PESCA Y MEDIO
AMBIENTE
Asalto a la Antártida - 2
Seguro que han oído hablar del
krill. Esas gambitas pequeñas que sirven de alimento a las ballenas y que viven
en las frías aguas de Ártico y de la Antártida. Lo que quizá les suene menos es
que los stocks mundiales de krill, sumadas las seis especies conocidas, está en
torno a los 500 millones de toneladas. Mucho krill, sobre todo si pensamos
que los seres humanos pescamos unos 90 millones de toneladas al año de todo
tipo de productos marinos.
Posiblemente les haga
reflexionar saber que el krill es la pieza clave y fundamental del ecosistema
de los mares australes y boreales. Las gambitas se alimentan del plancton y
luego sirven de comida para peces, focas, pingüinos y ballenas. Si el krill
falla, todo el sistema vital se desmorona. En las aguas que rodean a la Antártida
la pesca está regulada por el CCAMLR (Convenio para la conservación de la vida
y los recursos marinos de la Antártida). Últimamente, los miembros de ese
Convenio andan de cabeza porque las flotas pesqueras han puesto sitio a las
riquezas de la Antártida, empezando por el krill.
La Euphausia superba, el krill de la Antártida, base la vida. |
¿Para qué sirve el krill? A
las ballenas, y al resto de colegas, les sirve para sobrevivir. Nosotros no lo
necesitamos para nada. No comemos krill a la plancha o al ajillo. Sin embargo, el
krill está en el aceite de pescado que alimenta a los peces de acuicultura, figura
en productos cosméticos, farmacéuticos y complementos alimenticios. Porque, si
es el alimento casi único y perfecto para el mamífero más grande de la Tierra,
el krill tiene que ser un tesoro. Cada vez se persigue con más interés y las
150.000 toneladas de krill capturadas por el hombre en 2010 resultan insuficientes
para las empresas explotadoras y su cuenta de resultados.
Noruegos y japoneses no se contentan con matar ballenas. Ahora, unidos a otros depredadores, les roban la comida. |
En el CCAMLR la presión es
intensa y la Unión Europea, tan hipócrita como de costumbre, acaba de dar
licencia a pesqueros comunitarios para que se sumen a una pesquería absurda,
agresiva, innecesaria y destructiva, ya practicada por Noruega, Japón, Rusia,
China, Polonia y Ucrania. El mayor y más reciente buque “krillero” en activo es
el “Thornshovdi”, un arrastrero
noruego de 133 metros de eslora, capaz de capturar y tratar 250 toneladas de
krill al día. Para evitar que las frágiles gambitas se conviertan en una pasta
informe en las apretujadas redes, los buques más modernos usan sistemas de aspiración
desde el copo.
Un buque de pesca ruso en aguas de la Antártida |
A los habitantes de las
banquisas australes, esos asombrosos seres peludos, emplumados o escamados que
soportan seis meses de noche polar en medio de ventiscas desoladoras, la vida
se les va a poner un poco más difícil. Les está saliendo un durísimo competidor
por el alimento: el insaciable ser humano. Una entrada a este Blog contemplaba
el problema que la acuicultura planteaba a los llamados “Peces forraje”,
perseguidos para convertirse en pienso. La novedad es el creciente acoso al
krill, soporte de la vida oceánica más límpida y virginal del planeta. La Unión
Europea, al participar descaradamente en este asalto, convierte en papel mojado
sus grandilocuentes palabras en defensa de la sostenibilidad. Una decepción y
una tristeza.
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