duna y las praderas volcadas hacia
la playa. Los más sensibles, a falta de papeleras y contenedores a mano, ponen
la guinda con su basura, convenientemente tirada en los accesos a la playa para
que todos la disfrutemos. Los amigos de las mascotas dejan recuerdo con las
cagadas de sus perros.
Este verano de 2016, las
actuaciones que degradan Oyambre desde hace años, siguen muy presentes y han
mejorado.
Ahí están las piedras de
cantera amontonadas sobre el humedal protegido, a pesar de una sentencia firme
del Tribunal Supremo que obliga a retirarlas después de considerar el nuevo
acceso a Oyambre (Bypass) fuera de la Ley.
Ahí siguen campings y
merenderos ilegales, levantados sobre terreno público y protegido por varias
Directivas europeas.
Ahí sigue el centenario golf
trepado en la duna, supuestamente sometido a expropiación urgente y forzosa
para poder empezar los trabajos de restauración de un hábitat prioritario de la
Red Natura 2000.
Ahí están las rayas amarillas
en los bordes de la carreterilla, pintadas a brocha, sinuosas y medio borradas, prohibiendo aparcar
pero ocultas bajo docenas de coches mal aparcados.
Ahí continua el caos de
tráfico y la ausencia de regulación por parte de las autoridades. Siguen milagrosamente
vivas las dos alcachofas de ducha, dispuestas para el millar de usuarios de la
playa, oxidadas y medio enterradas en la arena. Ahí sigue la poza de purines,
seca porque ha llovido poco este verano a causa de ese llamado Cambio Climático.
Por supuesto, y a pesar de que
los medios de comunicación anunciaran en junio de 2016 que el monumento al
Pájaro Amarillo regresaba, ahí sigue su pedestal destruido y con la escalera
adyacente a punto de caer por culpa de la erosión.
Grandes Novedades 2016
Parecía que poco más se podía
hacer con Oyambre, salvo agrandar y profundizar los baches de la carreterilla,
aumentar la contaminación por hidrocarburos en la duna aparcadero y en los
resecos prados o acelerar la erosión general con la sequía y los 4x4 machacando
praderas.
Esta temporada y gracias a la
total ausencia de autoridades en la playa, algunos propietarios de perros han
decidido que Oyambre es “su playa”. A principios de agosto arrancaron los
carteles que prohibían la presencia de perros y la noticia llegó hasta el País
Vasco y Asturias. En ciertos días de 2016, en la playa de Oyambre llegaron a
reunirse hasta medio centenar de perros grandes y pequeños, sueltos o atados,
peligrosos o cariñosos. La autoridad responsable, los Ayuntamientos concernidos
y el Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza) de la Guardia CiviI, no
se ha presentado. Tampoco lo han hecho autoridades
del Parque Natural, para evitar que perros sueltos persigan a especies
protegidas por las dunas y pedregales de la playa, como el lagarto verde (Lacerta bilineata).
Sin embargo, las muy
preparadas autoridades regionales y locales, renovadas en sus cargos por la fidelidad
de sus clientes, han encontrado nuevas y excitantes cosas que deshacer en
Oyambre.
Es sabido que frente a las
playas de Oyambre y de San Vicente de la Barquera, a una decena de metros de
profundidad crecen magníficas praderas de un alga roja llamada “Gelidium
corneum”, conocida como “Oca” por los lugareños. Las tupidas praderas son un
espacio de desove y criadero de multitud de especies marinas. Cuando gobernaba
en el Reino un general gallego, sus autoridades militares de marina
permitieron, para explotar más velozmente los recursos naturales, que grupos de
buceadores arrancaran a mano las algas y unos señores holandeses, que
controlaban el negocio, hicieran unos dineros y repartieran algo por aquí.
Pasaron los años y las
praderas murieron. Hubo que esperar siete largos años a que llegara la
regeneración de la “Oca”, si es que llegaba. Entonces, el desarrollo nacional,
con el entusiasta apoyo de las autoridades locales y regionales, impulsó la
construcción de un buque provisto de una potente draga de succión que, mediante
sus tubos y bombas, chupara las algas que quedasen y, de paso, destruyera a
todo bicho viviente que en ellas se encontrara.
