LAS PENAS y ALEGRÍAS DEL MEDIO AMBIENTE, sus políticas y sus políticos.

domingo, 29 de abril de 2012


PESCA Y MEDIO AMBIENTE
Asalto a la Antártida - 2


Seguro que han oído hablar del krill. Esas gambitas pequeñas que sirven de alimento a las ballenas y que viven en las frías aguas de Ártico y de la Antártida. Lo que quizá les suene menos es que los stocks mundiales de krill, sumadas las seis especies conocidas, está en torno a los 500 millones de toneladas. Mucho krill, sobre todo si pensamos que los seres humanos pescamos unos 90 millones de toneladas al año de todo tipo de productos marinos.

Posiblemente les haga reflexionar saber que el krill es la pieza clave y fundamental del ecosistema de los mares australes y boreales. Las gambitas se alimentan del plancton y luego sirven de comida para peces, focas, pingüinos y ballenas. Si el krill falla, todo el sistema vital se desmorona. En las aguas que rodean a la Antártida la pesca está regulada por el CCAMLR (Convenio para la conservación de la vida y los recursos marinos de la Antártida). Últimamente, los miembros de ese Convenio andan de cabeza porque las flotas pesqueras han puesto sitio a las riquezas de la Antártida, empezando por el krill.

La Euphausia superba, el krill de la Antártida, base la vida.

¿Para qué sirve el krill? A las ballenas, y al resto de colegas, les sirve para sobrevivir. Nosotros no lo necesitamos para nada. No comemos krill a la plancha o al ajillo. Sin embargo, el krill está en el aceite de pescado que alimenta a los peces de acuicultura, figura en productos cosméticos, farmacéuticos y complementos alimenticios. Porque, si es el alimento casi único y perfecto para el mamífero más grande de la Tierra, el krill tiene que ser un tesoro. Cada vez se persigue con más interés y las 150.000 toneladas de krill capturadas por el hombre en 2010 resultan insuficientes para las empresas explotadoras y su cuenta de resultados.

Noruegos y japoneses no se contentan con matar ballenas.
Ahora, unidos a otros depredadores, les roban la comida.  

En el CCAMLR la presión es intensa y la Unión Europea, tan hipócrita como de costumbre, acaba de dar licencia a pesqueros comunitarios para que se sumen a una pesquería absurda, agresiva, innecesaria y destructiva, ya practicada por Noruega, Japón, Rusia, China, Polonia y Ucrania. El mayor y más reciente buque “krillero” en activo es el “Thornshovdi”, un arrastrero noruego de 133 metros de eslora, capaz de capturar y tratar 250 toneladas de krill al día. Para evitar que las frágiles gambitas se conviertan en una pasta informe en las apretujadas redes, los buques más modernos usan sistemas de aspiración desde el copo.

Un buque de pesca ruso en aguas de la Antártida

A los habitantes de las banquisas australes, esos asombrosos seres peludos, emplumados o escamados que soportan seis meses de noche polar en medio de ventiscas desoladoras, la vida se les va a poner un poco más difícil. Les está saliendo un durísimo competidor por el alimento: el insaciable ser humano. Una entrada a este Blog contemplaba el problema que la acuicultura planteaba a los llamados “Peces forraje”, perseguidos para convertirse en pienso. La novedad es el creciente acoso al krill, soporte de la vida oceánica más límpida y virginal del planeta. La Unión Europea, al participar descaradamente en este asalto, convierte en papel mojado sus grandilocuentes palabras en defensa de la sostenibilidad. Una decepción y una tristeza.   

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