LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

lunes, 30 de abril de 2012


SOMOS LO QUE COMEMOS
Trampas en el Super y en el restaurante


Una firma alimentaria española, cuyo nombre me reservo, 
nos ofrece unos filetitos congelados de aspecto aséptico y razonable. Son blancos y se llaman “lenguadina”, “solla” o “platija”. Tres nombres que, como inocentes que somos, asociamos con el delicioso y carísimo lenguado. Ese lenguado del Cantábrico, de Conil de la Frontera o de Gran Sol, de sabor inigualable y carnes duras. Caemos en la trampa y compramos la “lenguadina”. Una vez en casa, descongelado y rebozado, el filete blancucho y baboso resulta ser esa porquería llamada Panga.

El fraude en el nombre de los peces está a la orden del día, a pesar de los denodados esfuerzos de organismos como el FROM, el de ¡Pezqueñines no, gracias! (*). En la década de los años 90, rodábamos un documental tras otro sobre el mar y sus recursos para las televisiones autonómicas, lo que nos obligó a dar un par de vueltas completas a la costa española. En Blanes (Girona), el equipo de rodaje hizo un alto en su trabajo y la Cofradía tuvo la elegancia de invitarnos a comer en un fino restaurante, cerca del puerto.


El Pez Rata (Uranuscaber), con cuya cola cortada en rodajas
nos podemos encontrarnos en el plato de "Rape" propuesto por restaurantes poco puntillosos.

Tres de nosotros pedimos el guisote marinero de Rape que figuraba en la carta. Cuando las cazuelas humeantes aterrizaron en la mesa nos miramos en silencio y llamamos al jefe. Acudió solícito y permaneció sonriente al borde de la mesa, con las manitas cruzadas sobre el vientre. Verá Vd. - le dijo el Patrón Mayor - Yo soy pescador y dirijo la Cofradía de ahí delante. Este otro señor lleva treinta años dirigiendo la subasta del pescado. Y el que está a su lado dirige películas sobre pesca y peces desde hace mucho tiempo. Resulta que hemos pedido Rape y nos acaban de traer… ¡esto!. El jefe se asomó a nuestras cazuelas y levantó las cejas. Sin decir palabra, suspiró y se llevó nuestras cazuelas de Pez Rata con patatas, zanahoria y cebollita.

Que en un restaurante te sirvan Pez Rata en lugar de Rape, que te den aritos de Pota “amoniacada” en lugar del calamar que has pedido, filetillos de platija en lugar de lenguado, pastel de merluza congelada en lugar de pastel de cabracho, o rodaja de Listado congelado y encebollado en lugar de Bonito del Norte fresco, entra dentro de la picaresca del tabernero. La Universidad de Oviedo constató, en un estudio llevado a cabo hace dos años, que la tercera parte de las Merluzas vendidas como tales en España, eran especies parecidas, llegadas desde África y de 2ª clase.


Fish & chips, en su bandeja de polispán.
Adivina, adivinanza....¿Qué será el Fish?

En el resto de Europa, con una cultura pesquera y gastronómica mucho más pobre que la nuestra, les engañan sin remisión. En Francia se atiborran de unos filetitos sonrosados llamados “roussette”, “saumonette” o “poisson chien”, creyendo que es salmonete o salmón, cuando es tiburón Lija. En Irlanda, bajo el nombre de bacalao se entrega maruca o eglefino. El célebre “Fish & Chips” del Reino Unido puede no ser los clásicos trozos rebozados de bacalao con patatas fritas, sino trozos rebozados de Panga y patatas fritas (patatas..., de momento).

La moda de las varitas, palitos, puñetitas, caprichitos y pijaditas de pescado, bien rebozadas y fritas, camuflan por completo el sabor y la consistencia del pez (si es que se trata de pez). La gran dispersión de los puntos de venta y de consumo hace de las inspecciones y controles de etiquetaje una tarea heroica y hercúlea. La golfería de algunos y la ignorancia de muchos ayudan a rematar la faena. En el año 2001, Europa importaba 2.000 toneladas de Panga al año. Hoy, la cifra es de 250.000 toneladas de Panga. ¿Quién se come tanta porquería? Los europeos del norte se la tragan sin rechistar, pero nosotros tenemos que resistir. Aunque sea, por dignidad.

(*) El FROM, organismo antes adscrito a la Secretaría
General de Pesca, ha desaparecido arrastrado por el vendaval de "recortes".
¿Quién protege ahora al consumidor de productos marinos? ¡Socorro! 

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