No contaban con los aguerridos
ganaderos y agricultores de la costa. Si arrancaba todo ya no les quedaría el
recurso de llegar a fin de mes recogiendo en las playas las algas desprendidas
por el mar de fondo. Montaron barricadas en las carreteras y el negocio se
hundió. Las autoridades siguieron en sus puestos y fueron de nuevo elegidas por
los fieles votantes. Las algas se quedaron tranquilas durante veinte años, entre
otras cosas porque quedaban pocas.
En 2016, las numerosas autoridades
que velan por la paulatina destrucción de Oyambre han vuelto a consentir que
los buzos cosechen la Oca. Empezaron en
la primavera y han sido meticulosos. Equipados con compresores que envían el aire
a los buzos, las algas rojas son arrancadas y agitadas en el agua para
desprender todo lo que a ellas se adhiere: otras algas rojas, algas calcáreas,
invertebrados, crustáceos, huevas de peces y cefalópodos,…
Los restos de la esforzada
siega llegan a Oyambre en forma de mareas de algas desmenuzadas, virutas y
restos de la hecatombe que se produce en las praderas submarinas. En agosto, el
baño ha sido casi imposible en el 50% de la extensión de la playa, con las
aguas transformadas en una papilla granate y espesa.
Aunque las autoridades
acusaban al “mar de fondo” del destrozo, lo cierto es que en julio y agosto no
se han producido temporales en las costas de Cantabria. Lo que si había era una
flotilla de buques algueros fondeados plácidamente y arrancando algas frente a
las playas un día tras otro, favorecidos por la ausencia de temporales.
Las autoridades que velan por
la salud pública en Oyambre permitieron, por desidia o ignorancia, que
toneladas de virutas de alga se fueran amontonando en el arenal. Sin un previo
estudio de la situación, los restos se depositaban sobre arcilla, dejada al
descubierto por la erosión de la arena. La mezcla era ya imposible de retirar.
Con el paso de las semanas,
unos tractores llegaron para adecentar lo imposible, agravando la situación. En
lugar de retirar la capa de algas, la mezclaron con la poca arena existente y
la enterraron. En la última quincena de agosto, un fuerte olor de anhídrido
sulfúrico invadía la zona del Pájaro Amarillo.
La descomposición anaerobia de
las algas enterradas bajo la arena, acelerada por las fuertes temperaturas de
agosto 2016, produce anhídrido sulfuroso (SH2), fácilmente detectable
por su olor a huevos podridos. Es un gas tóxico que afecta a las vías respiratorias y provoca fallos cardiovasculares
si existe una exposición larga.
En Oyambre, docenas de
familias y de niños han tomado el sol y jugado en medio de arenales
desprendiendo SH2, sin que nadie les advirtiera del riesgo. A principios
de septiembre, en las costas de la Bretaña francesa, donde las algas verdes (Ulva armoricana) proliferan a causa de
los fertilizantes agrarios y se pudren, un hombre de 52 años que practicaba Jogging murió súbitamente por fallo respiratorio.
Entre tanto, el Cambio
Climático ameniza las irresponsabilidades de tanta autoridad incapaz. La costa
de Oyambre sigue su proceso de fuerte erosión y el nivel del Cantábrico continua
su ascenso. Para alegrar al sufrido turista, un hostelero del lugar ha colocado
los altavoces de su radio a la entrada de la playa, tronando bonitas canciones
y sus correspondientes cuñas publicitarias. Ruido, perros meando en las toallas,
arcillas pringosas bajo los pies, basura abandonada, caos circulatorio, algas y
gases tóxicos.
No nos podemos sorprender porque no nos merecemos menos.
No nos podemos sorprender porque no nos merecemos menos.
Hola Juan Carlos; Leído el artículo, procedo, con permiso, a difundirlo, compartiéndolo en las RRSS vinculadas a nuestra agencia de viajes especializada en Cantabria. Oyambre es un entorno de muy especial significado para nosotros.
ResponderEliminarUn placer leerte, recibe un cordial saludo, atte
Mario Apa.
Ya no. Ahora fue el año 2022 y parece que el 2023 tambien romperá record de temperaturas. Lo cierto es que la naturaleza ha cambiado y poco se puede hacer ya para volver atrás. A ver cómo irán las cosas.
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