CRISIS ENERGÉTICA y CAMBIO CLIMÁTICO
El estéril debate – 1
Unos cuantos españoles
y españolas, con formación universitaria y buen nivel cultural, sufren una
extraña obnubilación cuando abordan el asunto de la crisis energética y el
cambio climático. Si se enfrentan a cifras y números, los rechazan para dejarse
llevar por sentimientos y sensaciones. Si se ven acorralados, optan por
parapetarse detrás de una cortina de estudiado escepticismo. No es un fenómeno
exclusivamente español.
En los últimos diez o doce años, políticos,
periodistas, profesionales y empresarios supuestamente responsables e
inteligentes, despachan la amenaza de la penuria energética con displicencia y
endurecen el gesto cuando se les intenta explicar que el cambio climático no es
más que un problema energético añadido. Un complemento a la crisis energética permanente.
Hace tiempo que el principal
asesor científico del Ministerio de Energía y Cambio Climático del Reino Unido
(Department of Energy and Climate Change, creado en 2008), David John Cameron MacKay
(*) se hacía eco de esta curiosa situación, planteando a los dubitativos
británicos tres sencillas cuestiones, claramente homologables para los
españoles más cerrados.
Kuwait 1991. Pozos de petróleo ardiendo tras la retirada iraquí. |
1 - A estas alturas de la vida, a nadie se le
ocurre pensar que el gas natural, el petróleo y el carbón son productos que la
madre Tierra fabrica cada noche y con gran habilidad en sus entrañas. Desde educación Primaria
sabemos que los gases y petróleos que sacamos haciendo agujeros en la tierra llevan ahí enterrados millones de años y que un día se acabarán.
Saber el concreto día del final es cosa de científicos, pero ya tenemos algunas pistas, bastante
fiables y preocupantes, por cierto. Si tienen paciencia, les mostraré cosas en
las próximas semanas. En esta certidumbre, ¿No sería mejor dejar de quemar,
como auténticos alocados, algo tan precioso como los combustibles fósiles? ¿No
es preferible guardarlos para hacer con ellos cosas más interesantes y
provechosas, como plásticos y esas moléculas de la química orgánica que nos
curan y protegen?
2 – España es un país con una
penuria energética que mete miedo en el cuerpo al más valiente. Gas natural y
petróleo nos vienen del exterior, de forma que nuestra seguridad en el
abastecimiento depende de la buena voluntad de los demás y de la coyuntura
internacional. ¿Podemos seguir dependiendo casi completamente de otros para
garantizarnos la energía?
Efecto de un campo eólico off-shore |
Estas dos primeras cuestiones
bastarían para hacernos recapacitar, como sociedad madura que desea proyectarse hacia el futuro. Cada
año que pasa sin adoptar medidas muy claras que nos independicen de los
combustibles fósiles agrava un problema que vamos dejando para que se lo
merienden las siguientes generaciones de españoles.
3 – La tercera cuestión es
meramente altruista y humanista porque se refiere al cambio climático que
llevamos fraguando desde hace doscientos años y que también dejaremos, con toda
su carga de incertidumbre, a las próximas generaciones. No hacer todo lo
posible para frenar o reducir el cambio climático nos rebaja como personas y nos
desacredita como civilización.
Una profesora que imparte clases de Latín en el Liceo Francés
de Madrid, originaria de Normandía y buena amiga, me describía el concepto de
la “pietas” romana, nuestra actual “piedad”. Hace tres mil años, el pueblo
romano contemplaba la vida como una cadena donde las generaciones se enlazaban las
unas a las otras, usando como firmes eslabones el amor y respeto a los dioses, a los ancestros
y a los hijos y nietos. Eso era la “pietas”, que daba sentido a la vida y que llegó
a formar parte de la civilización cristiana.
El cambio climático se convierte
en un reto que trasciende las naciones, las ideologías y los siglos. La medida
de nuestra humanidad, de nuestra “Pietas”, está en asumir las culpas del pasado y hacer frente a los deberes
y responsabilidades respecto del futuro ¿Seremos capaces de hacerlo?
(*) Profesor en el Departamento
de Física de la Universidad de Cambridge.
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